miércoles, 20 de julio de 2011

EL “NEGACIONISMO” DE LA DERECHA ESPAÑOLA



Los traumas del periodo que media entre 1929 y 1945 han causado graves problemas en la memoria histórica de los países afectados. Al cumplirse 75 años del inicio de la Guerra Civil española es lo primero que conviene destacar. La forma especialmente trágica en que este periodo fue vivido en nuestro país viene a cumplir la afirmación Fraguista de que Spain is different, pero en la misma medida que Alemania con el nazismo, Polonia o Austria al sufrir su invasión o Francia, en agitación permanente hasta ser a su vez invadida, lo vivieron cada una de manera diferente. Los años treinta estuvieron presididos en Europa por el ascenso imparable de los fascismos, y ello fue determinante para el curso seguido en España por la crisis endógena, que fue resuelta mediante la interminable dictadura militar del general Franco.

Lo que sí resulta específico de España es la situación actual en el ajuste de cuentas con el pasado. Tras unos primeros tiempos en que, de un modo u otro, los países restañaron heridas acudiendo a relatos que pudieran favorecer la convivencia pese a la sombra de ese pasado todavía próximo, por ejemplo desligando al nazismo de las responsabilidades de la población en Alemania o presentando a Francia e Italia unánimemente resistentes, llegó la hora de contemplar lo sucedido en toda su complejidad. Es lo que en Francia reflejaron películas como Lacombe Lucien de Malle, en Alemania, libros como Verdugos voluntarios de Goldhagen, o en Italia el reconocimiento del periodo 1943-45 como una auténtica guerra civil entre resistentes y fascistas. Una vez establecida una imagen histórica veraz, a veces después de duras polémicas, llegó una relativa pacificación, siempre presidida por el refrendo a los contenidos democráticos de esos años.

En España esto no está sucediendo, y la responsabilidad ciertamente no recae sobre el trabajo de los historiadores. Entre las aportaciones recientes, destacamos las investigaciones que han llevado a Ángel Viñas a adelantar un día la fecha del golpe, centrándose en el probable asesinato franquista del general Balmes en Canarias, un obstáculo menos, en su reconstrucción de la España republicana en guerra o en la línea de estudios sobre la violencia abierta por González Calleja.
De forma discreta, la Ley de Memoria Histórica proporcionó un aval del Estado para restablecer un equilibrio que a los demócratas les había sido negado en cuanto al reconocimiento de su papel en esa historia trágica, con una proyección bien concreta sobre el problema de los asesinados sin tumba. Al estudio pormenorizado de la represión franquista, diseñada de antemano y prolongada durante décadas con decenas de miles de muertos, lo que confirma la idea de un genocidio, siguió el esfuerzo de los descendientes por recuperar los restos de las víctimas de la "operación quirúrgica" anunciada por Franco desde noviembre de 1935. Faltó solo que ese esfuerzo se viera acompañado por la sugerencia de Ian Gibson: que la verdad y el dolor fueran asumidos por todos y para todos, que todas las victimas fueran reconocidas.

Es muy preocupante que amplios sectores de la derecha española, esgrimiendo además la idea de una reconciliación entre españoles contra la Ley de Memoria Histórica, se hayan lanzado a repetir los argumentos franquistas para la legitimación del levantamiento militar. La satanización de Garzón, con la celebración de su encausamiento, se hicieron en nombre de una visión del 36 que llevó ya a pensar en un alineamiento consciente con los vencedores. Todo análisis de la política republicana, de sus proyectos, ideas y frustraciones, ha sido sustituido por la descripción de un museo de horrores que la República habría consentido de principio a fin. Los generales alzados, y sus comportamientos criminales desde el primer momento, son borrados de la historia. Fueron simples instrumentos de una necesidad histórica que les obligaba a poner orden. Gil Robles o Calvo Sotelo no eran sino buenos ciudadanos que como notarios levantaban acta de un desastre, cuya eliminación correspondió a la espada.
De fascismos en Europa, de lo ocurrido en Alemania o en Austria, de lo que esa derecha proponía e impulsaba, de los pistoleros falangistas, ni palabra. La derecha española hace revisión permanente de la verdad, negando y tergiversando insistentemente hechos documentados, culpando a la izquierda de lo sucedido y ofreciendo una visión sesgada y maniquea. Durante décadas se nos impuso la versión histórica que convino a los vencedores, actualmente se nos repite machaconamente la narración de plumillas cutres cuya única razón es su barriga agradecida. Si el negacionismo se tipificara como delito en el código penal otro gallo nos cantaría.

2 comentarios:

  1. No sólo es la derecha.Hay algunos,como el caso Bono,que no están por restañar heridas.

    La ley de Memoria Histórica queda coja,así como no haber derogado la ley de Amnistia del 77.

    Este país seguirá en deuda con tantos hombres y mujeres republicanas mientras no exista !Verdad,Justicia y Reparación!

    Estos son los lodos de la "modélica" Transición

    Saludos

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  2. comparto tus reflexiones Felipe, creo que es hora de saber realmente cuanto hay de izquierda en muchos dirigentes del PSOE, y el caso de Bono es especialmente llamativo

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