Los traumas del periodo que media
entre 1929 y 1945 han causado graves problemas en la memoria histórica de los
países afectados. Al cumplirse 75 años del inicio de la Guerra Civil española es
lo primero que conviene destacar. La forma especialmente trágica en que este periodo
fue vivido en nuestro país viene a cumplir la afirmación Fraguista de que Spain
is different, pero en la misma medida que Alemania con el nazismo,
Polonia o Austria al sufrir su invasión o Francia, en agitación permanente
hasta ser a su vez invadida, lo vivieron cada una de manera diferente. Los años
treinta estuvieron presididos en Europa por el ascenso imparable de los
fascismos, y ello fue determinante para el curso seguido en España por la
crisis endógena, que fue resuelta mediante la interminable dictadura militar del
general Franco.
Lo que sí resulta específico de
España es la situación actual en el ajuste de cuentas con el pasado. Tras unos
primeros tiempos en que, de un modo u otro, los países restañaron heridas
acudiendo a relatos que pudieran favorecer la convivencia pese a la sombra de
ese pasado todavía próximo, por ejemplo desligando al nazismo de las
responsabilidades de la población en Alemania o presentando a Francia e Italia
unánimemente resistentes, llegó la hora de contemplar lo sucedido en toda su
complejidad. Es lo que en Francia reflejaron películas como Lacombe
Lucien de Malle, en Alemania, libros como Verdugos voluntarios de
Goldhagen, o en Italia el reconocimiento del periodo 1943-45 como una auténtica
guerra civil entre resistentes y fascistas. Una vez establecida una imagen
histórica veraz, a veces después de duras polémicas, llegó una relativa
pacificación, siempre presidida por el refrendo a los contenidos democráticos
de esos años.
En España esto no está sucediendo, y la responsabilidad
ciertamente no recae sobre el trabajo de los historiadores. Entre las
aportaciones recientes, destacamos las investigaciones que han llevado a Ángel
Viñas a adelantar un día la fecha del golpe, centrándose en el probable asesinato
franquista del general Balmes en Canarias, un obstáculo menos, en su
reconstrucción de la España republicana en guerra o en la línea de estudios
sobre la violencia abierta por González Calleja.
De forma discreta, la Ley de Memoria
Histórica proporcionó un aval del Estado para restablecer un equilibrio que a
los demócratas les había sido negado en cuanto al reconocimiento de su papel en
esa historia trágica, con una proyección bien concreta sobre el problema de los
asesinados sin tumba. Al estudio pormenorizado de la represión franquista,
diseñada de antemano y prolongada durante décadas con decenas de miles de
muertos, lo que confirma la idea de un genocidio, siguió el esfuerzo de los
descendientes por recuperar los restos de las víctimas de la "operación
quirúrgica" anunciada por Franco desde noviembre de 1935. Faltó solo que
ese esfuerzo se viera acompañado por la sugerencia de Ian Gibson: que la verdad
y el dolor fueran asumidos por todos y para todos, que todas las victimas
fueran reconocidas.
Es muy preocupante que amplios sectores de la derecha
española, esgrimiendo además la idea de una reconciliación entre españoles
contra la Ley de Memoria Histórica, se hayan lanzado a repetir los argumentos
franquistas para la legitimación del levantamiento militar. La satanización de
Garzón, con la celebración de su encausamiento, se hicieron en nombre de una
visión del 36 que llevó ya a pensar en un alineamiento consciente con los
vencedores. Todo análisis de la política republicana, de sus proyectos, ideas y
frustraciones, ha sido sustituido por la descripción de un museo de horrores que
la República habría consentido de principio a fin. Los generales alzados, y sus
comportamientos criminales desde el primer momento, son borrados de la historia.
Fueron simples instrumentos de una necesidad histórica que les obligaba a poner
orden. Gil Robles o Calvo Sotelo no eran sino buenos ciudadanos que como
notarios levantaban acta de un desastre, cuya eliminación correspondió a la
espada.
De fascismos en Europa, de lo
ocurrido en Alemania o en Austria, de lo que esa derecha proponía e impulsaba,
de los pistoleros falangistas, ni palabra. La derecha española hace revisión
permanente de la verdad, negando y tergiversando insistentemente hechos
documentados, culpando a la izquierda de lo sucedido y ofreciendo una visión
sesgada y maniquea. Durante décadas se nos impuso la versión histórica que
convino a los vencedores, actualmente se nos repite machaconamente la narración
de plumillas cutres cuya única razón es su barriga agradecida. Si el
negacionismo se tipificara como delito en el código penal otro gallo nos
cantaría.
No sólo es la derecha.Hay algunos,como el caso Bono,que no están por restañar heridas.
ResponderEliminarLa ley de Memoria Histórica queda coja,así como no haber derogado la ley de Amnistia del 77.
Este país seguirá en deuda con tantos hombres y mujeres republicanas mientras no exista !Verdad,Justicia y Reparación!
Estos son los lodos de la "modélica" Transición
Saludos
comparto tus reflexiones Felipe, creo que es hora de saber realmente cuanto hay de izquierda en muchos dirigentes del PSOE, y el caso de Bono es especialmente llamativo
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