miércoles, 18 de julio de 2018

LA XENÓFOBA Y POPULISTA PRESIDENTA DE CROACIA

Kolinda Grabar-Kitarovic celebrando un gol de la selección croata

"Kolinda Grabar-Kitarovic ha sido la otra sorpresa de una apoteósica selección croata en el Mundial. La presidenta lució la camiseta del equipo, se abrazó a jugadores propios y ajenos y celebró como una hincha más las victorias de Croacia. ¿Es una presidenta del pueblo, una populista, o una política de extrema derecha?"
La presidenta croata, para quien lo desconozca, se pagó de su bolsillo el viaje al Mundial de Rusia y las entradas para apoyar al equipo nacional. Y viajó en clase turista, como el común de los mortales. Se perdió incluso algún partido por cumbres como la de la OTAN, pero regresó hasta la final. Así generó titulares en todo el mundo, algunos muy sensacionalistas por sus abrazos con el presidente francés, Emmanuel Macron. En nuestro país el diario ABC la presentaba como “madre de familia y amante del deporte” (la primera, una de esas cualidades que brillan por su ausencia cuando se habla de los hombres). El diario AS hablaba de “la presidenta del fair play”. Pero hay otras facetas más allá de la deportiva y desde luego, más allá de la justa.
Aunque ahora se concede mucho valor al gesto poco ortodoxo de celebrar los goles fuera del protocolo, Grabar-Kitarovic, que también descontó de su salario los días que pasó en el Mundial, ha conseguido con estos gestos ganar popularidad. Una estrategia necesaria en un momento en que las encuestas le daban un punto bajo y cuando además el país celebra elecciones el año que viene.
No es casual el alarde de modestia. En 2010 se conoció que mientras desempeñaba el cargo de embajadora en Estados Unidos, utilizó el vehículo oficial para viajes privados y muchos de ellos los hizo su marido. Grabar-Kitarovic devolvió el dinero malgastado de su bolsillo, pero sólo cuando se conoció la noticia.
Como señalaba The Guardian, Grabar-Kitarovic despierta sentimientos encontrados en Croacia, un país de apenas 4 millones de habitantes. Para unos “es una madre patriótica que apoya fervientemente al equipo”, mientras para otros su presencia en el Mundial “fue un ejercicio de relaciones públicas descaradamente hiperpopulista”. Muchos en Zagreb se quejaban el día de la final de que no actuara de una manera más “presidenciable”, de acuerdo con un compañero periodista que cubrió el partido desde la plaza principal de la capital.
Las redes elogian estos días su “feminismo femenino” (los misóginos), su complicidad con el pueblo al vestir la camiseta deportiva de la selección, su desparpajo o su brillo en la fiesta de la masculinidad, como rezaba un titular de El País. Pero el partido de la presidenta, la ultraconservadora Unión Democrática Croata, ganó las elecciones en diciembre de 2014 con un programa con tintes racistas que atacaba directamente a los refugiados. En plena campaña propuso que se construyeran vallas como las de Hungría para evitar la entrada de los migrantes al país, en su huida desesperada a través de los Balcanes.
Grabar-Kitarovic también se opuso a las cuotas de reparto de migrantes que la Unión Europea acordó en 2015 para reubicar a 160.000 refugiados. De los 1.600 que le tocaban, Croacia aceptó sólo a 100, el 6% del total. Aunque su papel como jefa del Estado limita su acción a las relaciones internacionales, Grabar-Kitarovic es la encargada de nombrar al primer ministro que guía la política interior y exterior de Croacia. No decide las iniciativas legislativas del país, pero sí da su opinión en los medios cuando es preguntada, lo que evidentemente influye en el gobierno.
Amnistía Internacional ha criticado en los últimos dos años las discriminaciones que ejerce Croacia: “las personas refugiadas y migrantes que entraron en el país de forma irregular fueron devueltas sin que tuvieran acceso a un proceso de solicitud de asilo efectivo”. La ONG croata Are You Syrious? que lleva años documentando el trasiego de refugiados a través de los Balcanes, denunció que entre enero y abril de 2017 Croacia denegó al menos 30 solicitudes de asilo, incluidas las de familias con niños “por motivos de seguridad”. Como las observaciones a las solicitudes se clasificaron de “confidenciales”, los migrantes no podían recurrir la decisión del Ministerio del Interior.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea señaló hace un año a Croacia que tenía que hacerse responsable de examinar las solicitudes de asilo de todos aquellos refugiados que cruzaron su frontera en masa durante 2015 y 2016. La mayoría eran afganos y sirios que entraron desde Serbia y se quedaron en el país por el rechazo de Eslovenia a aceptar su entrada, después de que Croacia los transportara hasta allí, como contó público en su momento. La intención de Croacia es que pidieran protección internacional en el país vecino, cosa que Eslovenia y Austria denunciaron ante el tribunal europeo.
El último ataque xenófobo contra los refugiados ha sido la Ley de Extranjería, reformada hace un año para prohibir la asistencia a necesidades básicas como la vivienda, la salud, el saneamiento o la alimentación a los inmigrantes en situación irregular. Se salvan sólo personas en “casos de emergencia médica o humanitaria o en situaciones de peligro mortal”, como señala Amnistía Internacional.
Prestar ayuda humanitaria a los refugiados estuvo también a punto de convertirse en un delito penado con multas de hasta 3.000 euros. La propuesta partía del gobierno presidido por Grabar-Karitovic, que quería castigar así a quien alojara a migrantes en situación irregular. Aunque la propuesta no ha salido adelante, la ley sí castiga ahora a quien ayude a entrar o a transitar a estas personas por el país.
Kolinda Grabar-Kiratovic, posando con la bandera del  régimen
pronazi y racista de los ustasha que gobernó Croacia durante la 2ª GM
Por si fuera poco, Grabar-Kitarovic se fotografió hace un par de años con la bandera de la Ustasha, una banda terrorista que se alió con los nazis en 1929 para perseguir a judíos, gitanos, bosnios y serbios musulmanes. Sus miembros buscaban la independencia de Croacia y la creación de un Estado supremacista en el que los croatas estuvieran por encima del resto de “razas”. Grabar-Kitarovic le quitó importancia diciendo que la bandera había ondeado en el Parlamento el día que consiguió la independencia.
El discurso antiinmigración empieza a campar a sus anchas por un país donde sus habitantes, que han visto el paso masivo de refugiados hacia Alemania -ninguno quiere quedarse en Croacia- son cada vez más negativos en cuanto al futuro del país. Sumado a la desconfianza hacia las instituciones, que han protagonizado diversos casos de corrupción en los últimos años. Entre ellos el del empresario Zdravko Mamic, declarado culpable de haber cobrado suculentas comisiones en el traspaso de futbolistas en Croacia, entre ellos el famoso Luka Modric, cuando fue transferido en 2008 del Dinamo de Zagreb al Tottenham. El jugador también fue condenado por falso testimonio en el caso del magnate. Mamic se escapó entonces a Bosnia, de donde no podrá ser extraditado a Croacia porque misteriosamente consiguió la nacionalidad.
La economía croata está lejos de mejorar después de la recesión y el país está a punto de perder la cifra de 4 millones de habitantes por la emigración económica, como señala el filósofo croata Srecko Horvat: “la mayoría jóvenes sin un trabajo que les proporcione un futuro”. En ese ambiente, el concepto de patriotismo se encarna en los deportistas de élite. Y saca a millones a la calle, aunque sea para olvidar que la realidad está muy lejos de la idealización de Grabar-Kitarovic.
Esperanza Escribano

viernes, 13 de julio de 2018

ALFONSO XIII, OTRO BORBÓN CALAVERA Y VIVIDOR

Alfonso XIII

Alfonso XIII fue rey borbón, fumador y putero que hacía trampas en las apuestas de los galgos y tenía halitosis y el barman Emile del Hotel París de Montecarlo le puso su nombre a un cóctel hecho con ginebra y dubonet.
Alfonso XIII financió pelis porno con putas del barrio chino de Barcelona que eran medio pandorgas y bigotudas y fue buen tirador de pichón y de pájara. Por lo demás, era prognato, su labio inferior obedecía a la gravedad, le barruntaba el hocico y tendía a perder dientes. Lo que le gustaba era hacer bastardos con las suripantas, jugar mal al bridge y ponerse uniformes de coracero como si fuera el káiser Guillermo mandando tropas en una guerra bonita y colonial.
Alfonso XIII tuvo su guerra colonial en el moro, pero no le salió bonita porque se le llenó de muertos capaos y se la protestaron en casa y cuando los quintos morían en los blocaos del Rif él estaba en las playas de Deauville, jodiendo modistas. Apreció, sin embargo, que le dijeran el Africano, como a Escipión, igual porque le pareció postizo de reconquista en comparación con el Piernitas, que era como le llamaba el popular por enclenque. Su madre María Cristina, que te quiere gobernar, le decía Bubi, que tampoco es nombre de Miura.
Alfonso XIII intuyó, en cambio, la campechanía borbónica y pensó que reinar era bajar al castizo, comerse un cocido con un simple y contarle dos chistes verdes, pero juraba la constitución por la mañana y por la tarde consentía la dictadura de Primo de Rivera. Al rey Manuel II de Portugal le aconsejó salir en los ecos de sociedad y meterse a sus súbditos en el bolsillo porque “en nuestros reinos no se reina por la tradición, sino por la simpatía y los actos personales del soberano”.
Alfonso XIII fue simpático de oficio, pero sus actos personales eran los de un señorito un poco calavera que salía de noche al cañí a rendir una juerga de peleón y putas y esencialmente se conducía con el sentido de la superioridad natural de quien ha sido rey desde la niñez. Gregorio Marañón dijo que era un botarate educado entre faldas y sotanas y le vio hacer apuestas de mil duros por disparo en el tiro al pichón. Una tarde ganó sesenta mil pesetas porque no era mal tirador y en una cacería en Santa Cruz de Mudela, en Ciudad Real, cobró 450 perdices, 130 conejos y 40 liebres.
Alfonso XIII fue a buscarse novia al extranjero y le arreglaron una cita con la princesa Patricia de Connaught, que le rechazó por feo (según el historiador Juan Balansó) y porque le apestaba el pico a retrete por la halitosis y el rey se trajo a casa a Victoria Eugenia de Battenberg de trofeo de consolación, que era pechugona y rubia. La casó y le atinó siete aciertos que culminaron con irregular suerte y casi no perpetuó la estirpe porque le salieron dos hijos hemofílicos y uno sordo, pero enseguida le perdió el interés y se puso a merendar fuera de casa.
Dejó preñadas a dos institutrices de los infantes, una de ellas era escocesa y sabía tocar el piano, y tuvo dos hijos con la actriz Carmen Ruiz Moragas y otro con Mélanie de Vilmorin que cuando creció se hizo botánico. Carmen Ruiz Moragas debutó en el María Guerrero y estuvo casada seis meses con el torero Rodolfo Gaona, el Califa de León, y el rey le puso un chalet en la avenida del Valle. La leyenda quiere que cuando murió en 1936 de cáncer de útero, se untó los labios de canela y el rey se los besó como el príncipe necrófilo de la Bella Durmiente, pero para entonces ya estaba casada con el periodista comunista Juan Chabás y se había hecho republicana. El rey brioso adornó su lista de queridas con abundamiento y pudo presumir entretenimientos con Celia Gámez y con la Bella Otero, con la marquesa de Craymayel, con Beatriz de Sajonia-Coburgo, con la viuda del duque de Fernán-Núñez y con la bailarina Carmen de Faya, que en un concurso hípico en San Sebastián le regaló sus zapatos de raso en un arranque de fetichismo y él le devolvió flores.
Cuando se iba de putas usaba el nombre de Monsieur Lamy y le gustaban merinas y a medio lavar y encomendó al conde de Romanones la misión de encargarles a los hermanos Baños, propietarios de la productora Royal Films, el rodaje de pelis porno con rameras del barrio chino de Barcelona que salían enseñando los parruses selváticos y sin peinar y tocándole la flauta a un cura. El clero debió apreciarlas, en todo caso, porque tres de ellas (las películas, no las golfas) aparecieron sesenta años después en el monasterio de Moncada y hoy se conservan en la Filmoteca Valenciana.
En 1929 se mezcló en un asunto feo de galgos y mangantes y engordó la cartera con sus acciones de la sociedad la Liebre Mecánica, que recibía los réditos de las apuestas de las carreras de galgos organizadas por el Club Deportivo Galguero Español, una sociedad sin ánimo de lucro cuyos beneficios debían ir al fomento del galgo español y a la beneficencia en vez de al bolsillo de los jetas.
Cuando se proclamó la República en 1931, el rey quemó su colección de fotos de chavalas en cueros, dejó a la familia en la cama, recibiendo pedradas y guardada por veinticinco alabarderos, y se escapó del Palacio Real por una puerta de retaguardia que daba al Campo del Moro. Se montó en un Hispano Suiza y llegó a Cartagena, se embarcó en el “Príncipe Alfonso”, al mando del capitán Manuel Fernández Piña, y puso rumbo a Marsella, donde llegó a las tres de la mañana y se quejó de que estuviesen cerradas las casas de putas. Valle Inclán dijo que el pueblo le echó por ladrón.
Alfonso XIII junto al retrato de Carmen Ruiz, una de sus amantes
Alfonso XIII hizo un exilio decadente de hoteles, casinos, safaris en Sudán y viajes a Hollywood con Douglas Fairbanks, al que le pidió que le presentase a Fatty Arbuckle, su cómico favorito, y cuando le dijo que no era una compañía conveniente desde que se le había muerto una corista de una peritonitis provocada por la introducción de una botella de champán por la escotilla, le contestó que eso le podía haber pasado a cualquiera. Encontró que el exilio engordaba y la libertad le pareció una lata porque tenía que bajar a por el periódico. Se compró un Bugatti y lo guiaba a ciento veinte por hora y en Viena mató a un peatón y se apostaba cien libras por mano en las mesas de Deauville jugando al chemin, una variante del bacarrá.
Murió el 28 de febrero de 1941 en el Gran Hotel de Roma, de una angina de pecho, atendido por el doctor Frugoni y por sor Inés, una monja navarra del valle de Echauri, abrazado al manto de la Virgen del Pilar y diciendo según unos: “¡Dios mío, España!”, y según otros pidiendo agua fría.
Baroja lo encontró esencialmente cursi y dijo que tenía los gustos de un señorito de la burguesía y que sus andanzas de colchón no tenían mérito porque eran facilísimas por su posición de sultán, y que “anduvo con una cupletista tonta que en Cuba, según dicen, estuvo liada hasta con los negros”. La inclusión de los negros cimarrones en la ecuación de don Pío igual le confundió y tenía en la cabeza al príncipe Alfonso de Borbón y Battenberg, el primogénito del rey, que renunció a sus derechos sucesorios para casarse con la cubana Edelmira Sampedro, que le decían la Puchunga, de la que se divorció para reincidir en el Caribe y volverse a casar con la modelo Marta Rocafort, natural de La Habana, con la que solo duró seis meses. Don Alfonso se consoló en Miami con una cigarrera de un boliche de alterne que se llamaba Mildred Gaydon y le decían la Alegre y a la que pidió casorio que no llegó a celebrar porque se mató, el pobre, estampándose en coche contra una cabina.
Martín Olmos

miércoles, 11 de julio de 2018

LA FORTUNA DE LOS FRANCO

Recepción de Franco a Juan Carlos de Borbón en el Pazo de Meirás

El dictador filtró para sí parte de las donaciones “a la causa nacional” en plena guerra civil y revendió 600 toneladas de café donado por Brasil a España en 1939. El general golpista tenía en agosto de 1940 una fortuna cercana a los 400 millones de euros y el “holding empresarial” de El Pardo acumuló sueldos, comisiones, regalos y gratificaciones para amasar su riqueza.
Franco era un corrupto que ejecutó mordidas desde la guerra civil. Un opresor que aflojó las cuentas públicas de España y estableció un entramado que desaguaba riqueza en su figura omnímoda. “Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos”, dijo el dictador en un discurso (Lugo, 1942). Es el lado oscuro, e ilegal, de una fortuna que engordó en plena dictadura al calor de la corrupción sistémica del régimen franquista.
El perfil latrocínico del militar arranca a lo grande: se hizo con casi 400 millones de euros tras la ‘cruzada’ contra la República. Queda en pañales la trama Gürtel y las cuentas en Suiza de Francisco Correa (18,6 millones) o Luis Bárcenas (47). Francisco Franco (El Ferrol, 4 de diciembre de 1892 – Madrid, 20 de noviembre de 1975) disfrutó cuatro décadas como Jefe de Estado para acumular donaciones, sueldos, regalos y comisiones.
Franco no perdió el tiempo. Arañó dinero recibido por los golpistas en pleno conflicto armado y revendió toneladas de café donadas por Brasil. A lo largo de su vida recibió innumerables “regalos”, caso del Pazo de Meirás o un todoterreno agasajo de Adolf Hitler. Todo era posible bajo su manto omnipotente. Como lo era la gratificación mensual de 10.000 pesetas que recibía de la compañía Telefónica.
Así nació la fortuna de Franco
“Franco se consideraba el Estado, España. Necesitaba dinero y se apropió de él”, cuenta el historiador Ángel Viñas. A cuatro décadas de la muerte del dictador, el autor publica el libro La otra cara del caudillo (Crítica, 2015), una obra que da “un paso más en el continuo proceso de desmitificación de Franco”.
Tenía un plan y robó, para cumplirlo, una idea al propio Hitler: el Führerprinzip o mandato dictatorial como “fuente de Derecho”. Usaba “leyes reservadas” y ocultas al Boletín Oficial del Estado, disposiciones secretas que explotó “desde los años de la guerra civil hasta 1957”. Una “curiosa y desconocida costumbre de Franco” que solo conocían “aquellos privilegiados que se ocuparon de llevarlas a la práctica”, describe Viñas.
Por ahí filtró a su interés parte de las donaciones “a la causa nacional”. Las mordidas al apoyo económico a la rebelión militar contra la República inauguran en octubre del 36 la cuenta corrupta que vive un episodio de oro al final de la guerra con las 600 toneladas de café entregado por el dictador brasileño Getúlio Vargas. “Un regalo al Estado español” que Franco pasó a la Comisaría de Abastecimientos y Transportes dependiente del Ministerio de Industria y Comercio “y cobró por adelantado su importe”, 7,5 millones de pesetas, que serían hoy unos 85,6 millones de euros.
Con una nómina en 1935 de 2.493 pesetas y de 50.000 como Jefe de Estado, la riqueza del militar llegó en agosto del año 40 a 34,3 millones de pesetas. Un capital “acumulado en diversas cuentas corrientes” que suponen cerca de 388 millones de euros. “Todo ‘ganado’ en cuatro años. No está mal para empezar”, subraya Viñas.
“Sin embargo, ha perdurado la convicción de que Franco era un hombre honesto y austero”, declara el hispanista Paul Preston. El dictador, “y su mujer”, recibían “regalos de varios tipos, desde medallas de oro a fincas y hasta automóviles de lujo”, enumera como “la punta de un iceberg colosal” que arranca en “su acceso particular a las suscripciones que se hicieron para sufragar el coste del esfuerzo bélico de los rebeldes militares”.
“La idea convencional del Franco sin afán de lucro ya no se sostiene”, aclara Preston. En su afán recaudatorio, el general golpista trazó negocios secretos y oscuros manejos de testaferros familiares. Era el “holding empresarial” forjado desde “la corte de El Pardo”, según desveló en Los Franco S.A. o Ricos por la guerra de España el periodista Mariano Sánchez Soler. Un patrimonio difícil de digerir a base de simples sueldos públicos.
Franco, corruptor y corrupto
El oficio continuó en plena dictadura. Franco “modificó su comportamiento” y había empresas que, “agradecidas por autorizaciones concedidas”, traspasaban “acciones gratuitamente”. El dictador, así, percibía “dividendos”, mordidas, porcentajes por negocios revueltos entre consejos de ministros y de administración. “La corrupción estaba en el ADN de la dictadura”, dice Viñas.
La imagen corrupta del general rebelde toma huella documental con la apertura a investigadores –año 2010– de los “papeles conservados” en la Fundación Nacional Francisco Franco. “Es claro que el Régimen de Franco institucionalizó el pillaje a través de los castigos a los derrotados que algo tenían”, continúa Paul Preston. El soporte legal, la Ley de Responsabilidades Políticas, era “en esencia un mecanismo para justificar la expropiación masiva de los vencidos”.
La corrupción servía como pauta de control y la afición cinegética del general golpista, como oficina ambulante: “importantes sumas de dinero cambiaron de manos mientras los aspirantes a los favores de Franco promocionaban cacerías a fin de conseguir acceso a la fuente de patronazgo”, dice el hispanista.
“No se sabe mucho más” de lo publicado hasta ahora, confirma el historiador Francisco Espinosa. “Aquí no se conservan los archivos de los presidentes ni mucho menos de los dictadores”. Porque el enriquecimiento ilícito no quedó en el autócrata. El contubernio ilícito envolvía al régimen y derramó siempre sobre la oligarquía franquista, desde 1936 hasta la Transición.
Franco, corruptor y corrupto, cosió a la clase dirigente en la confusión premeditada entre lo público y lo privado. Y ése carácter sistémico brotaba en cualquier aspecto de la vida, con el estraperlo como gran ejemplo cotidiano: el comercio prohibido con artículos intervenidos por el Estado o sujetos a racionamiento. Amén del tráfico de penicilina en el ámbito sanitario, el “trabajo esclavo” como inagotable fuente de recursos e incluso la “necesidad de recomendaciones para salvar la vida”, enumera el historiador José Luis Gutiérrez Molina.
El dictador lideraba la patria convertido en una suerte de gestor avanzado de puertas giratorias. Corrupción y desarrollo se dieron la mano para amasar patrimonios y consolidar el capitalismo español. Familias del régimen, cuenta Sánchez Soler, pobladas de “empresarios de fortuna, falangistas de clase media, funcionarios oportunistas, latifundistas de gatillo fácil, altos cargos a la búsqueda de multinacionales… unidos a la caza del dinero y entrenados en la autarquía de la posguerra para enriquecerse con el desarrollismo a partir de 1959”. Concluye Viñas: “si Franco se benefició personalmente de la victoria parece sensato que no pensara mal de quienes también lo hacían” bajo la tenaz sombra del franquismo.
JM Baquero. El Diario

SUMAR, EL ENÉSIMO DISPARO DE FOGUEO CONTRA EL RÉGIMEN DEL 78

Tras la muerte de Franco, ninguno de los movimientos de izquierdas impulsados desde el PCE ha puesto en riesgo el sistema, es más, ni siquie...