Baltasar Garzón En un relato, que tengo por ahí inédito, mentaba a toda una serie de criminales famosos—no pequeños asesinos que matan en plan artesano, porque si matas tienes que hacerlo a lo grande y, mientras más a lo bestia, mejor, más te respetan—, los metía en un avión y los estrellaba a todos haciendo justicia poética. Creo que en el avión, cito de memoria porque me da pereza buscar el cuento en las tripas del ordenador, iban el capitán Alfredo Astiz, Dick Cheney, Charles Taylor, una adorable viejecita ex enfermera de Auschwitz, un genocida de Ruanda y algunos pajarracos más, hasta llenar el avión. No se salva ni el piloto, que también había hecho alguna cosa fea. Pues a partir de hoy, con la reforma de la ley de la justicia universal, de la que este país, el mío, de momento, y el de ustedes, se sentía tan orgulloso (recordemos lo mal que se lo hizo pasar Baltasar Garzón a ese viejo y repugnante asesino llamado Augusto Pinochet al que no quiso extraditar el Reino Unido p...