jueves, 28 de junio de 2018

GOBIERNO SÁNCHEZ: QUE PODEMOS ESPERAR


Seis años de Rajoy han dejado margen para ciertos cambios de calado (y posibles con la actual correlación de fuerzas) que podrían iniciarse o proyectarse estos dos años. Apuntamos solo algunos para que el nuevo Gobierno merezca el apelativo de reformista.
Toma de posesión de Pedro Sánchez
A estas alturas, nadie puede esperar del PSOE un cambio de las estructuras del Estado que han llevado al Reino de España a una fuerte crisis política, económica y social. Solo queda media legislatura y, en términos estrictamente presupuestarios, faltan por debatirse los Presupuestos de 2019 y de 2020, tras la renuncia, en un primer momento (auténtico gesto fundacional del nuevo Ejecutivo), a plantear con sus socios en la moción de censura unas cuentas menos antisociales en 2018 que las heredadas del PP. Pero seis años de Rajoy y ocho años de recortes han dejado margen para ciertos cambios de calado (y posibles con la actual correlación de fuerzas) que podrían iniciarse o proyectarse estos dos años. Apuntamos solo algunos —dejando de lado la cuestión territorial— para que el nuevo Gobierno merezca el apelativo de reformista:
Economía: El Gobierno tiene por delante aún dos años de probable crecimiento económico. Debería aprovecharlos para poner las bases de un cambio en un sentido redistributivo que aguante la previsible recesión futura y permita recuperar los servicios públicos —gravemente dañados— en el medio plazo.
Los movimientos y partidos a su izquierda pueden presionar para cambios efectivos en materia de vivienda y desahucios (que requerirán, antes que de grandes inversiones, de medidas de enajenación de viviendas vacías).
Aún es posible cumplir los irracionales objetivos de déficit simplemente recuperando el poder de recaudación del impuesto de sociedades, que en el quinto año de recuperación económica recoge aproximadamente la mitad que en 2007. Será el momento, también, de pedir concreción en las promesas sobre nuevos impuestos a la banca para financiar las pensiones: el movimiento de pensionistas ha demostrado que debería haber fuerza para presionar. Es posible, también, aprovechar los bajos tipos de interés (situación que tampoco durará siempre) para amortizar de una vez el pago de la deuda pendiente por el rescate de 2012 (condicionado a un control real sobre Sareb, ‘el banco malo’ creado en 2012 para comprar los activos inmobiliarios invendibles de la banca, y Bankia): aplazarlo para un futuro será peor, y su amortización estratégica daría poder negociador frente a la Unión Europea.
Empleo: Toda acción debería ir orientada estratégicamente a recomponer el poder de negociación de los trabajadores, a crearlo allí donde no existe (en los amplísimos espacios oscuros de la überización laboral y en los sectores más feminizados, como el trabajo doméstico y de cuidados) y a recuperarlo allí donde sí hay presencia sindical, empezando por la Administración del Estado. Sin esta orientación estratégica, la anulación necesaria de los peores aspectos de la reforma laboral de Rajoy (descartada por el Gobierno una derogación integral) se quedará coja; también los objetivos de eliminación de brecha salarial entre hombres y mujeres. Mientras, la anulación de los artículos que permiten la cesión de trabajadores, un régimen estricto de sanciones para las empresas que usen falsos autónomos y la equiparación salarial y de cotizaciones de las 600.000 empleadas del hogar son objetivos mínimos perfectamente posibles.
Libertades y derechos: El Gobierno ya ha anunciado que restaurará la sanidad universal y la financiación plena de las medidas incluidas en el Pacto Estatal contra la Violencia de Género. Es esperable y exigible la derogación inmediata de la denominada Ley Mordaza; lo es también la liberación (mediante la retirada de las acusaciones de la Fiscalía, algo para lo que el Gobierno podría apoyarse en el Parlamento) de todos los presos del proceso soberanista catalán. Son posibles y aplicables los cambios en la política de visados y la puesta en marcha de la petición de asilo en el país de origen, así como el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros sin ser sustituidos por ninguna medida de encierro.
Somos conscientes de que mezclamos, quizá, las churras con merinas: medidas que son técnica y políticamente aplicables en estos dos años (bastaría con volver a una situación anterior, o de desbloquear propuestas ya en marcha) con reformas de mayor calado cuyo apoyo parlamentario —empezando por el del propio partido del Gobierno— es más que dudoso. Tampoco se nos escapa que, incluso en el corto plazo, nos dejamos múltiples campos sin tocar (baste mencionar las diferentes propuestas, que parecen recoger un amplio consenso social y político, sobre la ampliación de bajas maternales y paternales). Por supuesto que entrarán en juego los intercambios parlamentarios de cromos, las carreras y ambiciones personales, el ojo avizor de la UE, los conflictos de interés y el cambio de prioridades dictado por el tema candente de la semana. Por eso hemos elegido una serie de campos —podrían haber sido otros— a modo de termómetro: es posible que resulte tan instructivo como desalentador examinarlos dentro de dos años.
El Salto diario

lunes, 11 de junio de 2018

LA SANGRIENTA CARRERA DE 'BILLY EL NIÑO', EL TORTURADOR CONDECORADO DEL RÉGIMEN FRANQUISTA

Billy El Niño esconde su rostro con un casco de moto tras prestar declaración

Antonio González Pacheco, ‘Billy El Niño’, tiene ahora 71 años. Desde los 20 ejerció como policía secreta del régimen franquista, distinguiéndose por ser uno de los torturadores más crueles del régimen. Está condecorado con una medalla al mérito policial.
A Antonio González Pacheco, ‘Billy El Niño’, condecorado con una medalla de plata al mérito policial, le gustaba especialmente golpear en las plantas de los pies. No es original. Este tipo de tortura, conocido como “falanga”, era habitual en la dictadura griega. Es práctico, si el objetivo es causar el máximo sufrimiento en la persona torturada, ya que el dolor se transmite desde los pies, pasando por todo el cuerpo, hasta la parte trasera del cráneo.
El ex policía ha llegado a los 71 años de edad sin ser juzgado por sus crímenes y haciendo gala además de una medalla al mérito policial que conlleva un aumento del 15% de su pensión vitalicia. El pasado 30 de mayo, el ministro de Interior Juan Ignacio Zoido hizo oídos sordos a las peticiones de que se retiraran las distinciones a Billy El Niño, cuestionando el testimonio de sus víctimas y afirmando que “nadie ha solicitado que se retire esa condecoración”.
“Qué conveniente ha sido la democracia con los crímenes de la dictadura”, señala sobre este tema a El Salto Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. “No solo ha impedido que se juzguen, sino que permite que haya un hombre que recibe un premio literalmente por sus servicios extraordinarios, que eran torturar y asustar a opositores de la dictadura”, continúa. Silva recuerda que la asociación que preside solicitó el 10 de mayo la retirada de esta condecoración y de cualquier otra que pudiera tener González Pacheco, a lo que nunca tuvieron respuesta.
UN SÁDICO AMANTE DE SU TRABAJO
González Pacheco es un hombre bajito, enjuto. Con sus 77 años de edad, al menos hasta 2010 se apuntaba a correr en maratones en Madrid, Budapest y Nueva York. Si te cruzas con él por la calle difícilmente pensarás que este hombre fue uno de los torturadores más crueles en los últimos años del Franquismo y durante la Transición. La Ley de Amnistía también dio carpetazo a sus crímenes, pero la juez argentina María Servini lleva desde 2014 pidiendo su extradición para que declare por la causa que investiga desde 2010 sobre los crímenes del Franquismo.
Nació en 1946 en Aldea del Cano, un pequeño municipio de Cáceres. Con poco más de 20 años comenzó su carrera en la Brigada de Investigación Social —conocida como la Brigada Político-Social—, la policía secreta que durante la dictadura se encargó de perseguir y reprimir a los movimientos de oposición del Franquismo. Pronto se ganó su apodo, del que se mostraba orgulloso: Billy el Niño. El sobrenombre, dado por los estudiantes y activistas que pasaron por sus manos en la sede de la Dirección General de Seguridad, hacía referencia a sus crueles formas de tortura para sacar información, dignas del salvaje oeste.
ENRIQUE RUANO, ¿LA PRIMERA VÍCTIMA?
Enrique Ruano, estudiante de Derecho y activista antifranquista fue detenido en Madrid el 17 de enero de 1969 mientras repartía por la calle propaganda de su partido, el Frente de Liberación Popular. Tres días más tarde, la policía le llevó a una vivienda en la calle Príncipe de Vergara. Allí, la policía afirmó que se cayó por una ventana, en un séptimo piso.
Ruano, que entonces tenía 21 años, fue asesinado. Así lo afirmó en voto particular una de las juezas que componían el tribunal de la Audiencia Provincial de Madrid que juzgó, y finalmente absolvió en 1994, a tres policías por la muerte del joven. Entre ellos no estaba González Pacheco.
Ese mismo año José Luis Úriz pasó por la sala de tortura de Billy El Niño. El exconcejal del PSOE fue detenido también siendo estudiante, en su caso de Telecomunicaciones, en Madrid. En su blog Peleando a la contra recuerda su detención y tortura. También como, mientras Pacheco le golpea, otro policía le decía: “Ten cuidado, que se te va a ir la mano otra vez y lo vas a matar”, a lo que Billy El Niño le habría respondido: “No importa, hacemos como con Ruano, lo tiramos por la ventana y decimos que se quería escapar”.
González Pacheco tan solo tenía 23 años por ese entonces, pero los testimonios de las personas que sufrieron sus torturas ya lo dibujaban como un monstruo. Otra de estas personas fue José María ‘Chato’ Galante, que fue detenido varias veces por “actividades subversivas”. La primera también fue en 1969. Contaba 21 años, y fue torturado y mandado de vuelta a casa con una multa. La segunda vez, dos años después, fue más duro. La detención duró diez días en los que no pararon las torturas y las vejaciones. “No solamente es que te dieran palizas, se trataba de destruir físicamente a las personas, y hay muchas que aún no son capaces de relatar su testimonio”, explica a El Salto en enero de este año.
Luis Suárez-Carreño, miembro de La Comuna y ex militante de la Liga Comunista Revolucionaria, es otra de las personas que han sufrido las torturas de González Pacheco. En su caso fue tras una detención en 1973. “Recuerdo los golpes, sobre todo en la planta de los pies. Y recuerdo también la angustia porque mi mujer estaba detenida también”. En su testimonio, Suárez-Carreño destaca especialmente a un policía “exhibicionista y provocador”. Era Antonio González Pacheco.
El ex eurodiputado de Izquierda Unida Willy Meyer —cuando tenía 20 años Pachecho simuló su ejecución— y el periodista Paco Lobatón son otros de los nombres conocidos que han sufrido torturas a manos de González Pacheco. Pero son los testimonios de las mujeres que han pasado por sus manos los más escalofriantes.
“Ahora ya no parirás más, puta”. Esta es la frase que le dijo a Lidia Falcón, escritora y fundadora del Partido Feminista de España, cuando fue detenida y torturada en 1974. En ese año, Falcón era militante comunista en el Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC). A las agresiones en su cuerpo —tuvo que pasar por el quirófano en cinco ocasiones como consecuencia de las torturas que sufrió— se sumaron las amenazas de agresiones a su hija, también detenida en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, según relata en una entrevista publicada en La Marea.
"Los insultos sexistas, como guarra y otros de ese estilo, eran constantes. La amenaza común entre golpe y golpe era que me iban a violar y a matar, que me iban a llevar a la Casa de Campo y nadie iba a saber dónde estaba… Ese día llevaba un vestido y, cuando me tiraban al suelo, gritaban burlándose 'mira qué guarra, que se le ven las bragas", relata, por su parte, Rosa María García sobre las torturas que sufrió cuando fue detenida en 1975 en una entrevista publicada en eldiario.es.
Pero la Transición siguió adelante y lo borró todo. Las únicas sanciones a las que hizo frente Pacheco por sus crímenes fueron el pago de una multa por las coacciones y malos tratos infringidos contra Lobatón. El resto de procesos contra él se sobreseyeron con la Ley de Amnistía aprobada en 1977. Ese mismo año también se extinguió la Brigada Político Social y Pacheco continuó su carrera policial como inspector en el Cuerpo Superior de Policía, integrado en la recién creada Brigada Central de Información, donde se especializó en perseguir a los miembros de los GRAPO.
También en ese año fue cuando el entonces ministro de Gobernación Rodolfo Martín Villa —que también ha sido llamado a declarar en el marco de la querella argentina contra los crímenes del franquismo por la matanza de Vitoria— le concedió la medalla de plata al Mérito Policial. La orden, de 13 de junio de 1977 y publicada en el Boletín Oficial del Estado de julio de ese año, reconoce sus servicios “de carácter extraordinario” a la hora de distinguirle con esta condecoración, que suponía además un 15% más de pensión vitalicia que ha estado cobrando desde entonces.
Cuatro años después, González Pacheco fue trasladado a la Comisaría General de Policía Judicial, apartándolo así de la lucha antiterrorista. No aguantó mucho persiguiendo fraudes. En 1982 abandonó la policía y se dedicó a la seguridad privada. Un reportaje de La Directa documenta que en los siguientes años, González Pacheco fue jefe de seguridad en empresas como Automóviles Talbot, ubicada en Madrid, y después trabajó para la empresa Loomis Spain SA, la división de transporte de Securitas, como jefe de tráfico. En 1996 decidió volver al tema antiterrorista, pero con su propia empresa, Spas —Servicios de prevención de atentados y secuestros—, que fundó con su ex jefe y excomisario Jesús Martínez Torres, según publica El Mundo.
PETICIÓN DE EXTRADICIÓN POR LA QUERELLA ARGENTINA CONTRA EL FRANQUISMO
La vida de Billy El Niño continuó tranquila hasta que en 2010, la juez argentina María Servini comenzó la instrucción de la querella por los crímenes del Franquismo. La causa, que comenzó a investigarse en Argentina gracias al principio de justicia universal —esa que el Gobierno de Mariano Rajoy limitó en España en 2014— por el trabajo de Carlos Slepoy, incluía casos de tortura perpetrados por González Pacheco contra trece personas en los últimos años de la dictadura franquista.
Las instituciones judiciales españolas corrieron al rescate del torturador, para quien Servini había pedido la extradición a través de la Interpol. La retirada del pasaporte ordenada por el juez Ruz pronto fue seguida de la devolución del documento y el rechazo a la extradición por parte de la juez Concepción Espejel —la misma que ha condenado a los ocho jóvenes de Altsasu—, quien además protegió la imagen del ex policía, según relata un artículo de Cristina Fallarás en Ctxt.
En paralelo a la causa argentina, en junio de 2017 la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina contra los crímenes del Franquismo (CEAQUA) comenzó también a organizar la presentación de querellas por torturas contra González Pacheco. Hasta hoy se han presentado cinco querellas contra Billy El Niño, aunque tres de ellas ya han sido archivadas al considerar el juzgado que el crimen había prescrito.
Este 10 de mayo, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) solicitó al Ministerio de Interior la retirada de la condecoración que ostenta González Pacheco. “Solicitamos la retirada de la distinción y de cualquier otra que pudiera tener. Incluso que se le exigiera la devolución del dinero que ha recibido por esta distinción desde julio de 1977, cuando Martín Villa, con nocturnidad y alevosía, porque fue dos días antes de que se celebraran las elecciones del 77”, relata Silva.
ÁlvaroMinguito. El Salto

domingo, 10 de junio de 2018

PEDRO SÁNCHEZ Y EL GOBIERNO KASPÁROV

Pedro Sánchez y su Gobierno en el Palacio de la Moncloa

Sucedió en 1972 en Reikiavik, Islandia. El telón de fondo era un telón de acero y la partida de ajedrez una reproducción en miniatura de la Guerra Fría. A un lado del tablero, el soviético Boris Spassky defendía su divisa de campeón. Al otro lado, el aspirante estadounidense Bobby Fischer se preparaba para conquistar el título y poner fin a veinticuatro años de dominio rojo sobre los escaques. Después de dos meses de contienda y veintiuna partidas, Spassky telefoneó al árbitro y arrojó la toalla. Lo llamaron “la partida del siglo”. Fischer murió en 2008. Pocos años después, sentado sobre una silla de ruedas, Spassky confesó que todavía hablaba con Fischer en sueños.
Pero si hay una rivalidad ajedrecística longeva y mitológica, es la que mantuvieron durante diez años y 144 partidas los rusos Anatoli Kárpov y Garri Kaspárov. Tanto duró la pelea que por el camino vieron caer el muro de Berlín, conocieron a Gorbachov, la Perestroika, cambiaron de bandera después de que se desmoronara la Unión Soviética, salieron ilesos del golpe de estado de 1991 y vieron a Yeltsin subido en un tanque. Kárpov y Kaspárov pasearon su rivalidad por todo el mundo. Incluso llegaron a disputarse el título mundial en Sevilla y las torres del tablero fueron reemplazadas por pequeñas réplicas de la Torre del Oro.
Para entender mejor esta rivalidad es necesario regresar a Moscú al campeonato mundial de 1984. Kárpov defendía el título desde la renuncia de Fischer en 1975. Era un duelo a treinta y una partidas y Kaspárov llegó a tener un cinco a cero en su contra. Pero cuando Kárpov estaba a punto de sentenciar el campeonato, cometió un desliz que permitió a Kaspárov arrancar un empate agónico. A partir de aquel momento, la suerte cambió de bando y Kaspárov logró alargar la contienda durante seis meses y cuarenta y ocho partidas a base de forzar tablas. Kárpov se desesperaba. Para entonces, hacía tiempo que los periodistas habían sucumbido a la pereza y se habían largado a cubrir las Olimpiadas de Tesalónica. En febrero de 1985, el presidente de la Federación suspendió el campeonato por agotamiento. Aquel mismo noviembre, Kaspárov arrebató por fin el título a Kárpov. Lo retuvo durante quince años.
No es un tablero de ajedrez, pero se parece. En los asientos del Congreso de los Diputados se extienden 350 piezas que en cada votación conforman alineaciones sorprendentes y juegos de mayoría inesperados. Esta semana pasada hemos dicho adiós a Mariano Rajoy. Un presidente que ha gobernado desde la barrera, consciente de que en España es más fácil conservar el poder gracias a los errores ajenos que a los aciertos propios. Hemos visto el cambio de gobierno en una atropellada sucesión de imágenes tan inesperadas como elocuentes. Rajoy atrincherado durante ocho horas en el restaurante Arahy. El bolso de Sáenz de Santamaría calentando la butaca vacía del presidente saliente. El vertiginoso cambio de chaqueta de Aitor Esteban. La proclamación pírrica de Pedro Sánchez. Los aplausos entusiastas de la bancada morada. ¡Sí se puede!
Se retira Rajoy sin más drama ni estridencia que los aullidos cavernarios de la derechona mediática. La cantinela del gobierno Frankenstein, el espantajo inverosímil de la confabulación castrochavista con su consorte de secesionistas catalanes y vascos con pasamontañas. Es la vieja murga, en fin, de un sector de la grada que puede parecer testimonial y extravagante pero que todavía levanta fervores en las momias embalsamadas del franquismo. Vemos las últimas manifestaciones de Vox contra “los enemigos de España” y nos despiertan una emoción ambigua entre la perplejidad y el espanto.
En el otro extremo del estadio, damas y caballeros, hay un sector de la grada que descorcha botellas de champán y hace la ola. Como si Pedro Sánchez, que hace apenas dos años negociaba carteras ministeriales con Albert Rivera, hubiera adquirido de pronto galones de mesías redentor para la izquierda. O somos de un optimismo inquebrantable o es que tenemos la memoria efímera de una carpa de acuario. Parece claro que desalojar al PP de la Moncloa era un necesario ejercicio de profilaxis democrática. Que después de siete años de recortes, mordazas y desfiles de imputados, es difícil no deleitarse en la revancha. Pero de ahí a las efusiones festivas hay un trecho kilométrico.
En primer lugar porque hay que entender esta moción de censura dentro del interminable contexto electoral que padecemos. En un escenario fragmentado de alianzas inestables y cambalaches parlamentarios, el golpe de mano del PSOE tiene mucho de ingeniería mediática y de estrategia de partido. Si hay que reconocerle algún mérito, es la eficacia del regate. De un solo gancho, Pedro Sánchez ha mandado los dientes de Rajoy a la lona, ha dejado sonado a Rivera y ha conseguido la adhesión desinteresada de los dirigentes de Podemos. Todos le daban por muerto y sin embargo, ahí está el potro de Tetuán, salvado por la campana y asaltando la pole position de la carrera hacia las urnas.
La segunda razón para guardar el cava viene con el reparto de ministerios. No es porque Ana Botín haya celebrado la llegada de Nadia Calviño al despacho de Economía. No es que Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, avalara el fraude del gas natural en el Proyecto Castor. Tampoco se trata de que Màxim Huerta se haya curtido en las vísceras informativas del matinal de Ana Rosa antes de aceptar la cartera de Cultura y Deporte. Olvidemos por un momento que Josep Borrell acompañó a Vera y Barrionuevo a la puerta del penal de Guadalajara o que su adhesión militante a Societat Civil Catalana va a distorsionar su periplo por Exteriores en plena pugna de Llarena con la justicia europea. Pasemos por alto, pelillos a la mar, las cinco condenas del Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra la vista gorda de Fernando Grande-Marlaska ante seis casos de tortura. Perdonemos al ministro de Interior su defensa de los CIE, el archivo del caso Yak-42, la persecución contra el 15-M o la doctrina del todo es ETA. Hagamos de tripas corazón por un momento.
Porque detrás de estas trayectorias más bien inquietantes hay un rizado mar de fondo. La irrupción de Ciudadanos en 2015 tanto en los parlamentos autonómicos como en el Congreso de los Diputados ha servido para desplazar el tablero político hacia la derecha más ultramontana. Los hooligans naranjas del 155 han celebrado la exaltación de la mano dura con un liberalismo patriótico pero también joven, desenfadado, chic y sobre todo oportunista, capaz de arrimarse al sol que más calienta y dispuesto a cambiar de bando con la velocidad y los escrúpulos de un batallón de mercenarios. Ciudadanos es un chaleco reversible que lo mismo te viste a una Cristina Cifuentes que te abriga a una Susana Díaz. Ciudadanos no nació para ganar sino para inyectarnos el miedo en los sondeos gratinados de Metroscopia. Ciudadanos es la razón por la que un tecnócrata liberal como Pedro Sánchez nos parece un oasis de progresismo en medio de la devastación parlamentaria. Vota PSOE, que viene el lobo.
Después de casi dos años enterrado en vida, Pedro Sánchez ha repetido la proeza de Gari Kaspárov. Cuando todo el mundo le daba por muerto, dimitido de la secretaría general del PSOE y de su escaño de diputado, supo salir a flote a costa de guardar un bajo perfil de oposición y de acoplarse al reparto de medallas del 155. Igual que un ajedrecista curtido de paciencia, ha esperado el traspiés de la Gürtel para lanzar su jaque. Ahora, con la partida ya en sus manos, le ha sobrado tiempo para armar una escuadra ministerial que agradará más a los votantes del PP y de Ciudadanos que a quienes le han investido presidente. El nuevo gobierno Kaspárov es la constatación de que el viejo bipartidismo no solo sigue vivo sino que goza de una salud excelente, ahora con la muleta ambidiestra de Albert Rivera.
Nos esperan gestos epidérmicos, despliegues simbólicos de modernidad que harán suspirar a las almas cándidas del progresismo pero que seguirán perforando los bolsillos de la mayoría trabajadora. Permanecerán intactas las columnas del 78. El mismo modelo productivo. La misma dictadura bancaria. El mismo entramado mediático. La misma legislación laboral celebrada por las patronales. El mismo desmán inmobiliario. Los mismos beneficios obscenos de las eléctricas. Las mismas puertas giratorias en los consejos de administración. La misma corona. El mismo rey. Y todavía tendremos que agradecer que no nos gobierne Ciudadanos. El problema no es quién gana la partida. El problema es el tablero.
Jonathan Martínez

SUMAR, EL ENÉSIMO DISPARO DE FOGUEO CONTRA EL RÉGIMEN DEL 78

Tras la muerte de Franco, ninguno de los movimientos de izquierdas impulsados desde el PCE ha puesto en riesgo el sistema, es más, ni siquie...