Shangay Lily Me desespera estos últimos tiempos el entusiasmo con el que los más jóvenes —principales víctimas de estos recortes— abrazan la disolución de fronteras ideológicas que la derecha está ejecutando con aplastante prepotencia. “Todos son iguales, la corrupción es cosa del poder, de izquierdas y derechas”, te repite como un hipnótico mantra aprendido quien se presenta como antisistema. Me lo decía con resuelta miopía un amigo bastante culto hace unos días: “no pierdas el tiempo defendiendo la izquierda, son todos iguales”. Y no se daba cuenta de que sólo se está fijando en los beneficios económicos (que tampoco son precisamente espectaculares con la terrible gestión de la derecha) y no en la calidad de vida. De hecho me lo decía desde su expatriación forzosa para poder encontrar trabajo. Pero no hay nada más sistémico que ese cómplice discurso que sólo afecta a la izquierda. Porque es un discurso de derechas, un discurso que nace en la “anti-política” y acaba en ...