lunes, 13 de mayo de 2019

LO QUE TE OCULTAN DE RUBALCABA

Rubalcaba, apasionado seguidor del R Madrid, y Florentino Pérez 
Traiciones a Pedro Sánchez al margen, negó la existencia de los GAL, los comisarios Pino y Villarejo, alma mater de las Cloacas del Estado y la Policía Patriótica, actuaron a sus ordenes, creó el Comando Rubalcaba para controlar la información de RTVE y otros medios públicos y privados, conspiró en beneficio del Real Madrid…, son algunas de las ‘menudencias’ que los poderes fácticos ocultan y que todos debemos conocer para emitir nuestro propio juicio sobre Rubalcaba

¿Son tareas de un hombre de Estado’ negar la existencia de los GAL, proteger los negocios del presidente del Real Madrid y gubernamentalizar RTVE? Los que respondan que sí, pueden seguir considerando a Alfredo Pérez Rubalcaba un político de Estado. Si decimos que no, habría que saber cuántos se atreven a organizar una Comisión de la Verdad que nos explique el supuesto agradecimiento que le debemos, según lo que escribió Anabel Díez en El País: “Su biografía está repleta de acciones de la máxima trascendencia pero que, en múltiples casos, se mantienen en el capítulo de la discreción e incluso como información reservada”. Cuéntame la verdad para saber si las alabanzas tienen fundamento y el elogio puede ser compartido. Rubalcaba nos lo dijo: “Los españoles no se merecen un gobierno que les mienta”.

Cuentan Juan Carlos Escudier, en su libro sobre Florentino Pérez, y Mariano Guindal, en El declive de los dioses’, cómo Alfredo Pérez Rubalcaba, madridista compulsivo, intentó convencer a Matilde Fernández, entonces concejal del Ayuntamiento de Madrid, de que no se opusiera al pelotazo de Florentino Pérez en la recalificación de los terrenos de la Ciudad Deportiva del Real Madrid.

Rubalcaba fue miembro del Consejo Editorial de El País y el periódico le dedicó un elogioso editorial en el que dice que “trataron de denigrarle hablando de la existencia de un oscuro Comando Rubalcaba”. Trabajé durante treinta años como periodista en RTVE y podría hacer una montaña con las denuncias sobre la gubernamentalización impuesta por Rubalcaba y su comando’ en el servicio público. Pero me voy a quedar sólo con el tremendo capítulo de la Operación Sancristobal’ (18 de enero de 1995) en TVE cuando Rubalcaba era el portavoz del gobierno y negaba la existencia de los GAL. En su libro En el laberinto, Fernando López Agudín, que fue Director General de Relaciones Informativas y Sociales del Ministerio de Justicia e Interior (1994/1996), dice lo siguiente: “La larga entrevista, realizada en la prisión, es un brutal ataque al poder judicial en general y al magistrado Baltasar Garzón en particular, magnificado sobre todo por el tratamiento, la amplitud y la relevancia que se da al entrevistado. Unas declaraciones que pasarán a las páginas más negras y vergonzosas de la más grosera y burda manipulación política en un medio de comunicación. Es impensable que esta entrevista haya sido emitida sin la autorización de Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de la Presidencia”.

José Manuel Martín Medem

miércoles, 8 de mayo de 2019

LAS TRES TRAICIONES DE LOS BORBONES AL PUEBLO ESPAÑOL

Fernando VII firma la derogación de la Constitución de 1812
Contaba el escritor Diego Medrano en una entrevista con Público, a raíz de su obra Historia golfa de las monarquías hispánicas, que no ha habido ningún Borbón listo en la historia de España. Medrano argumentaba que ninguno de la larga dinastía de Borbones que ha reinado en España puede ser considerado un “intelectual”. “Los borbones son cuartelarios. Tienen cultura de cuartel, de militar”, afirmaba el autor.
Quizá por ese espíritu cuartelario que describe Medrano, los Borbones se han aliado a lo largo de la historia de España con las fuerzas más conservadoras del territorio: los poderes que apostaron por impedir la caída del Antiguo Régimen, reprimir el liberalismo, el movimiento obrero y la evolución democrática del Estado. La gran excepción a esta trayectoria fue el discurso que Juan Carlos I dirigió al país aquel 23-F, un episodio, sin embargo, sobre el que cada vez hay más dudas y menos certezas.
La llegada de los Borbones a España estuvo rodeada de una cruenta Guerra de Sucesión que llevó al territorio hispánico una batalla entre las principales potencias europeas. El conflicto terminó con la Corona en manos de Felipe V a costa de ceder una parte importante de los territorios europeos, e inmediatamente después se puso en marcha un proceso centralizador, al más puro estilo francés, a través de los diferentes decretos de Nueva Planta. Este tema, sin embargo, bien merece un artículo diferente a este.
El presente texto trata de explicar de manera sucinta tres de las grandes traiciones de los Borbones a la democracia y a los derechos de la ciudadanía española.
1. Fernando VII y la traición a la Constitución de 1812
La Guerra de Independencia española comenzó tras la invasión de las tropas francesas en 1808. En la defensa de Madrid por parte del pueblo está basada una buena parte de la mitología del nacionalismo español. Se comenta menos, no obstante, la torpeza, por decirlo de un modo suave, de los reyes Carlos IV y Fernando VII, que acudieron a Francia a una reunión con Napoleón en Bayona y terminaron cediendo la Corona al emperador francés, que se la otorgó a su hermano José Bonaparte.
La resistencia quedó en manos de clases populares, notables locales y el bajo clero. Comenzaba así una Guerra de Independencia que se desarrollaba mientras, tal y como escribió Napoleón, Fernando VII le carteaba felicitándole por cada logro militar y solicitándole una esposa de su elección. Un rey, como se puede apreciar, nada comprometido con la lucha de su pueblo.
Así, en ausencia del monarca, se convocaron las conocidas como Cortes de Cádiz, que redactaron la Constitución de 1812, también conocida como La Pepa, uno de los textos constitucionales más avanzados de la Europa del momento, si no el que más, que fue acompañado de un buen número de decretos que intentaban sacar a España del Antiguo Régimen en el que permanecía anclado.
Con la victoria militar ante el invasor francés, Fernando VII regresó a España en 1814 como el deseado. Sin embargo, el monarca nunca tuvo intención de acatar la legalidad constitucional. El rey, tras un pronunciamiento militar, declaró que tanto la Constitución, como las cortes y sus decretos, quedaban sin ningún valor ni efecto.
“Mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes…, sino el de declarar sin efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquier clase y condición a cumplirlos ni guardarlos”, rezaba el decreto promulgado por Fernando VII.
Acto seguido, comenzó una etapa de seis años en la que desaparecieron la prensa libre, las diputaciones y los ayuntamientos constitucionales. También se cerraron universidades. Se restableció la organización gremial y se devolvieron las propiedades confiscadas a la Iglesia. El Antiguo Régimen había vuelto por orden del monarca.
Alfonso XIII y el dictador Primo de Rivera
2. Alfonso XIII, el desastre de Annual y su apuesta por Primo de Rivera
La mañana del 22 de julio de 1921 el Ejército español sufrió una de las derrotas más duras de su historia. En la hondonada de Annual, las tropas coloniales españolas fueron derrotadas y masacradas por las milicias rifeñas de Mohamed Ben Abdelkrin Al Khattabi. Se calcula que cerca de 20.000 soldados murieron en una operación militar nefasta que sacudió a toda la Península. Se inició una investigación parlamentaria que, pese a ser torpedeada desde varias esferas, consiguió avanzar.
Las conclusiones señalaron al monarca y a altos jefes militares de su confianza como responsables. Para el rey Alfonso XIII estaba claro: había que evitar como fuese que ese informe se leyera en las Cortes. En julio de 1923, Alfonso XIII había dicho a Joaquín Salvatella (ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes) que “una dictadura era inevitable e imprescindible”.
Escribe Carlos Rojas, autor de Los Borbones destronados, que en septiembre de 1923 mandos militares de confianza del rey le informaron de la deseada conspiración militar que entregaría el poder dictatorial a Miguel Primo de Rivera, entonces capitán general de Catalunya, donde se había dado a conocer por su feroz represión del movimiento obrero. El golpe, de hecho, estaba preparado para el 14 de septiembre, pero la presión del rey al general Sanjurjo lo adelantó al día 13 de septiembre. El objetivo: evitar que la Comisión de investigación expusiera en el Congreso sus conclusiones.
Tras el golpe, el Gobierno pidió al rey que destituyera a los militares sublevados, pero el monarca, muy al contrario, nombró a Primo de Rivera como presidente del Gobierno. Se suspendió la Constitución, se disolvieron los ayuntamientos, se prohibieron partidos políticos, se crearon los somatenes como milicias urbanas para reprimir al movimiento obrero y se declaró el estado de guerra.
Apenas dos meses después de este golpe de Estado, el rey Alfonso XIII viajó a Italia junto a Primo de Rivera, donde se entrevistaron con el dictador Benito Mussolini y el rey Victor Manuel III. Allí, el monarca español le dijo al italiano que ya tenía a ‘su Mussolini.
Juan Carlos I junto al dictador Francisco Franco
3. El apoyo a Franco: de 1936 a 1975
Los monárquicos conspiraron contra la II República desde el mismo día de su proclamación. Y eso que Alfonso XIII tuvo que huir del territorio porque ni el golpista Sanjurjo ni la Guardia Civil estaban dispuestos a apoyarle más. Pero esta conspiración, como tal, no es reprochable. Sí lo es, sin embargo, el precio en vidas de españoles que los monárquicos estaban dispuestos a pagar por llegar al poder.
Por una parte, Alfonso XIII donó un millón de pesetas a la causa franquista. Por otro lado, está el trabajo de los diputados monárquicos para conseguir aviones de guerra, que documentó el historiador Ángel Viñas.
El 1 de julio de 1936, 17 días antes de que se perpetrara el golpe de Estado militar contra la democracia republicana, diputados monárquicos negociaron con la Italia de Mussolini la compra de 40 aviones que, evidentemente, tenían como fin matar españoles. La investigación del historiador Ángel Viñas mostró los documentos que probaron la compra. Parece difícil imaginar que esta operación se realizara de espaldas al monarca depuesto Alfonso XIII, que vivía a caballo entre Suiza y el país transalpino.
Sin embargo, a finales de 1937 Franco ya le hizo saber a Alfonso XIII que difícilmente volvería a reinar en España debido a sus errores anteriores. El monarca llegaría a escribir que se sentía traicionado por el general.
En 1941 Alfonso XIII abdicó sus derechos dinásticos en su hijo Juan, quien en 1936, con apenas 23 años, entró en España para luchar junto a los golpistas. Nada más llegar se atavió con el mono azul y la boina roja carlista. El general Mola, sin embargo, lo mandó fuera del país. Pero Juan estaba entregado a la causa y lo volvería a intentar. Esta vez, el padre de Juan Carlos I escribió directamente a Franco (el 7 de diciembre de 1937) para pedirle participar como marinero en el Crucero Baleares. También fue rechazado.
Una vez finalizada la Guerra Civil, Alfonso XIII envió un telegrama al generalísimo para ponerse a su disposición: “A sus órdenes, como siempre, para cooperar en lo que de mí dependa a esta difícil tarea, seguro de que triunfará y de que llevará a España hasta el final por el camino de la gloria y de la grandeza que todos anhelamos”.
Sin embargo, Franco no designó a un Borbón como su sucesor hasta 1969. Fue a Juan Carlos y con este nombramiento daba sentido a la Ley de Sucesión de 1947 por la que España se constituyó reino sin rey, figura a la que se aproximaba Franco como jefe de Estado. La dinastía de los Borbones, no dudó (tampoco en esta ocasión) en aliarse con un sanguinario dictador como Franco que había llegado al poder tras provocar una de las mayores tragedias humanas del siglo XX. De hecho, Juan Carlos hablaba de la Guerra Civil como ‘crisis de 1936’: “El general Franco es, verdaderamente, una figura decisiva, histórica y políticamente, para España. Él es uno de los que nos sacó y resolvió nuestra crisis de 1936. Después de esto jugó un papel político para sacarnos de la II Guerra Mundial. Y, por esto, durante los últimos 30 años, él ha sentado las bases para el desarrollo de hoy en día, tal y como usted puede constatar. Para mí [Franco] es un ejemplo viviente, día a día, por su desempeño patriótico al servicio de España y, por esto, yo tengo un gran afecto y admiración”, decía Juan Carlos I en 1970 a una televisión suiza.
A. Torrus

miércoles, 1 de mayo de 2019

¿POR QUÉ EL PSOE NECESITA A UNIDAS PODEMOS PARA GOBERNAR?

Iglesias y Sánchez se saludan tras la Moción de Censura a Rajoy
Aún no había acabado el recuento de votos y ya desde la noche del 28 de abril destacados analistas oficiosos del Ibex aconsejaban a Pedro Sánchez que burlara el veredicto de la soberanía popular. Por supuesto, vetando a las fuerzas con las que ha gobernado desde que barriera la basura del PP de la Moncloa. Como si se tratara de una consigna, desde el mismo lunes no había prácticamente un solo grupo editorial que no aconsejara asimismo la conveniencia de un acuerdo, tácito o expreso, del PSOE con Ciudadanos. Desde medios vinculados a la Casa Real, como el Grupo Godó, al Santander o BBVA, como el Grupo Prisa, se venía a sugerir que la Moncloa no debería respetar la voluntad electoral de la inmensa mayoría de los españoles favorables a la continuidad de un gobierno progresista. O sea, hablando en plata, hay que atar de manos y pies al presidente de Gobierno.
Una vez más, desde las elecciones de diciembre de 2015, se intenta que una amplia mayoría parlamentaria progresista no pueda hoy gobernar. Ocurrió en invierno de 2015, volvió a ocurrir en la primavera de 2016 y vuelve a ocurrir ahora. Con uno u otro pretexto, quienes han sido derrotados por las urnas– sus dos partidos, liderados por Casado y Rivera, han sido barridos por los electores– tratan de darle la vuelta al resultado impidiendo que Pedro Sánchez pueda gobernar con las restantes fuerzas parlamentarias progresistas. Todavía no es oficial el resultado de las elecciones generales y ya desde todos los medios de comunicación que controlan se atreven a dictar a Pedro Sánchez qué tipo de gobierno debe formar. Desde algunos staffs mediáticos, cooptados por los grandes bancos, se pretende dirigir a quien como el presidente del Gobierno sí ha sido elegido por el pueblo español.
El manual del gobierno a gusto del consumidor del Ibex es variado. Desde los que aconsejan el contubernio con una de las tres derechas, Albert Rivera, a los que insisten en que el PSOE gobierne en solitario, a los florentinos que se avienen incluso a alguna posible incorporación ministerial decorativa de Podemos sin atenerse a programa alguno. La línea argumental es tan idéntica como la clara finalidad de romper la mayoría electoral. El pretexto oficial aducido, los 123 escaños del PSOE, olvida intencionadamente que una mayoría aritmética nunca es una mayoría política. Sin un gobierno de coalición o un sólido pacto de legislatura, basado en unos concretos objetivos políticos, una mayoría cuantitativa nunca pueda dar el salto a una mayoría cualitativa. Nadie mejor lo sabe que estos letratenientes del Ibex que se atienen al guión de los intereses creados.
Justo porque Pedro Sánchez no va a encontrar un aliado más fiel e inteligente que Iglesias, como se demostró a lo largo de los últimos nueve meses, los escribas sentados apuntan ya contra Podemos. Pese a la extraordinaria sensatez de los morados o precisamente por ello se dispara contra Pablo Iglesias. Como ya no pueden acusarles de radicales, ahora ponen el acento en que el PSOE se basta por sí solo para gobernar sin necesidad política alguna de un amplio apoyo parlamentario basado en los 166 escaños. Nada más falso. Quienes han sido ampliamente derrotados por las urnas del 28 de abril, la oligarquía a la que sirven estos analistas, necesitan separar al PSOE del resto de las fuerzas progresistas como primer paso para mañana enfrentarlas. Ya señalaba bien Carlos Marx en el 18 de Brumario que sin un coro, el solo progresista se convierte en un canto del cisne’.
Ese es el riesgo grave que corre Pedro Sánchez si cae en la mala tentación de separarse de Pablo Iglesias. Sin una sólida mayoría, con un inequívoco programa social, las fuerzas democráticas no podrán hacer frente a la seria amenaza de Vox. Ni Casado, ni Rivera, son ningún problema para Sánchez; sí lo puede ser, por el contrario, el nacionalpopulismo si prende en los sectores populares golpeados por la crisis como han prendido ya en Francia e Italia. Solo el PSOE y Podemos pueden dar esta batalla social si logran imponer la política social que la derrotada derecha elitista, Ciudadanos, busca siempre obstaculizar. Que hoy mismo el nacionalpopulismo no haya alcanzado sus elevadas expectativas no devalúa la gravedad de su irrupción en el escenario español. Ya se lo advertían la misma noche del 28 de abril desde Ferraz los socialistas que celebraban el triunfo de Sánchez: Con Rivera, no.
El tipo de gobierno que necesita Pedro Sánchez es, por supuesto, discutible. No lo es, sin embargo, la necesidad de un programa de gobierno progresista concretado, tanto en sus fechas como en sus objetivos, que pueda ser elaborado junto con Podemos y las restantes fuerzas progresistas. No se trata de ir contra el Ibex, ni mucho menos, sino que el Ibex no forme el gobierno Sánchez como contribuyeron a formarlo, sobre todo en el área económica, bajo los gobiernos de González, Aznar, Zapatero y Rajoy. El chantaje político que ya le plantea el Santander, BBVA, Prisa y Godó– pax mediática a cambio de un gobierno progresista’– es tan solo el primer pulso que le echan los que no pasan por las urnas ni aceptan nunca su veredicto. Quien sufrió el acoso y derribo del viejo PSOE, apoyado por todos los medios de comunicación, sabe muy bien lo que se juega.

SUMAR, EL ENÉSIMO DISPARO DE FOGUEO CONTRA EL RÉGIMEN DEL 78

Tras la muerte de Franco, ninguno de los movimientos de izquierdas impulsados desde el PCE ha puesto en riesgo el sistema, es más, ni siquie...