La puesta en escena es fundamental. El purpurado que se postra sobre el suelo para pedir perdón por los pecados de la iglesia conoce su importancia en una buena representación teatral. La institución a la que pertenece tiene muchas tablas. Se ha nutrido de la dramatización en sus liturgias, en homilías apocalípticas donde nada se dejaba a la improvisación. Ni siquiera la declamación calculada de cada palabra o gesto emitido desde el escenario litúrgico, también llamado altar. No juzguéis y no seréis juzgados- Insiste desde el púlpito el arzobispo de Granada que “olvidó” denunciar a la Conferencia Episcopal los casos de pederastia cometidos por varios religiosos en su diócesis. No juzguéis, dice ahora monseñor Martínez. No actuó igual en otras ocasiones cuando no le dolieron prendas en denostar la España subsidiada o en comparar el aborto con el Holocausto nazi. Pero, ahora, pide indulgencia para los malos pastores que abusaron o permitieron esos abusos co...