En estos días escucho con desasosiego a viejos dinosaurios defendiendo torpemente el régimen del 78. En su apasionada defensa son tibios o llegan a justificar el uso de la violencia para que nada cambie. Y lo hacen en tiempos en que lo conveniente es rebajar la tensión y situar al Estado ante su principal responsabilidad: garantizar las libertades y los derechos ciudadanos. Una de las características del estado moderno es la idea, ampliamente asumida por la mayoría de los partidos políticos, de que el estado, como afirmaba Max Weber, es el depositario del monopolio de la violencia, es decir, del uso de la fuerza. Un monopolio sustentado, según afirman los defensores de tal idea, por el mandato recibido del contrato entre ciudadanía y estado al ejercer esta el derecho al voto en la elección de sus gobernantes. Este principio es asumido mayoritariamente por los defensores del actual estado liberal, aunque afortunadamente crecen las voces críticas. Hannah Arendt, en su obra “So...