Debo confesarles el temor que teníamos en el partido y en los colindantes, a que los muchachos del 15 M siguieran su acción sin que acabáramos de entender muy bien que pretendían y que iban a hacer para conseguirlo. Sobre lo primero sólo estamos empezando a intuirlo, sobre lo segundo estamos ya bastante más tranquilos. Han bastado cuatro movimientos de provocación de la vieja escuela, que provoca risa que a estas alturas sigan en pañales en estos temas, para ponerlos donde queríamos.
Quiero agradecer desde aquí a todos los que han colaborado en la acción de descrédito de esta última semana y muy especialmente a Felip(e) Puig, que se está convirtiendo en un auténtico baluarte del sistema. Que sepas Felip(e) que pensamos seriamente en ti para el ministerio del interior.
No me duelen prendas al reconocer la maestría del conseller catalán (al que me unen el liberalismo y un común sentimiento nacionalista, aunque cada uno de un sitio diferente) en el manejo de la situación. La provocación con el asalto a la Plaza Cataluña, para justo después actuar como víctima el día del Parlament, es una acción clásica, de libro, pero ejecutada de forma magistral. Si acaso, por buscarle un pero, le recomendaría que la próxima vez busque para infiltrar mossos con menos cara de mossos, porque ni con uniforme hubiera sido más evidente, pero ya les digo, todo esto por buscar un pero.
En todo caso, el objetivo se cumplió por completo. Desde ese día en todos los foros sólo se habló de lo que queríamos que hablarán ustedes, inocentes borreguillos, de lo mal que hemos educado a esta juventud capaz de quitarle el perro a un ciego. Desde aquí gracias también al perro por no morder al mozo que hacía que lo robaba.
Fíjense si hacemos bien las cosas, que mientras en el Parlamento catalán se decidía, entre otras minucias, reducir radicalmente los servicios de urgencias de los hospitales, que como todos saben funcionan de forma holgada, en los foros hasta el mismo Nacho Escolar se pasaba el día discutiendo si los violentos eran churras o merinas.
Cierto es que los que todavía torean por su cuenta, como Sampedro o Gabilondo, contraatacaban intentando que se hablara de lo que no nos interesa que se hable, de ideas y soluciones, pero todo quedó diluido ante la aplastante evidencia de las imágenes que sólo una emisora valiente como TeleMadrid se atrevió a ofrecer: un grupo de exaltados griegos atacando con palos a los mossos de escuadra, en la misma cuna de la democracia.
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