Geir Haarde se convirtió el martes en el primer ex jefe de Gobierno europeo que se sienta en el banquillo de los acusados por su responsabilidad en el estallido de la crisis financiera de 2008. No por lo que hizo después de que se produjera, sino por lo que no hizo antes: impedir que los tres grandes bancos del país se embarcaran en una loca carrera especulativa que acabó con la autodestrucción de todo el sistema financiero de Islandia.
El fiscal presentó los cargos ante el tribunal en la primera vista preliminar. El juicio propiamente dicho no comenzará hasta septiembre. Haarde negó las acusaciones y declaró que se trata del primer juicio político de la historia del país.
El ex primer ministro, del conservador Partido de la Independencia, es el primer político que debe rendir cuentas ante el Landsdomur, un tribunal especial creado en 1905 para juzgar a políticos aforados.
Haarde debe rendir cuentas por no haber controlado el sistema financiero y evitado que los tres bancos (Glitnir, Kaupthing y Landsbanki) se convirtieran en gigantes que arrastraron a la economía del país en su caída. En 2003, los activos de las entidades suponían un 174% del PIB de Islandia. Ese porcentaje ascendió al 744% en 2007.
Ante la complacencia del Gobierno, los bancos multiplicaron su negocio con el único recurso de la llegada masiva de capital extranjero, atraído por remuneraciones astronómicas del dinero en una época en que los tipos de interés estaban en niveles muy bajos. A lo largo de esos años, la economía había crecido una media anual del 5,5%, en buena parte gracias a la burbuja financiera. Se reprocha también al ex primer ministro no haber cumplido el deber constitucional de convocar reuniones del Gobierno sobre asuntos relevantes.
Dos semanas de protestas populares frente al Parlamento terminaron provocando la dimisión del Gobierno de Haarde, que además abandonó la política por razones de salud. Le habían diagnosticado un cáncer.
Las elecciones de 2009 llevaron al Gobierno a una coalición de socialdemócratas e Izquierda Verde, encabezada por Jóhanna Siguroardóttir, la primera mujer en dirigir el Gobierno. El partido de Haarde perdió diez puntos y quedó en segunda posición.
Lo que Haarde ha llamado una “sátira política” se inició cuando el Parlamento posterior a esos comicios ordenó una investigación del desastre financiero. Una comisión independiente llegó a la conclusión de que se había producido una “negligencia extrema”. Acusó a Haarde y al gobernador del banco central de ocultar información clave a los demás ministros, incluido el de Hacienda. El responsable del Banco de Islandia era el ex primer ministro David Oddsson, un adepto a las teorías de Milton Friedman sin formación económica que había llevado a cabo la completa liberalización del sistema financiero en un mandato anterior.
La medida provocó la ira de los gobiernos británicos y holandés que reclamaron a Islandia la restitución de las inversiones de sus ciudadanos e instituciones que habían confiados en los bancos islandeses.
En dos referendos –el último en abril de este año–, los islandeses rechazaron devolver a Reino Unido y Holanda 4.000 millones de euros, una cantidad que supone la tercera parte del PIB del país.
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