Voy a por otro. Los pueblos de Oriente Medio no lo saben pero tienen en mí a un aliado de peso: cada vez que escribo sobre los crímenes que comete, alguno de los dictadores de la zona se marcha a Arabia Saudí; unos para que les traten en esos hospitales que deben ser los mejores de por allí; otros simplemente para escapar por pies, aunque al final también terminan en los hospitales, porque la edad y los desmanes cometidos no perdonan y el tiempo al final se vuelve contra uno mismo.
Aunque hoy quiero hablar de Siria conviene no ignorar que Arabia Saudí no es ni un modelo de democracia ni tampoco de país “en vías de evolución”; por poner un ejemplo, allí las mujeres tienen prohibido no solo conducir (y estos días están rebelándose contra la norma y colgando sus hazañas al volante en Internet) sino incluso coger un taxi conducido por un hombre. Así que Arabia Saudí es refugio de tiranos y país que funciona a dos velocidades, una para hombres y otra para mujeres, difícilmente conciliables que algún día también estallará.
Pero hoy voy a hablar de Siria y de Bachar al-Assad, un dictador asesino y torturador que tiene sobre los anteriores de Egipto, Túnez y Yemen, la ventaja de la edad. De aquellos se podía argumentar que les costaba abandonar un sillón que llevaban varias décadas ocupando, que eran ancianos sátrapas y no imaginaban otra forma de vida. De Al-Assad hay que decir que es un hombre joven de 45 años, con formación académica occidental (evidentemente no le sirvió de nada, aprendió sin esfuerzo de lo que veía en casa), heredero de una de esas “dinastías republicanas” que en el último siglo crecieron como hongos en Oriente Medio y que incluían el poder entre las pertenencias familiares, hasta el punto de que también formaba parte de la herencia.
Voy a hablar de esto, pero voy a empezar hablando de Hamza al-Khatib, un niño torturado hasta la muerte, que se ha convertido en el emblema de la revolución siria. El cuerpo sin vida de Hamza, tumefacto y mutilado, con marcas de cigarrillos apagados en la piel, fue entregado a sus padres el pasado 27 de mayo después de que se comprometieran por escrito a enterrarle inmediatamente. Le habían detenido un mes antes, a finales de abril, durante las manifestaciones en Deraa. Tenía 13 años.
A pesar de las recomendaciones hechas por las autoridades a la familia, “en Youtube colgaron un vídeo que muestra en detalle el cuerpo torturado del joven, antes de su inhumación”, dice Tony Todd en una información para el canal France 24. “En la página de Facebook Syrian Revolution 2011, unos activistas sirios cuentan que el joven Hamza... estuvo sometido a torturas atroces. El vídeo de YouTube enseña todas las heridas, el cuerpo está lleno de quemaduras de cigarrillos e impactos de bala; hay varios disparos hechos no para matar, sino para torturar. Aparecen señales evidentes de malos tratos, se aprecian marcas dejadas por manos, palos, zapatos. Le habían mutilado los genitales”.
“Todos somos Hamza al-Khatib”, el grupo creado en Facebook con su nombre, alcanzó 50.000 visitas en 24 horas: en él se han colgado mensajes de indignación, de pésame, de apoyo a la familia: “No dejaremos que corra en vano la sangre de Hamza, y de los demás mártires”.
A lo largo del fin de semana se han sucedido las manifestaciones, denunciando la muerte del joven, en varias ciudades sirias. Las fuerzas gubernamentales han matado al menos a 15 personas y herido a muchas más. Ninguno de los datos facilitados por los medios de comunicación internacionales se pueden verificar porque el gobierno sirio prohibe que la prensa extranjera pueda trabajar en el país. Pero lo que sí esta comprobado es que “no es raro que los servicios de seguridad sirios maten o torturen. Lo que ha hecho que el caso de Hamza sea especial es la edad del muchacho”.. Según Nadim Houry, observador de Human Right Watchpara Siria y Líbano, “de momento no se puede predecir si la muerte de Hamza tendrá consecuencias en la rebelión”.
HRW ha publicado un informe titulado “Jamás habíamos visto tal horror” en el que la ONG, que ha entrevistado a más de 50 víctimas y testigos de abusos, habla de “matanzas sistemáticas y torturas llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad sirias”, precisando que pueden calificarse de “crímenes contra la humanidad”. “Desde hace dos meses las autoridades sirias matan y torturan a sus propios ciudadanos en la mayor impunidad”, dice Sarah Leah Whtson, responsable de HRW para Medio Oriente, quien pide que el Consejo de Seguridad de la ONU imponga sanciones a Damasco “y si no fuera suficiente , cite a Siria ante el Tribunal Penal Internacional”.
El título de la página dedicada a Hamza recuerda la creación de grupos similares en las redes sociales dedicados a las víctimas de las revoluciones de Túnez y Egipto: “Todos somos Jaled Said” estaba dedicado a la memoria del joven que la policía asesinó brutalmente en Alejandría. La revolución tunecina también tiene su mártir en la persona del joven vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, quien se inmoló a lo bonzo en diciembre de 2010,cuando la policía le confiscó las frutas y verduras de su puesto.
Decenas de miles de personas han desfilado este sábado en diversas ciudades del país, respondiendo a la llamada de grupos de militantes pro-democracia, que dedicaban el día a los “niños de la libertad”. Según cifras facilitadas por Unicef, al menos 30 niños han muerto, heridos por disparos, en la represión del movimiento de protesta que estalló cuando la seguridad detuvo a 15 niños y adolescentes, acusándoles de ser los autores de unos graffiti contra el régimen, aparecidos en una pared de Deraa (en el sur).
La semana pasada, el presidente Al-Assad pareció empezar a tomarse en serio el movimiento contestatario y decidió la puesta en libertad de todos los presos políticos, al tiempo que anunciaba que piensa convocar “elecciones parlamentarias y presidenciales libres”. Ayer mismo anunció la creación de un organismo para poner en marcha un “diálogo nacional”.
“Se nota que el régimen está acorralado”, declara en el digital Rue 89 un intelectual sirio que quiere permanecer anónimo. “Justifica todo, incluso el linchamiento de niños. Nota que la mayoría silenciosa está empezando a abandonarle. Incluso los actores, que aquí juegan un papel social importante, están guardando distancias”. El diario dice que la popular actriz May Skaf se ha declarado públicamente “ciudadana opositora”.
La oposición, que no termina de creerse que se trate de un cambio de rumbo, envió desde Turquía -donde por primera vez se habían reunido 300 personas que forman parte de una oposición fragmentada, la mayoría en la diáspora- un mensaje pidiendo una vez más que dimita Al-Assad. En un nuevo encuentro en Bruselas, celebrado este fin de semana, cerca de 200 miembros de la oposición, llegados de distintos países europeos, se reunieron para apoyar la rebelión y pedir el fin de la represión. A finales de abril anunciaron su dimisión 233 miembros del partido Baas, el del presidente Al-Assad; 30 de ellos en la región de Banias (noroeste) y 203 en Houran (Deraa y sus alrededores), en el sur del país.
Aunque debilitado el régimen de Bachar al-Assad sigue siento temible. “A la oposición no le queda más esperanza que la fragmentación del ejército, y que una parte de él se solidarice con la revuelta”. O que sea la situación económica la que termine con la tiranía: “El turismo se está hundiendo”, dicen los expertos internacionales.
Pero ese régimen tiránico y absolutista cuenta con el apoyo de la burguesía perteneciente a la generación del presidente Al-Assad”: jóvenes, educados, acomodados, de buenas familias, echan pestes contra una rebelión que está “desestabilizando” al país y creen que el régimen actual es el mejor de los posibles para Siria. “Nuestro pueblo está demasiado subdesarrollado para la democracia. Necesita vivir y no ser libre”, manifiesta cínicamente en Rue 89 un tal Ayman, en torno a los cuarenta años, con ojos azules, polo Lacoste y vaqueros de Armani. Pertenece a una pequeña élite occidentalizada que ha estudiado en el extranjero, ha aprovechado la apertura económica de los últimos años y apoya al régimen y la represión de la población, defendiendo la “tesis del complot y la sedición pagada por el exterior”, esgrimida por el presidente para actuar contra la oposición.
El padre del actual presidente, Hafez el-Assad, quien imperó entre 1970 y 2000, construyó su “dinastía” sobre algunos pilares fundamentales: la fuerza y el poder absolutos, una relativa justicia social, el compromiso en el proceso de paz de sus vecinos para mejorar sus relaciones con Occidente, el mantenimiento de una postura decidida frente a Israel y una alianza con Irán. Bachar ha conservado los fundamentos edificados por su padre, a excepción del relativo a la justicia social: con él, los pobres se han vuelto más pobres y ha surgido una clase de “nuevos ricos”, en torno a unas 200.000 personas, que controlan la economía. Además, Bachar se ha acercado demasiado a Irán, hasta el punto de causar tensiones en el resto del mundo árabe y también en las capas más conservadoras de la propia sociedad siria.
Mercedes Arancibia
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