Tenemos mucha suerte, y en este caso y sin que sirva de precedente me refiero a toda la clase política en general, de que los indignados hayan escogido no atacar al sistema desde dentro, si no desde sus plazas. Creo sinceramente que no sólo no habría que desalojarlos de ellas, sino que deberíamos ayudarlos a que siguieran de asamblea en asamblea hasta que se hicieran mayores y pudiéramos asimilarlos por el sistema de pensiones
A Dios doy gracias de que no haya sido así, pero estos días me ha dado por pensar qué haría yo, si en vez de haber nacido en una familia de bien (ojo al “de” que es muy importante para nosotros), fuera hijo de una de esas familias que conforman la mayoría de la masa patria. De esas familias que se ven en la necesidad de trabajar para poder vivir, de las que apenas llegan a fin de mes, de las que van en metro, llevan a sus hijos a colegios públicos, es decir, qué haría yo si tuviera motivos para estar indignado. Y pensando, pensando (que eso de no tener que luchar para sobrevivir da mucho tiempo libre), se me ha ocurrido que si quisieran podrían hacer mucho más daño del que se atreven a imaginar.
Está claro que si crean un partido político al uso, entrarían en el juego del sistema y acabarían formando parte de él, pero imagínense que se les ocurriera fundar un partido cuyo lema fundacional fuera algo así como: “No vamos a gobernar nunca”. Es decir, un partido que se presentara a las elecciones, pero que no aceptara un cargo ni tan siquiera de concejal de urbanismo, por poner como ejemplo uno de mis sueños preferidos.
Se preguntarán ustedes, personas poco doctas, ¿y qué puede hacer un partido político que no aspira a gobernar? Pues mucho, créanme, mucho. Para comenzar ocuparían escaños y concejalías que nos restarían poder a los que aspiramos a él. Sería una especie de pica en Flandes, que podría informar desde las mismas tripas del sistema a sus seguidores de lo que allí se cuece. Un partido que al no tener poder ejecutivo, difícilmente podría ser corrompido por las tentaciones y, un partido, en fin, que podría conseguir objetivos muy concretos, si con sus votos pudiera jugar de árbitro entre los que estamos dispuestos a cualquier cosa por tener el bastón de mando.
Dirán ustedes, “ya, muy bonito, pero entonces ¿lo del sistema asambleario dónde se queda, si quienes votan al final serán también diputados y concejales?” Hombres de poca fe, pero si son la generación de Internet, del Twitter y del Facebook, si todo esto lo han iniciado en la dichosa red. Sería sencillísimo que los afiliados “al partido no partido”, pudieran decidir mediante el voto electrónico, lo que han de votar sus delegados. No digo yo en todos los casos, pero sí desde luego en los temas importantes. Sobre todo en los que deberían conformar su programa.
Y sí, la respuesta a su siguiente pregunta es: sí, deben tener un programa aunque no gobiernen. Un programa con unos objetivos muy concretos, empezando por el cambio de la ley electoral. Les aseguro yo, que nos conozco bien que, si necesitáramos sus votos, les apoyaríamos en alguno de estos aberrantes objetivos.
Escribo estas cosas y se me ponen los pelos como escarpias. Quiera Dios que sigan acampados y no se les ocurra salir nunca de las plazas de la utopía.
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