Tras el 22-M, y coincidiendo con el tramo final de legislatura, los genoveses están a la que cae. Aquí vale todo, "conmigo o contra mí". No hay margen para la discrepancia ni para el discrepante. Nadie está a salvo de sus descalificaciones y sospechas. Desde los magistrados del Tribunal Constitucional, pasando por "la policía de Rubalcaba" y acabando por los integrantes del 15-M, aquí nadie está libre de culpa.
De manera torticera y cínica están utilizando los actos violentos de una minoría, tanto en Cataluña (Parlamento) como en Madrid (Casa del Alcalde Gallardón), para descalificar al conjunto del movimiento critico que representa el 15-M.
De nada sirve probar que mienten. De nada sirve intentar separar la paja del grano. El guión genovés está ya escrito y distribuido entre sus agentes mediáticos e incondicionales de pago. Lo mismo sirve para sus fines que un grupo de 40 personas increpen al alcalde de Madrid, a su familia y a su perro de compañía en la puerta de su vivienda, como que otros grupos más numerosos intenten boicotear la entrada de los diputados catalanes a su centro de trabajo, es decir, al Parlamento de Cataluña. Para los genoveses un acto y otro forman parte de un plan conspirativo que, bajo la supervisión directa del pérfido de Rubalcaba, busca el caos institucional para beneficio de su demonio de cabecera.
A riesgo de ser acusado como cualificado miembro de esos radicales autoritarios, en versión Aguirre, y sin restar importancia a lo sucedido, el relato de los hechos no se sostiene con lo que se ve en los vídeos que circulan por la red. En este proceso político, mediático y judicial (todo se andará) al que se está sometiendo al movimiento 15-M no todo vale y es importante decirlo ahora cuando corren vientos de acoso y derribo hacia el discrepante.
En realidad la familia genovesa partiendo de hechos que nadie discute, salvo los "grupos radicales" que aparecen en la escena de los hechos y que todos, sin excepción han rechazado, intenta tirar de manual para descalificar a todos los integrantes del movimiento 15-M. Por desgracia esta manera de actuar no es novedosa. Ya pasó con Bildu y la sentencia del TC y, durante años, con la utilización descarada e impúdica de las Asociaciones de Victimas del Terrorismo. Son expertos en ello y más vale armarse de paciencia, ya que la tormenta perfecta está por llegar.
Ahora bien, bueno sería que los integrantes del 15-M marquen distancias con quienes sobreviven en la algarada, más por diversión que por ideología, y descalifican a la clase política con el manido argumento de “todos son iguales”. No es cierto, todos no son iguales, solo una pequeña parte son “chorizos”, “mentirosos”, “conspiradores” o “antidemocráticos”. Muchos de los “insultados” cuentan con un currículo de inequívoco compromiso con los valores democráticos, incluso con el aire fresco que aporta el 15-M. Tratar a derecha o izquierda por igual, a IU y Espacio Plural como al PSOE es confundir churras y merinas y en esa ceremonia de la confusión solo hay un ganador: el capitalismo salvaje.
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