jueves, 19 de mayo de 2011

INDIGNADO

Me debato entre la indignación o el estupor cuando escucho a dirigentes del PP referirse al movimiento “democracia real ya”. Las perlas surgen de sus bocas, eluden cualquier responsabilidad y culpan de todo al Gobierno. Como son el ejército de Pancho Villa, unificado ante la posibilidad de gobernar, dejan aflorar notables diferencias.

Los hay que de manera oportunista hacen guiños a los acampados, es verdad que son los menos; y los hay que pretenden rememorar la teoría de la conspiración y los acusan de agentes infiltrados del PSOE para desestabilizar el resultado del 22-M. ¿No será que ven escapar la posibilidad de ganar los gobiernos autonómicos en Castilla La Mancha y Extremadura?

A Esperanza Aguirre le molesta que acampen en la Puerta del Sol y no lo hagan frente al Palacio de la Moncloa. No ocurre lo mismo cuando se manifiestan o concentran el foro de la familia y las asociaciones de víctimas del terrorismo, o cuando la iglesia católica invade las calles con cualquier excusa. Gallardón, le creía más listo, echa balones fuera y elude toda responsabilidad sobre la crisis económica y la ausencia de democracia participativa, dice que no falla el sistema sino el Gobierno. Con su pan se coma tanta miopía.

Allá ellos, solos se retratan, si son incapaces de percibir que este movimiento pretende remover los pilares básicos del sistema y no abandonará las calles mientras no existan compromisos firmes para corregir los vicios de nuestra sociedad. Discursos demagógicos sobre los cinco millones de parados están muy bien para incendiar el ánimo de los votantes populares, o para confundir a algún parado desesperado ante su situación familiar, pero no son validos frente a esta generación de jóvenes indignados que, siendo la mejor formada, solo pueden aspirar a un contrato precario, que lo será aún más si se atiende la reforma laboral defendida por el PP.

Los indignados del 15M cuestionan la política económica impuesta por los mercados -que sean las víctimas de la crisis quienes debamos hacer frente a los soluciones, mientras los culpables vuelven a repartirse “bonus” o a especular con las economías de países enteros-, y cuestionan sobre todo que no existan mecanismos de control sobre las decisiones de la clase política, ni en las instituciones ni en los propios partidos, cuestionan las formas, la corrupción y que nos traten como incultos. Estupefacto asistí ayer a la clase magistral sobre las excelencias de nuestra democracia que un militante de nuevas generaciones quiso dar en La Ventana a los miles de acampados en distintas ciudades españolas. Hablaba al dictado para salvar el culo de su tertuliano, Jorge Fernández Díaz. ¿Nos pueden dar lecciones sobre democracia quienes son incapaces de elegir democráticamente a sus propios dirigentes?

Los indignados apuestan por un modelo económico que anteponga la producción a la especulación, que diversifique nuestra economía con la sostenibilidad como eje transversal, que priorice la creación de empleo y no sea títere del FMI, las agencias de calificación y los mercados especuladores. Ah, y que juzgue y condene a los verdaderos culpables de la crisis.

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