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Alfonso XIII. Fotograma de una película pornográfica de la época |
El rey Alfonso XIII hizo rodar, entre 1915
y 1925, a una pareja de famosos cineastas catalanes, los hermanos Baños, varias
películas pornográficas que permanecieron escondidas durante más de setenta
años, hasta que aparecieron de forma misteriosa en un monasterio valenciano.
Hoy las conserva la Filmoteca de Valencia.
Anita Loos, guionista, actriz y
novelista, además de experta en los cotilleos del Hollywood más alocado de los
años veinte, contó en su libro ‘Adiós a Hollywood con un beso’ la famosa
anécdota (que en las primeras ediciones del libro fue censurada en España) de
cuando Alfonso XIII visitó entusiasmado la meca del cine. Según la autora de ‘Los
caballeros las prefieren rubias’, en aquel viaje a Hollywood el monarca se
interesó especialmente por conocer al actor de comedia Fatty Arbuckle. El
anfitrión del rey, el actor Douglas Fairbanks, incómodo le hizo saber que Fatty
había sido defenestrado por haber ocasionado la muerte de una adolescente en
una orgía introduciéndole una botella de champán en los genitales. Loos cuenta
que Alfonso XIII, tras oír la desgraciada historia, exclamó: “Vaya, qué injusticia. ¡Si eso le podía haber
pasado a cualquiera!”.
Esta anécdota pone de relieve dos de
las aficiones del Borbón: su conocida inclinación por las fiestas subidas de
tono y sobre todo la extravagante cinefilia del bisabuelo de Felipe VI, quien
entre 1915 y 1925 encargó rodar a los hermanos Baños una serie de películas
cuyo argumento fue propuesto por el propio monarca y que permanecieron en la
oscuridad y el anonimato, escondidas, durante más de setenta años. Esta es la
historia de esas cintas olvidadas, tachadas de nuestra historia, son las
películas pornográficas de Alfonso XIII.
Pioneros cinematográficos
Los hermanos Baños nacieron con el
cine, y crecieron y lo hicieron crecer junto a ellos. Ricardo nació en 1882 y
algo después, en 1890, tan solo cinco años antes del invento de los Lumière,
nació Ramón. Como en muchas otras familias acomodadas de la Barcelona de
principios del siglo XX, la familia de Ramón y Ricardo de Baños se interesó por
todo aquello que perteneciese a ‘la vida moderna’: la fotografía, el deporte o
los nuevos medios de locomoción como los tranvías, las bicicletas, los globos
aerostáticos o los coches. No es de extrañar, por tanto, que Ramón y Ricardo
pronto se interesasen por uno de los inventos que trajo consigo una nueva forma
de expresión, el cine.
Ricardo, dejando a un lado su
interés por el deporte (llegó a ser un gran gimnasta), decidió viajar a París
para introducirse en el mundo de la producción cinematográfica. Fue allí donde
aprendió el oficio de cineasta. Contratado por Gaumont, la productora con los
mayores estudios del momento, se formó como un excelente camarógrafo. Unos años
después regresó a Barcelona y empezó a hacerse un hueco en su ciudad natal.
Allí conoció a otros pioneros cinematográficos catalanes, entre los que cabe
destacar a Albert Marro. Ricardo alternó en sus primeros años los reportajes y
la ficción y se asoció con Marro en la productora Hispano Films. De esta
asociación Marro-Baños salieron algunas de las más exitosas películas de la
década de los años diez, hasta que Ricardo de Baños decidió seguir su propio
camino como productor y director de cine y fundó la Royal Films en abril de
1916. Con su productora se instaló en el número 7 del Carrer Príncep
d’Asturies.
Ramón de Baños, por su parte,
decidió emprender una romántica aventura hacia el Amazonas. Se convirtió, así,
en uno de los primeros hombres en filmar la selva brasileña, en un viaje lleno
de peripecias que relatará en el libro autobiográfico ‘Un pioner del cinema
català a L’Amazònia’. El pequeño de los hermanos regresó a casa a causa de unas
fiebres, para casarse con una mujer que apenas conocía y ayudar a su hermano en
la empresa cinematográfica (aunque siempre mantuvo su espíritu independiente).
Los dos hermanos filmaron de todo,
desde combates de boxeo hasta operaciones quirúrgicas. Ricardo fue uno de los
realizadores de mayor prestigio y Ramón uno de los mejores cámaras del momento.
Títulos como ‘Barcelona en tranvía’ (1908), ‘La vida de Colón y su
descubrimiento de América’ (1916), ‘Fuerza y nobleza’ (1918), ‘Arlequines de
seda y oro’ (1919) o ‘Don Juan Tenorio’ (1922) llevan su firma. Grabaron
también reportajes bélicos, por ejemplo ‘La guerra del Rif’. E incluso es
posible encontrar películas sobre la CNT, más en concreto sobre la Columna
Durruti, firmadas por Ramón de Baños.
Pero también fueron los encargados
de filmar los desfiles del rey Alfonso XIII y alguno de los viajes de la
familia real, como por ejemplo a Toledo, Barcelona, Montserrat y Zaragoza.
Estos reportajes tenían la finalidad de presentar al rey y a su familia de
forma propagandística ante el pueblo y el extranjero. La simpatía del monarca
por la Hispano Films (de la que era socio Ricardo) era notable. Francisco de Lasa
señala en ‘Els germans Baños’: entre
Ricardo y Alfonso XIII había una relación de amistad, bien sea por la relación
que pudo fraguarse en la filmación de estos reportajes o por la cinefilia del
rey (no hay que olvidar que los hermanos Baños fueron cineastas muy reconocidos
en su época). Es probable que de esta amistad surgieran los encargos
“especiales” que Alfonso XIII realizó a los cineastas catalanes.
Al menos tres películas
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Las protagonistas de las películas era prostitutas del barrio chino de Barcelona |
Es de todos conocido que uno de los
rasgos característicos de la familia borbónica es la pasión por los placeres
populares, bien relatada por Diego Medrano en ‘Historia golfa de la monarquía
hispánica’. En el caso de Alfonso XIII, además existía el amor por el séptimo
arte, gusto que ningún otro monarca o familiar de la casa real ha mostrado, sus
herederos han preferido los acontecimientos deportivos, como el fútbol, el
tenis o el balonmano. Alfonso XIII era un hombre interesado por el cine y ayudó
en la producción de películas, si no de forma directa sí a través de la corte,
y contaba con una sala de proyecciones privada en el Palacio Real. En esa sala,
Alfonso XIII proyectaba para él y en ocasiones para sus amigos las películas
porno que encargó realizar a los hermanos Baños.
Se sabe que por aquel entonces
circulaban por algunos cines películas de ese jaez que se proyectaban a puerta
cerrada en las denominadas sesiones golfas, a las que acudían hombres de la
alta sociedad. El porno era, en sus inicios, un lujo para las clases
privilegiadas. Los hermanos Baños mantuvieron la producción de las películas
pornográficas a la par que la producción de sus películas convencionales
durante aproximadamente una década, de 1915 a 1925, más que ningún otro
cineasta. Esas películas no iban firmadas, pero, como recoge Francisco de Lasa
en su libro, Ramón de Baños nunca tuvo problema en admitir su autoría. Alfonso
XIII, por medio del conde de Romanones, encargó al menos tres películas.
Sabemos de esas tres porque son las que se encontraron setenta años después y
de forma misteriosa en un monasterio valenciano, el de Moncada, según el
crítico y experto en cine pornográfico Lucas Soler. Esas películas fueron
compradas por la Filmoteca Valenciana, que prefiere mantener en secreto el
nombre de aquel que las encontró o las tuvo guardadas durante todo este tiempo.
Las películas se titulan ‘El
confesor’, ‘Consultorio de señoras’ y ‘El ministro’. La primera, de unos 40
minutos de duración, cuenta la historia de un cura confesor que se beneficia de
su poder sobre las feligresas. La segunda, algo más larga que la anterior y de
mejor factura técnica (en ella se ven avances en la forma de rodar, los
cineastas van descubriendo con la práctica cómo filmar la pornografía), se
cuenta la historia de la consulta de un doctor que examina a las mujeres
mediante un método especial. Y ‘El ministro’ trata la historia de una mujer que
acude al Ministerio para rogar que no se despida a su marido, a lo cual el
ministro accede a cambio de unos favores sexuales.
De los argumentos, que al parecer
fueron propuestos por el monarca, se pueden sacar dos cosas en claro: una, que
quiere poner en escena situaciones de abuso de poder; otra, que los personajes
que el rey propone provienen de su entorno cercano, a saber, el clero, las
mujeres de la alta sociedad y los poderes públicos.
Estas películas dan para largos y
diversos análisis fílmicos e históricos. ¿Por qué el rey, al que tanto
apasionaba el cine, decidió involucrarse como productor o guionista en la
pornografía y no en otro género? Estas películas tienen un carácter irónico
evidente: el cura, las mujeres de la alta sociedad representadas como unas
viciosas, el ministro… El retrato que se hace de todos ellos es mordaz y
satírico. Si entendemos, además, que los actores empleados para interpretar a
estos personajes eran prostitutas y borrachos del Barrio Chino de Barcelona,
asistimos a una doble ironía: las mujeres que se desnudan y gozan de forma
explícita eran prostitutas de los más bajos fondos disfrazadas de mujeres de la
burguesía y la aristocracia. Por tanto, ¿podemos pensar que Alfonso XIII y los
hermanos Baños son los pioneros de una tradición fílmica que luego seguirán
cineastas de la talla de Buñuel, Almodóvar o Bigas Luna? Desde luego, parecen
marcar alguno de los caminos que estos directores seguirán (aunque es dudoso
que tuvieran a Ramón y Ricardo de Baños o al propio monarca como referencia).
Por otro lado, se puede hacer un
análisis del porno de entonces, de los cánones de belleza y de las costumbres
sexuales del imaginario colectivo, o en este caso del propio rey. En
definitiva, el hallazgo de estas tres películas propicia preguntas e
investigaciones interesantes, pues son solo la punta del iceberg. ¿Cuántas
películas más se rodaron? ¿Qué pasó con ellas? ¿Y con aquella sala de
proyecciones secreta? Difícil será desvelar lo sucedido solo en pase privado,
pero al menos ya han salido a la luz las primeras secuencias.
Así es como Alfonso XIII, bisabuelo
del actual rey, se convirtió en uno de los padres de la pornografía cinematográfica
española.
Aitor Iturriza / Documentalista.
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