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Jamal Khashogi en Afganistán |
En la inmundicia en la que nadan muchos
estados occidentales y sus medios de comunicación, se nos ha intentado hacer
creer que Arabia Saudí ha cruzado todas las fronteras del respeto a los
derechos humanos con la muerte del periodista Jamal Khashogi. Veamos quien era
en realidad este siniestro personaje
Jamal Khashoggi era un hombre que
sabía demasiado. No era, como se pretende, un adalid de la democracia. Ni
siquiera un gran crítico de la monarquía teocrática saudí. Era un hombre de la
CIA y de los servicios secretos de Riad.
Había participado en los proyectos
de desestabilización en Afganistán. Se entrevistó en las montañas de Bora Bora
con el mismísimo Osama Bin Laden, en aquellos días fue fotografiado empuñando
un lanzacohetes. Era también periodista del Washington Post, seguramente
su tapadera. Vivió durante años muy cerca de los círculos de poder saudíes y
conocía las entretelas del régimen. Fue estrecho colaborador de Turki bin
Faisal Al Saud, el que fuera durante 23 años responsable de los servicios de
inteligencia del Régimen Saudí, y que, posteriormente, sería nombrado embajador
en Londres y en Washington.
Jamal Khashoggi era miembro de
la Hermandad Musulmana y jugó un papel importante en la “Primavera
Árabe”. Estuvo de acuerdo con las propuestas de cambio de régimen de
Hillary Clinton y Barack Obama para la mayor parte del Medio Oriente. Caído
Mubarak, los líderes saudíes, que temían ser los siguientes, apoyaron la
contrarrevolución de Al Sisi. En ese momento, Jamal perdió el apoyo de la
familia gobernante en Riad y se refugió en EEUU. El exilado periodista, si
hemos de hacer caso a la revista de militares veteranos norteamericanos Veterans
Today, era conocedor de dos grandes secretos; el uso de armas nucleares en
Yemen en 2015, contra un almacén especialmente fortificado de misiles
yemenitas, y el tráfico de armas nucleares de Arabia Saudita con Pakistán.
Vista su biografía era, como hemos dicho, un hombre que sabía demasiado. Su
asesinato, y especialmente la forma como se ejecutó, es un aviso para
navegantes. El miedo a la muerte disuade y la barbarie de la tortura medieval
aún más.
Jamal Khashoggi fue asesinado el 2
de octubre por un comando formado por 15 hombres. Todos miembros de los órganos
de inteligencia de Arabia Saudita y muy próximos a la figura del actual
gobernante Muhamed bi Salman Al Saud. Conforme pasan las horas y se conocen los
detalles, más implicado aparece el actual príncipe y hombre fuerte del régimen.
Si el caso no fuera real ni tan trágico sería una magnífica novela de espías.
La realidad ha superado la ficción.
La muerte de Jamal Khashoggi ha sido
dar una patada en el avispero. Los distintos actores que intervienen en Oriente
Medio se posicionan en el nuevo escenario. Se entrelazan en este caso una
multitud de factores, que van desde la lucha por el poder entre la camarilla
gobernante de la familia al Saud, la crisis iraní y hasta los intereses turcos,
con el sueño de Erdogan de reconstruir el antiguo imperio otomano, o los
intereses estratégicos de Israel y de Estados Unidos en una zona tan delicada
donde se juega parte de la supremacía mundial. Como auténticos cocodrilos, los
políticos verterán unas cuantas lagrimitas. Durante unos días sólo se hablará
del periodista, ninguno recordará los miles de muertos en Yemen o Siria. En las
relaciones internacionales no hay ni siquiera una brizna de humanidad, sólo
intereses.
El príncipe heredero Mohammad bin
Salman (MbS), es sin duda el responsable de esta atrocidad. Ha sido un enorme
error político. Se ha sabido, por ejemplo, que el líder del equipo de asesinos
llamó en 12 ocasiones al secretario del príncipe en la hora donde se supone que
asesinaron y desmembraron al periodista. También se ha hecho público cómo el
propio príncipe llamó personalmente a Jamal, invitándole a volver a Riad, cosa
que rechazó por miedo a ser asesinado.
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Mohammad bin Salman. Príncipe heredero Saudí |
MBS es un político inhábil e
incapaz, su única virtud es su implacabilidad: su prepotencia le han llevado
a cometer infinidad de errores. La detención del primer ministro
libanés Saad Hariri, en 2017, le granjeó la enemistad con el presidente francés
Macron. Incapaz de admitir las críticas que se le hacían desde Canadá, abrió
una crisis diplomática de enorme envergadura con ese país, en el mes de
septiembre de 2018. Mientras, su estrategia de genocidio en el Yemen choca con las
críticas internacionales y la guerrilla Huti (Ansarola) consigue llevar la
guerra al interior de su propio país. La guerra en Siria es otro enorme
fracaso.
La crisis con Qatar y sus
amenazas de invadir y destruir ese pequeño país, en 2017, provocaron que sus
dos archienemigos, Turquía e Irán, tomaran posiciones defendiendo a Doha y
evitando así lo que parecía una invasión inminente. Qatar tuvo que pagar esa
ayuda proporcionando un alivio financiero al gobierno turco absolutamente
necesitado del mismo tras el enfrentamiento entre Ankara y Washington de hace
unos meses a cuenta de la liberación del clérigo evangelista y agente de la CIA
Andrew Brunson. Turquía reforzó sus bases en Qatar multiplicando sus
efectivos, mientras ha conseguido, gracias a las amenazas saudíes contra
Kuwait, autorización para construir una base militar en ese país. Los saudíes,
como respuesta, inyectaron más dinero para apoyar la guerrilla kurda que
Estados Unidos usa para ocupar el noreste de Siria pero que amenaza la
integridad turca.
Turquía es la que está manejando los
hilos y eso coloca a Erdogan como árbitro de la situación. El discurso ante el
parlamento turco no aportó nada nuevo. El acuerdo con Rihad y Washington está
cerrado. La información que proporciona Ankara a cuentagotas le ha permitido
dosificar los tiempos; esencial en toda acción política, se busca obtener la
mayor rentabilidad.
La situación en Arabia Saudita no
cambiará, esté quién esté en el gobierno. Sin embargo, el asesinato de Jamal
Khashoggi ha hecho aflorar un conjunto de conflictos que nada o muy poco tienen
que ver con la libertad de prensa. Aunque sea muy mala su situación, Mohamed
bin Salman no está indefenso, financia la ocupación estadounidense en Siria
mientras el yerno de Trump, Jared Kushner, construye su “plan de paz” para
Netanyahu con la aprobación de Arabia Saudita. El gran valedor de Rihad es,
evidentemente, Tel Aviv.
Las sanciones contra Irán solo
pueden mantenerse si el petróleo saudita reemplaza la falta de petróleo iraní.
Por otra parte, Trump necesita del dinero saudí para mantener la campaña
militar y evitar la derrota en Afganistán. Si el petróleo saudí, actualmente a
80$ el barril, ya es caro para Trump, un boicot de Arabia Saudita lo haría
superar los 180 e, incluso, los 200$. Por otra parte, Riad ya ha amenazado
pagar ese crudo con monedas como el rublo, el euro o el yuan, desplazando al
dólar de las transacciones internacionales.
En esta coyuntura, Irán podría
emerger como la gran vencedora en esta confrontación; de ahí su silencio.
Desde 1974, existe un acuerdo secreto que transforma los petrodólares
saudíes en bonos del Tesoro norteamericano. Si EEUU impusiera esas sanciones,
que no lo hará, aunque importantes legisladores norteamericanos lo exigen, se
estaría apuñalando a sí mismo.
Hay, como mínimo, dos razones más
desde el ámbito de lo personal que pondera el presidente Trump: La primera, los
grandes negocios para las empresas armamentísticas que está generando el
presidente norteamericano y de los cuales recibe, al parecer, su comisión a
través de su hija y su yerno que median en las negociaciones. Y, la segunda,
como conocía el propio Jamal, los enormes negocios que posee Trump en Riad de
casinos y prostitución de lujo como denunciaba la revista norteamericana Veterans
Today.
Jamal Khashoggi fue colocado en una
lista de “enemigos de Arabia Saudita” por el propio yerno de Trump, Jared
Kushner, según denuncia el representante del Congreso de EEUU Joaquín Castro en
una entrevista concedida el viernes pasado a la CNN. La lista elaborada por
los servicios secretos norteamericanos fue presentada al príncipe heredero
Muhamad bin Salman Al Saud quien habría obrado en consecuencia.
Como vemos, las repercusiones de
este caso son muy amplias y cada jugador esconde sus cartas. Una vez que
Alemania ha hecho sonar su voz, el resto de la UE la ha levantado, exceptuando
Reino Unido y España. Merkel propone el boicot a la venta de armas. La posición
de las fuerzas de “izquierda” PSOE y Podemos es especialmente incómoda a este
respecto. Trump gesticula afirmando que un boicot de su país, aumentará los
índices de paro. Curiosamente, el mismo argumento que utiliza Pedro Sánchez y
los líderes andaluces de Podemos. España seguirá construyendo barcos para
la muerte de inocentes y armas para engordar la cuenta de resultados de unos
cuantos. La desaparición del movimiento antiguerra en España, el nulo interés
del PSOE y su claro alineamiento a favor de la OTAN, propician que nuestro país
se ponga del lado de los agresores y calle, invocando el mal menor, como
justificación de este aquelarre.
Con toda seguridad, se hallará una
solución. Desde el día 2 de octubre, cuando se produjo el asesinato, hasta este
momento han pasado suficientes días para alcanzar un acuerdo que englobe a
EEUU, Arabia Saudita y Turquía. Se buscará un chivo expiatorio; tiene todos los
números el anterior cónsul saudí Ahmad Asiri, y el ex portavoz de las fuerzas
de la coalición contra Yemen que ocupaba el cargo del vicedirector general de
la inteligencia saudí en Ankara. Al primero le fue permitido huir de
Turquía; el segundo está bajo arresto. Por otra parte, siempre pagarán
personajes menores como los guardaespaldas. Uno de ellos ya ha muerto en
accidente.
Se apuntan varias hipótesis como
salida negociada. Los saudíes pedirán a Erdogan una “investigación conjunta”
para justificarse. Mientras se acaba de perfilar el pago de 5000 millones de
dólares por parte de Riad y la condonación de la deuda turca por valor de otros
6000, el rey saudí envió al gobernador de la provincia de La Meca, príncipe
Khalid bin Faisal Al Saud, a Ankara hace pocos días para concluir el acuerdo.
La liberación del mencionado espía norteamericano y pastor evangélico Andrew
Brunson posibilitará para Ankara el levantamiento de sanciones económicas por
parte de EEUU y el corte definitivo de la ayuda militar a la milicia kurda.
Finalmente, y depende de la salida final a la crisis, veremos un
replanteamiento de la guerra genocida en el Yemen. No es descartable a corto
plazo un recambio en el gobierno (la familia Sauda). Hay tres figuras
emergentes en este momento: Jaled Bin Silman, hermano menor de bi Salman y
embajador de Arabia Saudita en EEUU, la opción más probable; el depuesto
príncipe heredero, Mohammjad Bin Nayed, y Ahmad Bin Abdulaziz, miembro de la
familia real que vive en Londres, aunque descartado, por su afición a libar a
Baco en lugar de a Alà.
En las actuales circunstancias, no
tenemos por menos que recordar a Giuseppe Tomasi di Lampedusa, cuando señalaba
la necesidad de cambiar algo, para que nada cambie.
Bashar
Barazi
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