Cuando el Presidente
Obama propuso incrementar los impuestos de aquellos ciudadanos cuya renta
deriva primordialmente de los beneficios del capital –es decir, de los ricos y
súper ricos- los republicanos pusieron el grito en el cielo indicando que el
Presidente Obama estaba practicando la lucha de clases, penalizando a los
sectores de la población que estaban creando riqueza y empleo, y lo estaban
haciendo –según ellos- a fin de contentar a la mayoría de la población (cuyas
rentas derivan de su trabajo), envidiosa y resentida de lo que consideraban
–según los republicanos- errónea e injustamente como una clase privilegiada. El
Partido Republicano no quiere que se aumenten los impuestos de los súper ricos
y ricos, pues –según tal partido- éstos son los que invierten y crean riqueza.
Algo semejante ocurre en España.
Tradicionalmente, los partidos conservadores y neoliberales (que en Europa se
definen como liberales), han sido los protectores de las rentas superiores
utilizando el mismo argumento. La narrativa del conocimiento económico
neoliberal (próximo a los intereses de tales grupos sociales) afirma que la
gravación de los ricos es contraproducente pues ahuyenta al capital necesario para
invertir (según la Agencia Tributaria española, el 72% de las rentas más altas
-600.000 euros y más- deriva de la propiedad de capital). Esta postura está
ampliamente generalizada en la Unión Europea, de manera que en los últimos
años, incluso los partidos socialdemócratas gobernantes han reducido
significativamente los impuestos de los ricos y súper ricos a fin de conseguir
mayor inversión y mayor producción de empleo.
Frente a esta postura, que ha alcanzado el
nivel de dogma en el pensamiento económico dominante y en la cultura política y
mediática hegemónica a los dos lados del Atlántico, hay que mostrar varios
hechos, todos ellos conducentes a la conclusión de que tal dogma es erróneo.
Está sostenido por un elemento irracional -la fe neoliberal- y no por la
evidencia. Veamos los datos.
La fiscalidad en el origen de la Gran
Depresión y la Gran Recesión
Cuando en los años veinte del siglo pasado se
alcanzó en EEUU una enorme concentración de las rentas con un aumento
exponencial de las rentas del capital a costa de una dramática reducción de las
rentas del trabajo, estalló en aquel país la Gran Depresión, causada
precisamente por tal polarización de las rentas. El 70% del crecimiento de PIB,
entre 1923 y 1929, fue al 1% de la población más rica de EEUU, y sólo el 19% fue
al 90% de la población. Era la “época dorada” de los súper ricos (James Crotty,
The Great Austerity War. Political Economy Research Institute, 2011). Esta
enorme mala distribución de la creación de riqueza significó el descenso
muy marcado de las rentas del trabajo (que quiere decir básicamente descenso de
los salarios), lo cual significó un enorme descenso de la demanda de bienes y
servicios que creó una caída en picado del crecimiento económico y un aumento
del desempleo. Por otra parte, la desregulación de la banca (que es la medida
que los súper ricos y ricos siempre desean, pues depositan su dinero en sus
bancos y la desregulación les permite hacer lo que quieran) había permitido a
los ricos y súper ricos invertir en actividades especulativas en lugar de las
áreas de la economía productiva (donde se crean los bienes y servicios).
Un fenómeno semejante ha ocurrido a los dos
lados del Atlántico desde los años ochenta cuando se comenzaron a aplicar las
políticas neoliberales con el Presidente Ronald Reagan en Estados Unidos y la
Sra. Margaret Thatcher en Gran Bretaña. Tales políticas incluyeron bajada de
salarios, disminución de la protección social y del gasto público social, y
desregulación de la banca (que facilitó las actividades especulativas del capital
financiero). Consecuencia de ello, las desigualdades de renta alcanzaron en
2007 los niveles existentes a principios del siglo XX, causando la Gran
Recesión, la cual, resultado de la aplicación de “soluciones” neoliberales de
mayor austeridad, que están acentuando todavía más la disminución de la demanda
doméstica, va en camino de traducirse en la II Gran Depresión. El fracaso de
tales medidas es previsible. En ambos casos, entonces –principios del siglo XX-
y ahora –principios del siglo XXI- la enorme concentración de las rentas y mimo
(expresión utilizada por el Sr. Warren Buffet, uno de los ricos más súper ricos
del mundo, en su artículo en el The New York Times titulado “Dejen de mimar a
los ricos”, 15.08.11, para definir el trato fiscal discriminatorio de los
Estados a favor de las rentas del capital) originó la Gran Recesión y, con
ella, una enorme destrucción de puestos de trabajo.
Progresividad fiscal para salir de la Gran
Depresión
En EEUU el Presidente Roosevelt (que todavía
hoy es el Presidente más popular que EEUU haya tenido) salió de la Gran
Depresión a base de aumentar los impuestos de los ricos y súper ricos,
gravándolos hasta el 91% de su renta (sí, ha leído bien, el 91% de su renta).
Con estos fondos creó empleo (11 millones de puestos de trabajo) mejorando la
muy deteriorada infraestructura física y social del país. El desempleo bajó de
un 23% en 1933 a un 9% en 1937. Estableció la Seguridad Social y ayudó a que se
expandieran los sindicatos a fin de estimular el crecimiento de los salarios.
La polarización de las rentas disminuyó espectacularmente, aumentando las
rentas del trabajo. Todo ello impulsó un enorme crecimiento de la demanda y de
la actividad económica, con gran crecimiento de puestos de trabajo.
Por otra parte, el gobierno federal frenó la especulación
de la banca, separando los bancos comerciales de los bancos de inversión,
protegiendo los depósitos en los primeros. Se establecieron también bancas
públicas que garantizaron el crédito. Y al Banco Central Estadounidense
(Federal Reserve Board) se le asignó el objetivo de, además de contener la
inflación, estimular la economía para conseguir el pleno empleo. Estas medidas,
junto con los preparativos para la II Guerra Mundial y consiguiente incremento
de la inversión pública, eliminó la Gran Depresión. Un indicador de que esta
activa intervención del estado federal fue la responsable de la recuperación
económica es que, cuando en el año 1937 el Presidente Roosevelt, aconsejado
erróneamente por algunos de sus asesores económicos, (que creyeron que la
Depresión se había ya resuelto) disminuyó el gasto público, el desempleo
inmediatamente creció de nuevo.
La gran expansión del gasto público, entre
otras medidas, fue una causa determinante de la salida de la Gran Depresión. Un
tanto semejante ocurrió después de la II Guerra Mundial en Europa. Este
continente se recuperó mediante una enorme expansión del gasto público,
estimulada en la Europa Occidental por el Plan Marshall, hecho que, por lo
visto, se ha olvidado en los establishments europeos
La respuesta del capital a los avances del
mundo del trabajo
El New Deal, que era el nombre de las
políticas llevadas a cabo por el gobierno Roosevelt, marcó las bases para que
se creara lo que se ha llamado la “época dorada” del capitalismo, un
capitalismo con una intervención pública activa que redistribuía los recursos
producidos por el crecimiento económico, manteniendo un elevado nivel de
demanda, basado en unas políticas de pleno empleo, con salarios altos y
elevado gasto público. El gasto público federal pasó de ser equivalente al 3%
del PIB en 1929 al 16% en 1950. Fue en esta época cuando el porcentaje de la
población trabajadora que estaba sindicalizada alcanzó mayores niveles.
Los ricos y súper ricos no aceptaron aquella
situación, y a través de su creciente influencia en los Estados de los dos
lados del Atlántico, intentaron recuperar su gran poder y lo hicieron a costa
de la mayoría de la población, que obtiene sus rentas a costa del trabajo. Así,
en EEUU, el impuesto de los ricos y súper ricos bajó del 91% al 70% en los años
setenta, y al 35% actual (en realidad, esta es la cifra nominal. La real es
incluso más baja, 17%). En consecuencia, la procedencia de los ingresos al
Estado cambió dramáticamente. Durante la época del New Deal, cuando el
Presidente Roosevelt gobernaba EEUU, por cada dólar que el gobierno federal
ingresaba procedente del trabajo, había 1,50 dólares procedentes de las rentas
del capital. Hoy, por cada dólar que aporta un trabajador, el capital aporta
sólo 25 centavos. Y ello se ha conseguido a base de una lucha frontal (Noam
Chomsky la llama guerra en su introducción al libro Hay alternativas, de Vicenç
Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón) en contra de la clase trabajadora (a
través de políticas públicas encaminadas a reducir los salarios y el gasto
público social) que está alcanzando su máxima expresión estos días. Y cuando,
resultado de las protestas populares (que son más frecuentes e intensas de lo
que publica en los medios) los estados desarrollan tímidas propuestas de
recuperar los impuestos a los ricos y súper ricos, éstos y sus portavoces
neoliberales inmediatamente echan el grito al cielo (como ocurre en EEUU y en
España) protestando que “los gobernantes están estimulando la lucha de clases”.
Portavoces tanto del Partido Republicano en EEUU como del Partido Popular en
España han utilizado tales expresiones últimamente.
Una última observación. Las prácticas
neoliberales que han mimado a los ricos y súper ricos, se han justificado con
el argumento de que los ricos y súper ricos son los que crean riqueza y puestos
de trabajo al invertir y estimular el crecimiento económico. Tales argumento
ignoran hechos elementales como que la creación de puestos de trabajo fue mucho
mayor en la época 1950-1975, cuando la carga impositiva de las rentas
superiores era 91%, que ahora es sólo el 17%
Y ello es fácil de entender. Si el Estado
crea empleo a través de sus fondos, la creación de empleo va a ser mayor que si
los ricos y súper ricos acumulan más y más dinero, que dedican más a la
especulación que a la inversión productiva. Hoy los ricos y súper ricos (en los
dos lados del Atlántico) han acumulado enormes sumas de dinero, y en cambio se
está destruyendo empleo. En realidad, lo primero es la causa de lo segundo.
Este capital no se ha estado utilizando con fines productivos (creando empleo),
sino especulativos (destruyéndolo). Y ahí está el problema. La concentración de
las rentas en grupos sociales muy minoritarios, facilita el endeudamiento de la
gran mayoría de la población por un lado y la actividad especulativa a los
súper ricos por el otro. De ahí que tales políticas sean el sueño de la banca,
cuya excesiva influencia sobre los Estados está llevando a los países de los
dos lados del Atlántico a la Gran Depresión.
Comentarios
Publicar un comentario
DEJA AQUÍ TU OPINIÓN