En octubre de
1937, las tropas franquistas ocupan Asturias, pero los vencedores no se
conforman con la victoria. Del horror y la crueldad que vino después
—asesinatos, violaciones, torturas...— acaba de escribir un libro estremecedor
el ex secretario general del PCE y fundador de CC OO e IU, Gerardo Iglesias.
Por qué estorba la memoria (Editorial Madera de Noruega), con 22 historias de
guerrilleros antifranquistas asturianos y familias que se involucraron en la
lucha contra Franco. Como la de Emilio Rubiera, quemado vivo junto a sus dos
hijas en su propia casa por ayudar a los que se habían fugado al monte.
“Cuando quemaron
la casa era de noche, no recuerdo la hora. Antes, cargaron camiones. Lo robaron
todo”, relata Guillermina Rubiera, nieta de Emilio y sobrina de Carmina y
Asunción. “Los tres fueron quemados vivos, atados dentro de la cocina”. Los
vecinos les oyeron gritar. “No habían estado comprometidos políticamente”,
explica Iglesias. “Sencillamente, habían dado comida a los guerrilleros por
generosidad”.
Teresa Valles
fue apresada en 1941 por un grupo de falangistas entre los que estaba su
hermano Gorgorino. A las puertas de un colegio, en plena calle, delante de
vecinos y colegiales, le pegaron una brutal paliza. “Yo no podía creer lo que
estaba viendo”, recuerda en el libro Urbano Álvarez, entonces uno de los niños
que presenció la escena. “La pateaban y saltaban sobre ella, tendida en el
suelo. Lo más increíble es que su hermano, en vez de ayudarla, le gritaba: ¡Dinos
dónde están los guajes!”. Se refería a sus tres sobrinos, escondidos en el
monte. Teresa no habló. Fue trasladada al campo de concentración de Figueras.
“Y allí murió, sola, vomitando sangre por la paliza pública que había
recibido”, relata Iglesias. Tenía 66 años. Su marido, Manuel Argüelles, recibió
la noticia preso en la cárcel de Oviedo.
93 días después
de la muerte de Teresa, su hijo Víctor, de 28 años, refugiado en el monte desde
la caída de Asturias, moría a manos de un compañero, Manuel Fernándes Vigil,
Lolo el gatu. Se conocían desde niños. Aquel día, en una de las casas que
servía de apoyo a las guerrillas, Víctor charlaba con las hijas del dueño
cuando Manuel le encañonó. A Víctor solo le dio tiempo a decir: “No me mates,
compañero”. Era el sexto miembro de la familia que perdían los Argüelles.
Son, confiesa el
autor, algunas de las historias que más le han sobrecogido de todas las que ha
escuchado en los dos años largos que lleva preparando este libro, repleto de
escenas de barbarie, relatadas con estremecedores detalles por los familiares
que sobrevivieron y los testigos, incapaces de olvidar. “Me planteé escribir 22
historias particulares, en lugar de una general sobre la represión, porque creo
que a través de ellas la gente de la calle puede comprender mejor”, explica.
Entre esas 22 historias está la de su propia familia. “Con
cinco años, yo he visto cómo saltaban sobre el cuerpo de mi padre delante de su
propia casa”, relata Iglesias. Hubo periodos en los que todos los miembros de
la familia estaban en un campo de concentración o en la cárcel. En la prisión
de Mieres nació su hermana, Delfina. Agonizó durante días junto a su madre,
Priscila, hasta que su tía se la llevó a casa y logró salvarla. Los dos tíos
maternos de Iglesias, Eliseo y Gerardo, fueron asesinados. El cuerpo del
segundo, acribillado a tiros por un grupo de falangistas en 1940, fue expuesto
en la plaza del pueblo de Ciaño como trofeo. La familia no sabe en qué fosa o
cuneta fueron enterrados.
De la represión
franquista, asegura Iglesias, nació su vocación política. La dejó en 1988 para
volver a la mina, en Asturias, por diferencias con IU. “Mis ideas siguen siendo
las mismas, y en el hipotético caso de que se diera la situación, yo volvería a
estar en el ajo”, afirma hoy. Está enfadado. “No hace mucho, en Francia, Dior
expulsaba a un modisto por haber alabado a Hitler en una taberna. Aquí, la Real
Academia de la Historia ha publicado una biografía que elogia a Franco. En
España estorba la memoria porque a la derecha le aporta más réditos dejar las
cosas como están. La ley de la memoria se quedó largamente corta y el
procesamiento del juez Baltasar Garzón es un ejemplo diáfano de cómo en este
país todavía se cultiva el olvido a las víctimas y la impunidad de los crímenes
del franquismo”.
gerardo iglesias
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