martes, 11 de septiembre de 2012

LA FAMILIA... SEGÚN RAJOY


En la más rancia ortodoxia del pensamiento conservador, nos tiene acostumbrados Rajoy a mentar la familia al referirse a la crisis económica. Esto, repite, es como las familias que han estado gastando mucho y cuando no llega tienen que economizar. ¿A quién se refiere cuando habla de la familia? ¿A todos? ¿A todos los que residimos en el Estado de las Autonomías? ¿Ladrones y robados, especuladores y especulados, banqueros y “preferenciados”, de derechas e izquierdas, andaluces, valencianos, gallegos, vascos, catalanes, aragoneses…? ¿Todos somos la familia?
Dicho en otros términos, con eso de la familia parece referirse Rajoy a los españoles, a España, una palabra que parece llenarnos la boca de algodón cuando la pronunciamos. Todos somos la familia (España) y como hemos gastado mucho ahora nos toca apretarnos el cinturón. Todos en el mismo saco, sin distinción de clase, territorio o condición. Hemos gastado más de la cuenta y ahora tenemos que pagar los platos rotos. ¿Todos? ¿Todos nos hemos dedicado a gastar a troche y moche? ¿Somos, en fin, todos unos cantamañanas despilfarradores?
¿No será que esto de España y los españoles, plano, sin diferencias, obtuso, anticuado…, tal como lo utiliza Rajoy y no solo él, no es sino un mero pretexto para camuflar una realidad mucho más compleja, plural y contradictoria? ¿Qué tienen que ver, por ejemplo, los intereses de los banqueros con los de los millones de personas que dependen de un salario de supervivencia? ¿Quiénes han sido los que, ofuscados por el dinero, nos han conducido a la ruina? ¿Todos o unos pocos? ¿Todos los españoles son unos sinvergüenzas que se han lucrado sin escrúpulos?
Parece evidente que en esta familia, en la familia de Rajoy, algunos de sus miembros -identificables en muchos casos, con nombres y apellidos- se dejaron llevar por la avaricia, la corrupción, los negocios sucios… o, en el mejor de los casos, apostaron maximizando el riesgo, no midieron las consecuencias de sus actos y nadie les puso trabas. Y ahora, a la hora de hacer frente a las consecuencias de tales desmanes ¿Qué debe hacer un buen familiar, según Rajoy? Pues quedarse sin trabajo, aceptar sin rechistar los recortes de un raquítico estado de bienestar, apuntarse al sálvese quien pueda. Porque las deudas privadas, las que han contraído los bancos, los parientes ricos, tenemos que pagarlas entre todos.
Tras el fin de la batalla -si este llega- en un paisaje desconocido, sembrado de víctimas, con secuelas terribles y daños irreversibles, podremos estar orgullosos, según Rajoy, de haber logrado salvar la familia. Es decir, la parte de la familia que nos arruinó, los ladrones y sus compinches, la minoría depredadora. Y con ellos el orden de cosas establecido.
En la familia de Rajoy, algunos de sus miembros se dejaron llevar por la avaricia, la corrupción, los negocios sucios… o apostaron maximizando el riesgo, no midieron las consecuencias de sus actos y nadie les puso trabas
La familia según Rajoy, España, la Patria, todos y cada uno de nosotros, sin distinciones, ni siquiera entiende que hasta en las mejores familias hay diferencias, intereses divergentes y hasta declarados antagonismos ¿Cómo entonces no va a haberlos en un cuerpo social de 40 millones de personas? ¿Cómo no va a haber lucha de clases si se ahonda la diferencia entre ricos y pobres?, ¿Cómo no van a existir realidades territoriales diferenciadas en un espacio marcado por la historia, las realidades productivas y la forma de gestionarlas? ¿Cómo se pueden reducir, sin sonrojarse, las percepciones, los afectos, los sueños, la vida de multitud de personas al tópico de la familia, asociada a la nación, con el agravante de que se hace para inculcar la idea de que, como niños aplicados, nos toca hacer bien los deberes? Es decir, pagar con dinero público, sustraído de las economías domésticas de todos y cada uno de nosotros, de la gran mayoría de la familia, los desmanes de la parentela de chorizos, avariciosos, corruptos, deshonestos, que con vacas gordas o flacas, solo responden, como los perros de Paulov, al reflejo del dinero.
En fin, la familia según Rajoy así ha sido, así es y así seguirá siendo. Ni sus propios cambios pueden servir de símil para aceptar la pluralidad y, en consecuencia, la diversidad de intereses. Y ahora y siempre, como en la familia feliz, que a nadie se le ocurra pensar en cambiar un ápice las reglas de juego, el orden establecido porque, además de sagrado, es eterno, incuestionable, único, realista y muy, muy bueno. Lo mejor para la familia… de Rajoy.
Crónica Popular

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