Si
eres un vampiro no verás nada, eso está muy claro. Ya sabes que, según la
leyenda, los vampiros no se reflejan en los espejos.

Si
eres pijo te podrías llevar un buen susto dependiendo cómo sea de grande el
cocodrilo de tu Lacoste, o una coz en la cara si el polo es Ralph Lauren. En ambos
casos el espejo debe tener grandes dimensiones porque el caballo o el cocodrilo
ya no caben en el pecho.
Si
eres independentista solo te verás difusamente a ti mismo, sin espacio que te
rodee, porque la miopía solo te deja ver de cerca. Si te pones las gafas de
ver, esas que te quitas por pura coquetería -nunca entenderé porque lo haces
siendo tan independiente-, te verás tan solo como has elegido estar. Eso sí,
coincidirás con otros muchos individuos que también piensan en primera persona
y creen que el mundo se construye sobre el bien individual y no sobre el bien común.
Si
eres liberal verás como la luz influye decisivamente en la precisión con que se
refleja tu rubio de bote y tu maquillaje de Barbie. De inmediato maniobrarás
para que se liberalicen luces y sombras, bajo el control de los mercados, y que
la naturaleza no intervenga en la cantidad de luz que entra según sea la hora
del día. ¡Ostia! Se me olvidó que
eso ya lo hiciste con Piqué de ministro y desde entonces son las eléctricas quienes
deciden sobre la luz y nos tienen bien agarrados con el déficit de tarifa.
Si
eres facha no verás nada porque la última vez que miraste al espejo te saltaron
a los ojos dos flechas desde el escudo de falange que tienes colgado en la pared.
Estúpido facha, ni siquiera así aprendes que los monstruos están aletargados y a
la espera de que alguien como tú les permita volver a coger aire.
Si
eres Cristiano Ronaldo tienes que ponerte gafas de sol, de las buenas, porque
te deslumbrará el brillo que reflejas. Es lo normal para alguien que ha nacido
en Marte y alcanza el grado superlativo del “mejor del universo”, muy por encima
del mejor del mundo que apenas tiene brillo propio.
Si
eres Mouriño tampoco verás nada. Hemos descubierto que eres un vampiro. Portugués,
pero un vampiro. Lo empezamos a sospechar al observar que no vendías toallas.
Si
eres Wert verás el fantasma de Da Vinci y eso te da mucho miedo. Te asusta que
la cultura y la educación sean derechos universales y eso nos permita decidir
en libertad. Cuando el renacimiento se sobreponga a la oscuridad se acabaran
para siempre los personajillos como tú y volverás a la miseria de la FAES.
¿Y
tú querido enemigo que ves cuando te miras al espejo? Lo haces poco porque aún
no te has enterado que es gratis y tú de pago no haces nada, salvo que esté
subvencionado. Entonces te corres la juerga del siglo, en un derroche sin
precedentes compras unos cacahuetes y unos refrescos Hacendado, para celebrar
que te vas a embolsar otros miles de euros por la patilla y poner otra
banderita en el mapa. Así, grano a grano, vas llenando la despensa sin que te importe
el sudor ajeno o los cadáveres que dejas en él camino.
Pero
tu éxito temporal no impide que en la soledad miserable de tu despertar la
verdad te sobrevuele y te haga tiritar de miedo. Tu conciencia camina pesarosa
hacia la muerte inevitable y el temor de que al final del camino te estarán esperando
para cobrarse el sufrimiento que has provocado con tu avaricia. Por eso cuando
te miras al espejo solo ves una calavera monda y lironda y te preguntas si es
esa tu verdadera imagen. Finalmente descubres que no, que la imagen que se ve al
otro lado se convierte en rata y grita desfigurada al descubrir que el calcetín
donde amasas las monedas de la avaricia ha sido corroído por otra rata de tu
misma calaña y tu tesorillo se ha evaporado. Entonces, cuando superas los
valores que un día te enseñaron tus humildes pero honrados padres, pasas de
calavera a rata y piensas en cómo seguir acumulando riquezas.
Plumaroja
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