Mercedes Arancibia || Periodista.
Diez meses después de que la revolución egipcia expulsara de sus cerca de 30 años de poder a Hossni Mubarak, y cuando se están celebrando las primeras elecciones legislativas democráticas, la población ha vuelto a la Plaza Tahrir, esta vez para pedir que se vayan los militares que son quienes actualmente detentan el poder. Desde el 17 de diciembre de 2011, aniversario de la inmolación en Túnez de Mohamed Bouazizi, vendedor callejero de frutas y legumbres y primer mártir de la primavera árabe, los indignados egipcios vuelven a enfrentarse a la policía militar, que en un solo fin de semana ha causado hasta dieciocho muertos en el país (Alejandría y Suez también se suman a las protestas), una cifra reconocida por el Primer Ministro Kamal El Ganzouri, mientras los jóvenes egipcios estaban acampados delante de la sede del gobierno, protestando por su nombramiento. No es más que un pelele de los militares, evidentemente: pocos minutos después de que en una conferencia de prensa asegurara que el ejército no iba a atacar a los manifestantes, los soldados prendían fuego a las tiendas de los acampados en la Plaza Tahrir.
Las mujeres se manifestaron desde los primeros días.©Joseph Hill
El pueblo egipcio empieza a convencerse de que una cosa son las declaraciones y otra muy distinta los hechos; y los hechos – “por ellos los conoceréis”- les demuestran que el ejército no está dispuesto a dejarse arrebatar el poder que ha mantenido desde los tiempos de Nasser (años 1950/1960), con la excusa de ser el garante del estado laico. Y acusa al ejército de perpetuar el sistema represivo heredado de Mubarak para conservar el poder, a pesar de las promesas de democratización.
Pero lo que los últimos acontecimientos han sacado a la luz, por encima de todo, es la evidencia de que cuando las cosas se ponen feas las mujeres siguen siendo las principales víctimas. La fotografía de esa joven tirada en el suelo, medio desnuda , apaleada y arrastrada por un grupo de militares que la rodean en la Plaza Tahrir, ha dado la vuelta al mundo, gracias primero a las redes sociales y después a los medios de comunicación convencionales, obligando al conservador nuevo gobierno egipcio a reaccionar y al siempre impune ejército del país a pedir disculpas “por el trato a las mujeres durante los enfrentamientos con los manifestantes” ante el Parlamento y la sede del gobierno. Excusas materializadas en un comunicado del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, del 20 de diciembre de 2011, donde se promete que los culpables “rendirán cuentas”, pocas horas después de que una manifestación de 2.000 mujeres denunciara en El Cairo el trato recibido por “algunas manifestantes”.
Un trato que se denuncia por sí solo, sin necesidad de intermediarios, en la foto que todos hemos visto de un soldado agarrando a una mujer del pelo mientras otro la amenazaba con una porra (quien sabe lo que ocurrió en el instante siguiente al flash) y en las mencionadas imágenes de la joven en sujetador tirada en la calzada, que ha merecido la condena del Alto Comisario de Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay –quien estos días debe estar abrumada de trabajo distribuyendo condenas que van de Egipto a Siria, pasando por Yemen o Bahrein-, así como de los mandatarios europeos que siguen de cerca los acontecimientos desencadenados ahora por los resultados de las complicadas elecciones en Egipto (en estos últimos días de diciembre se está celebrando la segunda parte de esos comicios, y aún queda una tercera para enero de 2012), en las que están ganado de largo los islamistas, Hermanos Musulmanes y salafistas, los segundos más fundamentalistas que los primeros pero ambos muy ortodoxos y conservadores; y también del gobierno Obama; Hillary Clinton ha dicho que esos comportamientos “deshonran al Estado egipcio”.
El ejército se defiende asegurando que se trata de un incidente aislado y, naturalmente, acusando de todo a los manifestantes, usando el consabido recurso de que la mejor defensa es un buen ataque: “Desde el comienzo de la revolución, algunas fuerzas malévolas intentan sembrar el caos en Egipto y enfrentar al ejército con el pueblo”. Palabra de general tres estrellas. “¿Qué sienten ustedes cuando ven arder ante sus ojos a Egipto y su historia?”, se pregunta el general retirado Abdel Moneim Kato, consejero del ejército, en una entrevista en el diario Al Chorouk, y a continuación pasa a denunciar a los “vagabundos que merecerían arder en los hornos crematorios de Hitler”. Métodos expeditivos, sin rubor. El Primer Ministro le secunda: “Los que están en Tahrir no son los jóvenes de la revolución, afirma Ganzuri, es una contrarrevolución”. Al mismo tiempo han dimitido once de los treinta miembros de un “consejo consultivo” creado por el ejército para dialogar con las fuerzas políticas: habían hecho algunas recomendaciones que nadie ha escuchado y dimiten en protesta por la actitud del poder frente a los manifestantes.
Sin embargo, y pese a las disculpas, el trato que el ejército ha dado a la luz del día a la mujer de la Plaza Tahrir no puede sorprender en un país donde el acoso a las mujeres es moneda corriente. En noviembre de 2011 se produjo la agresión sexual de dos periodistas extranjeras. Tras una noche pasada en el Ministerio del Interior, Mona Eltahawy, bloguera americano-egipcia, acusó en la CNN a la policía egipcia de agredirla sexualmente, después de darle una paliza. En febrero de 2011 varios hombres violaron a la periodista Lara Logan, de CBS, después de que la rodearan más de 200 personas (evidentemente hombres) que estuvieron “presenciando” como se cometía el delito. Reporteros sin Fronteras pidió entonces a los medios que no enviaran mujeres a cubrir los acontecimientos de Egipto.
Este tipo de comportamiento lo denunciaba, el otoño pasado, la película El Cairo 678, y Crónica Popular (http://www.cronicapopular.es/?p=267) se sumaba a la denuncia en una reseña: “El Cairo 678, denuncia el acoso sexual en la sociedad egipcia. La 678 es una línea de autobús de la capital… El número, para el director de la película, representa también el crescendo de la trama que, basada en hechos reales, es la historia de tres mujeres que sufren acoso sexual, al parecer una práctica muy habitual en El Cairo donde hombres de todos los estamentos sociales se meten un limón en el bolsillo del pantalón y a continuación se restriegan contra la primera mujer que encuentran a su alcance; el limón es la coartada, si la mujer protesta le echan la culpa de lo que “ha pensado que ocurría”. Excusas no, excusas los hombres egipcios, al menos los hombres egipcios de esta película, no piden nunca. A lo largo de las dos horas de proyección, de todo el género masculino que desfila por la trama se salva solamente un tipo, novio de una de las protagonistas, empleado de banca de oficio y cómico de vocación, que en el último momento da un paso al frente y se sitúa junto a la mujer que ama en la denuncia del acosador.
“Son tres víctimas del acoso sexual de los depravados viajeros del autobús pero también víctimas de la incomprensión de las personas más cercanas, padres, maridos, familia política, el comisario de policía y el oficial del juzgado: algunos de ellos actúan solamente en función del qué dirán los allegados, qué dirán los medios y qué dirá la sociedad egipcia, tan machista, tan profundamente machista que acusa de provocadora a una mujer que se sube al autobús con una falda hasta el suelo y el niqab cubriéndole cabeza y torso; otros lo hacen teledirigidos por convicciones supuestamente morales y religiosas. Les mueva lo que les mueva, tanto los primeros como los segundos se colocan siempre en contra de la víctima …El principal mérito de la película es haber roto el silencio –como dice su director, Mohamed Dabi- denunciado un tema absolutamente tabú en Egipto, el del acoso sexual “tolerado” que padecen la mayoría de las mujeres del país, y haberse hecho eco de la primera denuncia judicial presentada por acoso en el país”.
Una encuesta realizada en 2008 por el Centro Egipcio para los Derechos dela Mujerconfirmó que el 98% de las extranjeras y el 83% de las egipcias habían sido víctimas de incidentes de acoso sexual, que iban desde simples tocamientos a ataques violentos”.
Para ayudar a las mujeres a protegerse contra los hombres que las acosan (sobre todo en El Cairo) se ha creado un servicio al que pueden enviar un sms denunciando al acosador. Y en la página harassmap.org se está diseñando, con las informaciones facilitadas por mujeres, un mapa de “lugares peligrosos”.
Cuando las cosas se ponen feas las mujeres siguen siendo las principales víctimas.©Lokha
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