Hace
días que me ronda la cabeza dedicarles unas líneas a los empresarios españoles
pero, como tomando las doce uvas, debía estar borracho, me impuse empezar el
año con buenas voluntades para mis prójimos, me veo obligado a recurrir al
humor por aquello de “sarna con gusto no
pica” y así entre risa y risa les cuelo alguna pulla.
Les
cuento la historia de un empresario que podría ser representativo de esos a
quienes tanto amamos por ser los poseedores de nuestra productividad. Este
empresario, como casi todos, tiene tal pasión por los focos que cuesta diferenciar
si es artista o empresario, aunque lo que sí parece ser es un artista para los negocios.
Quiso
ser artista pero ni el físico ni la voz le acompañaban y tuvo que desistir del
intento tras comerse centenares de verbenas y fiestas de pueblo cantando la barbacoa o el conejo de la Lole. Así, cansado de repetir las canciones del
verano, -me contaron, pero me cuesta creerlo, que intento colar de rondón una
canción suya en esta lista de los 40 principales lo que fue motivo de cese
fulminante en el grupo donde vendía publicidad-, abandonó los escenarios a
pesar de que la pasión por la música le tenía casi abducido. Luego, con el paso
de los años, encontró el medio para
seguir danto el cante. El tropiezo del grupo de comunicación no fue el
único ni el primero, antes ya tuvo otro en un centro docente donde ejercía de
ídem, según me contaron por escabullirse de las clases para atender su vocación
de artista.
Y
como lo que no mata engorda se convirtió en superviviente en la jungla de la
competencia empresarial. Antes pasó por otros ceses pero aprendió los secretos más
íntimos de las empresas en que trabajó y luego les sacó la mayor utilidad. Su
estilo de negocio es muy peculiar: no se trata de ser el mejor porque doy el
servicio de más calidad, se trata de ser el más barato porque tengo los
profesionales peor pagados del sector y así hago dumping a la competencia hasta
hundirla.
Y
les aseguro que ese empresario paga una miseria y cuando tiene ocasión te
rebaja un pellizquito. Pongamos por caso que no disfrutas las vacaciones pues
te paga lo que se le ocurre según su propio
convenio colectivo, que ese mes le facturas doscientos euros en
kilometraje, porque el coche lo pones tú, pues te quedas sin complementos; no
se te ocurra facturar un café o una comida sino quieres que te quite otros plus.
Ah, y los gastos protocolarios corren por tu cuenta porque el procurará
escaquearse. Así, pellizquito a pellizquito a sus empleados y comprando barato
y de fiado se ha hecho empresario y claro, cuando tiene un conflicto laboral lo
resuelve tajantemente, te echa de su casa porque su empresa es su casa. Tanto
es así que allí trabaja toda su familia…y
hasta los adornos que cuelgan las paredes son obra suya, de pésimo gusto, pero
suyos…, todo queda en casa y ahora los trabajadores de la empresa tienen
que mantener al empresario y a toda la familia.
Tiene,
eso sí, detalles clásicos de empresario. Ya monta un vehículo de alta gama,
financiado a cargo de la empresa por supuesto, asegura haber invertido cientos
de miles de euros en equipamientos que apenas superan unos pocos miles y
resuelve los conflictos laborales a base de riñones: pagando lo que haga falta
con tal de acabar con las ovejas negras. Por supuesto está totalmente prohibida
la filiación sindical y profesar unas ideas distintas a las suyas. Sus ideas se
suelen acomodar según quien este en el poder, ora derecha, ora izquierda,
aunque en el fondo, todo empresario que se precie tiene que ser de derechas y
este lo es. Lo divertido es que el día
que le cague una gaviota le va a chorrear la cabeza hasta la cara.
¿Imaginan porque?
La
subvención es su mundo, sin ellas no es nadie y de ellas depende para todo. Por
ellas está dispuesto a cualquier cosa y a fingir ser lo que nunca ha sido ni
será, pero la pela es la pela aunque
odie a muerte a los catalanes. No tiene escrúpulos en aparentar servidumbres si
con ello se lleva unos miles de euros. En casa seguro que se ríe de todo el
mundo y canta las coplillas de Góngora “ándeme
yo caliente y ríase la gente”…creo que no ha leído nunca a Góngora porque
no leer un libro está en el adn de un buen empresario, como máximo se permiten
leer el marca. Siempre en digital, que no están las cosas para gastar.
En
su empresa no hay horarios ni festivos y si protestas ya conoces la respuesta: ¡a
la puta calle que por la mitad de lo que cuestas encuentro a tres dispuestos a
trabajar! Y es verdad, no faltamos pringados dispuestos a trabajar por cuatro
perras.
Pues
lo creáis o no, no he exagerado un ápice y como este individuo que es dueño del
trabajo y el tiempo de una veintena de trabajadores los hay por miles. Conozco
otro empresario cuya plantilla se acerca a los 800 trabajadores y que también
es una joya. Que decir de los propietarios de empresas subcontratistas en los
diferentes sectores y de los empresarios agrícolas… sin comentarios. Que podemos
esperar del presidente de la CEIM, con su ausente verbo florido y su conocida
obediencia a Esperanza Aguirre. Pues con estos señores nos estamos jugando la
próxima reforma laboral y el problema es que ya no tenemos el paraguas de un
gobierno progresista. Que dios nos pille confesados porque ellos son de misa
diaria para pedir perdón por tanto pecado capital como acumulan.
Todavía
pretenden hacernos creer que España tiene un problema de absentismo y de
productividad cuando el problema es que la inmensa mayoría de los empresarios
apenas superan la ESO y tienen que lidiar con la juventud mejor formada de la
historia. ¿Cómo se hace eso? Pues pidiendo reformas que les reconozca la
autoridad que por su escasa formación son incapaces de conseguir. Seguro que si
hacemos un test de inteligencia en todas las empresas españolas el más tonto
siempre es el empresario. ¿Qué apostamos?
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