martes, 20 de noviembre de 2012

CATALUNYA: ARTUR MAS Y EL PAISAJE ANTES DE LA BATALLA


Como en los eventos en los que todo está cantado, la gráfica preelectoral autonómica catalana es plana, aunque algunos voceros, como “La Vanguardia”, se empeñen en demostrar lo contrario. Porque estas elecciones no han sido convocadas tanto para pasar cuentas a quienes están gobernando o para optar por diferentes programas como para pronunciarse en torno a la maniobra neoindependentista de Artur Más y su coalición.
19_barcelona_masCiudadano Mas. ©CIU
El ambiente, claro, resulta denso, crispado, expresamente dramatizado. En cada casa, grupo de amigos, lugar de trabajo o tasca solo se habla de lo mismo aunque, también es verdad, menos que hace un mes. Y así, claro está, poco tiene de extraño que más de uno esté optando por restringir la relación social, con ánimo de evitar encontronazos, sumarse al mantra o, simplemente, aguantar el “raca-raca”, que diría Peridis. Porque lo grave de esta circunstancia, tal como confiesa Bernardo Atxaga, no es tanto “tener pájaros en la cabeza” como “tener un solo pájaro en la cabeza”.
Aunque parezca mentira, en esta atmósfera tóxica, unívoca, reñida con la pluralidad, también hay vida, en ocasiones, exuberante. Así, una franja de las clase media catalana parece encontrarse en ella como en su salsa. Sin ir más lejos, los colegios profesionales de Cataluña se han adherido de manera entusiasta a la resolución alentada por CIU y poyada por ERC e ICV en el Parlamento. Eso sí, sin consulta previa a sus asociados. Y no es difícil toparse con iniciativas, a veces con vocación académica para, por ejemplo, estudiar el suministro eléctrico en la Catalunya independiente.
Esta parte de la clase media urbana, hasta ahora confortablemente instalada en el consumo, integrada, más bien conservadora y con pedigrí, es la que está recogiendo el guante lanzado por Más. Y, junto a ella, las franjas del territorio: pequeña burguesía local, estamentos rurales, funcionarios… Un universo amenazado por la crisis, con anclaje identitario, escasa o nula conciencia de clase y proclive, en fin, a recurrir a cualquier conjuro con tal de salir del agujero de la crisis.

La oleada independentista no oculta su fobia a los partidos

Todos estos y algunos más acudirán como una sola persona a las urnas el próximo 25 de noviembre como acudieron a la manifestación del 11 de septiembre y muchos de ellos votarán a CIU. Pero, curiosamente, tal cosa no responderá tanto a un reflejo partidista como a un impulso propio de los movimientos. La oleada independentista, fiel al espíritu de pueblo,no oculta su fobia a los partidos, como si estos fueran ajenos al fenómeno. Plataformas, asociaciones, ligas de distinta naturaleza gozan en la Cataluña actual de bastante más credibilidad que las siglas partidarias. Cosa a la que CIU tampoco hace ascos, porque ahora toca aparentar que el centro de gravedad no es CIU sino el pueblo. “La voluntad de un pueblo”  proclama con gran tipografía su cartel electoral, con la coletilla “Hagámosla posible”.
19_barcelona_ciudadanosDiada de Barcelona de 2012. ©Fotomovimento
Más allá de este conjunto, una masa inconmensurable, la mitad del electorado, pasará de todo, cuestionando radicalmente con ello los actuales fundamentos de la democracia. Da igual, se dice; no cuentan; no existen. Pero ahí están, a pesar de su transparencia aritmética y si, como es el caso, de lo que se trata es de alterar drásticamente algunas de las reglas de juego, no sería aconsejable prescindir de ellos. Y no solo por equidad, método democrático y sentido común, sino por interés; porque no se puede hablar en nombre del todo, cuando su mitad no cuenta. Mitad que, a pesar de todo, forma parte de la sociedad e influye en ella, seguramente más de lo que creemos.
Otro de los ámbitos identificables que estarán presentes en la arena electoral del 25 N es el del independentismo auténtico, cuya cabeza más visible es ERC. Un partido histórico, del cual formó parte Lluis Companys, Presidente de la Generalitat de Cataluña durante la II República y fusilado por los franquistas en el castillo de Montjuich. Más nacionalista que de izquierdas, menos republicano que nacionalista -en la medida en que la forma de la jefatura del Estado no parecer ser cuestión relevante para una formación que se reclama y circunscribe a Cataluña-, ERC ha dado repetidas muestras de una especial querencia por el poder, no ha estado exenta de episodios de corrupción y se ha caracterizado por su capacidad de renacer de sus propias cenizas. Cosa que se explica por la existencia de un colectivo social significativo, que se reclama nacionalista y aborrece a CIU y lo que representa. Un bocado siempre apetecido por nacionalismo pujolista y que ahora no ahorra esfuerzos por acoplarse a Más y su discurso, hasta el punto de que, objetivamente, forman parte de lo mismo. Solidaritat, Reagrupament y Democràcia catalana, etiquetados como “independentismo friqui”, compiten con ERC en el espacio del independentismo estructural, tras diversos intentos fallidos de presentarse unidos.
La clase media urbana, hasta ahora confortablemente instalada en el consumo, integrada, más bien conservadora y con pedigrí, es la que está recogiendo el guante lanzado por Más.
EL PP -“populares catalanes”, en sus propias palabras-, se presenta el 25 S con el eslogan “Juntos sumamos”, aparentemente moderado, dado su rocoso perfil españolista. Haciendo, claro está, alusión a la unidad de España, quizá también se refiere el eslogan a su pacto de gobierno con Más y al hecho de que juntos, CIU y PP, han sumado recortes, compartiendo ideología de la “a” a la “z”. Representa el PP a una parte de la sociedad catalana consciente de que “hay lucha de clases y la mía es la que está ganando”, que diría Warren Buffet. Trufada de apellidos ilustres, esta capa comparte intereses con sus primos hermanos de CIU, del que les separa, aparentemente, el sentimiento patriótico. También le votan al PP gentes que llegaron a Cataluña buscándose un lugar bajo el sol o sus descendientes, que no comparten afectos con el nacionalismo catalán. En la onda patriótica española, sin complejos y bastante más nitidez que los populares, UPyD proclama en su cartel electoral “Contra la independencia”, algo fácil de entender.

El PSC aparece ahora como el rey desnudo

“Federalismo: la alternativa sensata” es lema de campaña del PSC que, como a todos los recién llegados, le falta raigambre, elaboración, discurso… Porque el federalismo, que suena bien y de hecho casi es lo que existe, carece de calado social. Hasta ahora, en la época de vacas gordas, los socialistas catalanes pasaron del debate territorial y, a escala interna, trataron de casar, sin gran éxito, las diferentes sensibilidades que cohabitaban en el partido. Así, en vísperas de la cita electoral, hay quienes desde el propio PSC se quejan de algunos de los mensajes que emiten sus compañeros del PSOE, como ha sido el caso de Marcelino Iglesias que, en perfecto catalán, recordó los millones de muertos en Europa, como consecuencia del nacionalismo.
En consecuencia, el prestigiado PSC, que ha hegemonizado durante décadas la izquierda en Cataluña, que fue capaz de substituir sin especiales traumas a la vieja guardia por los “capitanes” y que ocupó el gobierno autonómico durante dos legislaturas, aparece ahora como el rey desnudo. Atrapado en la cultura de la gestión, desprovisto de armazón ideológico, sin proyecto, desunido, cargando con el muerto que dejó Zapatero, de muy poco puede fardar ante su electorado. Un electorado potente, en algunos momentos ilusionado que, al igual que el de otras latitudes, está reclamando a gritos una revisión a fondo de las reglas de juego, que pasa no solo por el reordenamiento territorial sino por la garantía y desarrollo del estado de bienestar, la naturaleza de la jefatura del Estado, la ley electoral, el control del poder financiero, etc. etc. Cuestiones a las que, hoy por hoy, no es capaz de enfrentarse un partido -que, peldaño a peldaño, ha venido renunciando a los principios, la historia, la cultura y los logros de las clases trabajadoras- si no quiere verse reducido a lo que, por ejemplo, son ahora sus correligionarios griegos.

A ICV-EUIA desmarcarse del soberanismo puede parecerles arriesgado

A su izquierda, valga la expresión, se presenta ICV-EUIA. Reúne tradiciones del extinto PSUC -que llegó a ser referencia imprescindible del comunismo- junto a corrientes ecologistas, feministas, cristianos progresistas y otras sensibilidades compatibles. Gente buena. Primos hermanos de Izquierda Unida, con un discurso coherente aunque débil, muy débil, sobre todo en lo que atañe a la cuestión nacional.
19_barcelona_iu_colJoan Herrera, candidato de ICV-EUIA por Barcelona. ©ACN
Fiel  al derecho de autodeterminación no tiene en cuenta que, como decía Lenin, una cosa son los principios y otra la política. Y así nos los encontramos votando en el Parlamento a los postulados de Convergencia y Unión, como si el desafío soberanista de Mas hubiera caído del cielo, careciera de liderazgo o se tratara de una abstracción. Pero en realidad nada extraño si se tienen en cuenta aspectos como la propia tradición del PSUC, que siempre aparentó una marcada autonomía respecto al PCE, la cultura catalanista dominante en las ONG’s y, desde luego, los cálculos electorales. Porque desmarcarse del soberanismo en una coyuntura como la presente puede parecerles arriesgado. Para el común de los mortales ICV-EUIA participa, en fin, de la procesión independentista. Su discurso social, sus críticas a los recortes de Más, sus esfuerzos por originalizarse se diluyen en la atmósfera tóxica dominante, al igual que algunos intentos de los adolescentes por reafirmarse ante el mundo adulto.
Cruzándolo todo, como telón de fondo, un disgusto profundo, una desafección política alarmante, un malestar palpable. Porque, en definitiva, el arrancón neoindependentista de Mas no es más que otra consecuencia de la crisis, que gente que piensa y siente como él y él mismo han desencadenado. Poco tiene así de extraño que hubo gente, bastante gente, que interpretó y se apuntó a la manifestación del 11 como una protesta frente a Rajoy y, en consecuencia, que hay quien se adscribe al neoindependentismo por el mismo motivo. Cosa que a Mas le viene, sin lugar a dudas, de perillas.
Solidaritat, Reagrupament y Democràcia catalana, etiquetados como “independentismo friqui”, compiten con ERC en el espacio del independentismo estructural
De cualquier manera, ni el dramatismo con tintes góticos, ni la debilidad de la izquierda, ni siquiera el disgusto generalizado pueden acabar con signos tan humanos y esperanzadores como el humor. En el más puro estilo caudillista, como corresponde a su discurso y su papel, Mas aparece en el cartel electoral como Charlton Heston en su papel de Moisés, haciendo que se aparten las aguas del Mar Rojo (mar de senyeras en el caso) para conducir a los judíos a la Tierra Prometida. Y la cosa corrió como la pólvora por las redes sociales, desatando un pitorreo generalizado. Sin embargo, no faltan los suspicaces que interpretan la cosa como una creación explícita de la propaganda de CIU, en la idea de obtener relevancia aunque sea  costa de que hablen mal de uno mismo. En este sentido, no dejan de resultar más que sospechosas opiniones canalizadas por la “mediocracia” afín al líder, como es el caso de RAC 1 o La Vanguardia, órgano oficial, vocero sin fisuras de CIU, en esta extraña campaña.
Más gordo y significativo es que los cónsules latinoamericanos en Barcelona se refieran a Más con el mote de “Saco de Plomo”, también denominado Pepe Cortisona -uno de los personajes de Condorito, un cómic muy popular en todo el Cono Sur, creado en 1949 por el dibujante chileno René (Pepo) Ríos- por su semejanza tanto física como de carácter. Saco de plomo es presumido, arrogante… No precisamente un personaje simpático, aunque intenta hacérselo.
Crónica Popular

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