Presidente del
estado Español.
Y al resto de las
señorías que portan la representatividad parlamentaria.
Señor presidente, permítanme
dirigirme a usted para comentarle mis más profundas inquietudes que, por mi
honor y conciencia, me impiden quedarme al margen de los hechos relativos a
nuestra Constitución amenazada por una vergonzosa e imborrable mancha.
Habéis realizado un
gobierno durante sus dos legislaturas en las que, muchos podemos estar en
contra o a favor de su gestión frente del ejecutivo que preside. Habéis
cometido aciertos y errores, éstos últimos desgraciadamente más numerosos en su
último periplo presidencial. Sus gestiones pueden ser criticadas o avaladas
desde todos los frentes que los ciudadanos deseen pronunciarse.
¡Pero que mancha de
cieno sobre vuestro nombre -iba a decir sobre vuestro reino- puede imprimir
esta abominable reforma constitucional! Por lo pronto usted decide reformarla
mediante una llamada telefónica al señor Mariano Rajoy, presidente del
principal partido de la oposición, tomando ambos la representatividad
parlamentaria como un absolutismo de dos dirigentes, dando bofetada suprema a
toda justicia. Y no hay remedio, España conservará esa mancha sobre su carta
magna y la historia consignará que semejante crimen social se cometió al amparo
de vuestra presidencia.
Puesto que ha
obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la diré si antes
no lo hace el tribunal con toda claridad.
Es mi deber: no
quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro de la
ciudadanía que expía a lo lejos cruelmente ultrajada, una reforma que no ha
decidido.
Por eso me dirijo a
vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado.
Estoy convencido de que la ciudadanía no ignora lo que ocurre, entonces ¿a
quién denunciar este afrenta malhechora de verdaderos culpables sino al primer
soberano de la carta magna, al Pueblo?
Ante todo la verdad
acerca de nuestra carta magna y su proceso de reformarla.
Nuestra
Constitución, nacida en 1978, promulga en su artículo primero del título
preliminar
“España se
constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la
igualdad y el pluralismo político”.
Agentes externos a
nuestro ámbito constitucional, la señora Merkel y el señor Sarkozy han dictado
los cambios que usted promulga, auspiciados aún si cabe por entidades externas
y opacas a la ciudadanía, no sólo de nuestro estado, sino del resto de los
ciudadanos miembros de la Unión Europea.
Señor presidente
del gobierno y señor presidente del principal partido de la oposición:
No recuerdo que en
ninguna de las legislaturas, en las que ustedes han sido elegidos como
representantes de los ciudadanos (ni anteriormente tampoco), hubiese en algún
proceso electoral papeletas para proceder a legitimar a estas personas (la
señora Merkel y el señor Sarkozy) sobre nuestro ordenamiento legal, jurídico y
constitucional.
Igualmente me
consta, en ninguno de sus respectivos programas electorales, ninguna intención
de reformar la constitución.
Ante este hecho y
sus intenciones, ustedes han puesto la forma política dictada por la
Constitución (representación parlamentaria) muy por encima de la soberanía
establecida en la carta magna (el pueblo) documento que regula las normas y
convivencia en nuestra nación.
Al ejercer su
disciplina partidista, sr. Zapatero y sr. Rajoy, en la que los señores y
señoras parlamentarias únicamente promulgan el deseo de sus líderes (en el
presente caso ustedes), vuestras señorías son responsables y ejecutores del
crimen que les expongo.
De forma
sorpresiva, en periodo estival, con un parlamento en funciones, donde las
señorías preparan las maletas fuera del hemiciclo ante la próxima cita
electoral, ustedes pretenden modificar la Constitución sin consultar a sus
soberanos.
Ustedes sobrepasan
con sus intenciones el artículo primero del título preliminar de nuestra
constitución. Su reforma no es para un “Estado social” y sus formas no son, ni
mucho menos, “democráticas de Derecho”.
Tal es la verdad,
señores parlamentarios, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha
en vuestra representatividad. Supongo que no tengáis ningún poder en este
asunto, que seáis prisioneros de los mercados y de los poderes que os rodean;
pero tenéis un deber de ciudadano en el cual meditaréis cumpliéndolo, aunque
dudo que honorablemente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una
certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá
contenerla.
Hasta hoy no
perpetrabais el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las
posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro
los justicieros que darán la vida porque la luz se haga. Cuanto más duramente
se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos cómo
se prepara el más ruidoso de los desastres.
Señor Presidente,
concluyamos, que ya es tiempo.
Yo acuso al Banco
Mundial, FMI, OCDE y demás organizaciones supranacionales y externas al
gobierno europeo de ser los organizadores de este crimen. Ninguna de ellas
elegidas en representatividad por el Pueblo de un estado, el nuestro, sobre el
que quieren reformar la Constitución.
Acuso a la UE y al
BCE de ser garantes dentro del territorio europeo este complot.
Acuso a Standard
& Poor’s y a Moody’s como cómplices y beneficiarios de este acto.
Acuso al conjunto
de la banca europea y nacional como lobby cómplice y beneficiarlo de esta
infamia.
Acuso a la señora
Merkel y al señor Sarkozy por inducir a perpetrar este vil atentado a nuestra
soberanía.
Acuso a aquellas
empresas, que junto a la banca, presionan a sus señorías para dejar de ejercer
la representatividad de sus soberanos, ejerciéndola sobre sus intereses
económicos.
Acuso a aquellos
políticos cuyo máximo interés es mantenerse en el cargo que ejercen a cualquier
precio, tan indignantes como el del crimen que nos ocupa.
Y por último: les
acuso a ustedes por proponer esta modificación de espaldas a la ciudadanía.
Ciudadanía que avala, es garante y soberana tanto del estado Español como de su
carta magna. Ustedes que, mediante una simple llamada telefónica, ultrajan la
inviolabilidad de una Constitución, inviolabilidad que defendieron cuando no se
han atrevido a mantener su vigencia, adecuándola a las realidades sociales.
Ustedes que juraron o prometieron sobre ella.
Se atreven a
modificar el máximo documento del Estado en aras del “Mercado”. Mercado al que
pretenden calmar mientras las voces del pueblo son ignoradas o silenciadas.
Puede que éste
crimen ejerzan el efecto que ustedes esperan, pero no ignoren las victimas
consecuentes. Habrán convertido la Constitución en un simple panfleto al que
poner a cotizar en los mercados de valores, habrán convertido el espíritu de la
transición española no en un garante de paz y democracia social como fue en su
día, sino en un mero informe de resultados macro-económicos. Y habrán
convertido a la ciudadanía española en un pueblo sin su máximo referente de
legalidad moral y convivencia al subvertir los valores representados en ella
por cifras monetarias inducidas fuera del espíritu en el que se redactó.
Distinguidas
señorías, en nuestro Estado, no sólo hay que ser demócrata, también hay que
parecerlo y sus formas distan mucho de ello. Desde hace mucho tiempo no
resuelven entre ustedes la composición del Tribunal Constitucional y resulta
que si resuelven en minutos modificar el texto sobre el que basar sus juicios.
Lo dicho señorías, también hay que parecerlo.
Sólo la ciudadanía
tiene el derecho, tiene el deber, de mantener vigente este documento, ustedes
han de darles los medios. Ustedes, la clase política, que no sólo por activa
ahora perpetran este crimen que nos ocupa, sino que por pasiva en las últimas
décadas no han dado un paso para mantener su vigencia, y mucho menos aún,
consultar al Pueblo al respecto.
No ignoro que, al
formular estas acusaciones, arrojo sobre mí el peso y decisión del máximo
soberano del estado del cual ustedes se supone que representan. Y
voluntariamente me pongo a disposición del Pueblo.
En cuanto a las
personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca,
ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como
entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí,
no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de
la justicia.
Sólo un sentimiento
me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la
ciudadanía, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente
protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los
ciudadanos y que me juzguen públicamente.
Así lo espero
José Luis Sanpedro
José Luis Sanpedro
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