Antonio Gutiérrez resumía en tres
las razones para oponerse a la reforma exprés de la Constitución para fijar un
techo al déficit público. La primera es que hacer lo que piden Ángela Merkel y Nicolás
Sarkozy sin eurobonos, sin política económica común, lejos de reforzar la
gobernanza europea lo que hace es postergarla. La segunda es que esta reforma condena a España
y otros países a una desigualdad permanente. Y, por último, porque es un suicidio político
para la izquierda en España. En su opinión, Zapatero ha hecho el último trabajo
sucio a Rajoy. En parecidos términos se expresaba otro diputado socialista,
Manuel De La Rocha.
No voy a presentar aquí un corolario de opiniones
discrepantes en él PSOE, casi sería interminable, baste decir que Zapatero está
preocupado por cómo repercutirá en las próximas elecciones generales y el
propio Rubalcaba asegura que está en desacuerdo con el procedimiento empleado.
Si pretendo aportar algunos argumentos para la reflexión y para que, desde la
información, sea más fácil posicionarse.
El argumento del gasto público es él arma principal de
quienes defienden la reforma ¿pero gasta España por encima de sus
posibilidades? ¡No! Todo lo contrario, los datos demuestran que el gasto
público por habitante de España está varios puntos por debajo de la media
europea y es el más bajo de la UE-15. No es cierto que exista un despilfarro y
haya que frenarlo puesto que la mayoría del gasto es de carácter social, es
decir, gasto en pensiones, sanidad, educación, dependencia, servicios sociales
y ayudas familiares. El gasto público social, que cubre estas
dimensiones del estado del bienestar español, es muy bajo, muy por debajo de lo
que le corresponde por el nivel de riqueza del país y el más bajo de la UE-15.
Otra falacia empleada para
justificar la reforma es que el déficit público es un indicador de que el
Estado gasta por encima de sus posibilidades y no es así. En el déficit se
miden dos dimensiones, una es el gasto, pero la otra son los ingresos y en
función de lo que ingrese un Estado se determinará el tamaño de su déficit. En
España, el problema no es que sus gastos sean demasiado altos, es que sus
ingresos son demasiado bajos. Representan sólo el 32% del PIB, muy por debajo del
promedio de los países de la UE-15, que es el 44%. En Suecia, el país que tiene
el estado desarrollado más avanzado de la UE-15, el porcentaje es el 54% del
PIB.
Y es que nuestra fiscalidad
es poco progresiva y un tanto laxa. En España, la mayoría de la ciudadanía que
trabaja y que está en nómina ya paga impuestos (IRPF), en cantidades que,
proporcionalmente, son comparables a las de sus homólogos en el promedio de la
UE-15. La gran diferencia de nuestro país con el promedio de la UE-15 es en las
rentas superiores, en las grandes empresas y en la banca. Ahí sí que la
diferencia entre lo que pagan estos colectivos en España y lo que pagan sus
homólogos en el promedio de la UE-15 es muy sustancial. El 1% de la población
de renta superior de España paga sólo el 20% de lo que pagan sus homólogos en
Suecia.
Pero incluso más importante
que las diferencias nominales son las diferencias reales, es decir, lo que en
realidad tributan. Las deducciones y el fraude fiscal están muy extendidos en
estos sectores. El sindicato de Inspectores de Hacienda ha publicado
recientemente un informe que muestra claramente el grado de regresividad de la
carga fiscal. Las grandes empresas pagan mucho menos que las medianas y
pequeñas empresas, y las rentas superiores pagan unos porcentajes menores que
la mayoría de la ciudadanía. Y las rentas derivadas del capital tributan en la
práctica sólo el 10%, mucho menos que el promedio de lo que pagan las rentas
del trabajo (entre un 28% y un 32%). Estos datos nos llevan a concluir que si
existen suficientes recursos pero que el Estado no los recoge. No tiene la
voluntad política de enfrentarse con estos grupos de presión y con estos
colectivos. El problema de la deuda pública no es un problema económico o
fiscal. Es un problema político.
Tampoco es cierto que
estemos gastando hoy los recursos de mañana. Además es fácil demostrarlo: El
PIB per cápita de España ya es el 94% del promedio de la UE-15, pero en cambio
el gasto público social por habitante es sólo el 74% del promedio. Si fuera el
94%, el Estado tendría 66.000 millones de euros más. Otro dato, si España
tuviera la misma política fiscal que Suecia, el Estado ingresaría 200.000
millones de euros más de los que ingresa. No habría déficit y el saldo sería
positivo.
No es absoluto progresista
fijar en la Constitución el techo de déficit, aún sin determinar la cifra, y es
falso que todos los países tengan escrito en su Constitución tal propuesta. Sólo
Alemania lo tiene y está gobernada por una coalición conservadora-liberal, que
ha aprobado en su Parlamento tal propuesta. Hoy la Unión Europea está gobernada
por las derechas y quiere imponer estas medidas a todos los estados miembros de
la UE a fin de reducir su dimensión social. En EEUU la propuesta de
constitucionalizar un límite de gasto la está haciendo el Partido Republicano,
controlado por el Tea Party, que es una formación de ultraderecha.
Aunque sea una ocurrencia de
los últimos días de Zapatero, esta propuesta ha sido una constante en las iniciativas
de la derecha española, que siempre ha intentado reducir el Estado y la
protección social para debilitar al mundo del trabajo. Surge de la percepción
equivocada de que el Estado ha crecido demasiado y es responsable de la crisis
actual. Así lo ha dicho Rajoy en muchas ocasiones. Por ello, escríbase como se
escriba, la propuesta final pactada entre Zapatero y Rajoy tiene como objetivo
final recortar notablemente las competencias del Estado.
El PSOE es un partido de
centroizquierda cuyas bases electorales están más a la izquierda que su
dirección, sobre todo de su equipo económico, que tiene claramente una
orientación neoliberal. El gran error del presidente Zapatero ha sido la
elección de sus asesores económicos, la mayoría muy próximos a la banca o a la
gran patronal. Muchos de ellos proceden de estos grupos y volverán a integrarse
en ellos cuando dejen el poder, tal como ocurre en EEUU. Hay una puerta
giratoria entre los poderes económicos y financieros y los asesores económicos
del gobierno. Todos los miembros del equipo económico, ya sea en el Ministerio
de Economía, ya sea en La Moncloa, han compartido la ideología neoliberal que
domina la cultura económica en nuestro país. Recuerdese la frase del Ministro
Solbes, que indicó “que la medida de la que estaba más orgulloso era no haber
aumentado el gasto público en España”, dicho por un Ministro de un gobierno
socialista, en un país que tenía, y continúa teniendo, el gasto público,
incluyendo el gasto público social, más bajo de la Unión Europea es bastante
clarificador. Las bases del PSOE estan obligadas a impulsar cambios en la
actual dirección del partido y en sus políticas centristas.
El resultado de la reforma
no favorece el crecimiento económico y el principal problema de España no es el
déficit sino el estancamiento de su economía. La falta de crecimiento económico
es el mayor problema que existe en España y en Europa. Creerse que la reducción
del déficit y el límite del gasto público estimulará el crecimiento económico
-que es lo que el pensamiento neoliberal asume- es permitir que el dogma tome
prioridad sobre los datos empíricos y el conocimiento histórico. Nunca antes en
el mundo se ha remontado una gran recesión o depresión sin un aumento
significativo del gasto público. Y existe ahora una clara relación entre
recortes de gasto público y caída de nuevo en la recesión. El caso de Grecia es
el más claro, pero no el único.
Lo que realmente están
haciendo las derechas es utilizar el argumento de “la presión de los mercados”
para conseguir lo que siempre han deseado, es decir, el descenso de los
salarios y de la protección social y la privatización del Estado del Bienestar.
Ningún gobierno socialista y/o partido socialista debería apoyar esta
estrategia y sin embargo el gobierno español ha sido el primero en seguir las
instrucciones de Merkel y Sarkozy y pedir la inclusión de la limitación del
gasto público en su Constitución. No hay ningún otro país que lo haya hecho.
Como en otras ocasiones, el Estado español es el discípulo más aventajado de la
ortodoxia neoliberal. Y, por otra parte, es el último país en considerar el
aumento de los impuestos de los ricos y súper ricos como manera de reducir el
déficit.
La ultima trampa utilizada por
los promotores es sacar las cifras del texto constitucional y fijarlas mediante
Ley orgánica en un máximo tolerable del 0’4% del PIB. Basta con revisar los
datos de la UE en los últimos 20 años para comprobar que ninguno de los grandes
países ha sido capaz de tener ese déficit, todos lo han superado ampliamente y
ello no ha dificultado el crecimiento económico. El origen de esta crisis no
está en el gasto público, está en la avaricia de los especuladores y sus
hipotecas “subprimes”. Sin embargo son capaces de imponernos una idea de
déficit que imposibilita cualquier política fiscal progresiva y consolida el
triunfo del dogma neoliberal.
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