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¿Y SI ROMPEMOS LAS "CADENAS" DE LA DEUDA?


Señora Merkel, perdónanos nuestras deudas que nosotros

perdonaremos a nuestros deudores
Hace tiempo, antes de que el tema de la deuda, los riesgos y la prima se hicieran tan actuales,  una amiga me hizo el siguiente comentario “si todos nos debemos a todos, pues nos perdonamos las deudas y empezamos desde cero”. Al principio lo que no pasó de ser un comentario espontáneo en una conversación improvisada, fue tomando con el tiempo una perspectiva más profunda dentro de mis reflexiones, sobre todo al empezar a debatirse en público el pago de la deuda o la existencia en si de una deuda legítima y otra ilegítima. ¿Sería posible una solución tan sencilla como negarse a pagar y empezar de cero? ¿Algo tan bienintencionado que es destacado hasta en las plegarias del catecismo católico? Desde luego que sencillo no, lamentablemente, ¿pero posible?, eso depende sobretodo del modelo económico que queramos construir para el futuro de todos.
9_reiniciar¿Por qué  al mismo tiempo que se pide no pagar nuestra deuda se haga referencia alguna a perdonar la deuda que otros países tienen con nosotros? ©OndasDeRuido
Si ese modelo sigue basado en los pilares capitalistas de emisión de deuda soberana por parte de los estados, en el sistema bancario de creación de dinero y en las leyes especulativas del mercado, debe pasar algo muy gordo y muy serio a nivel global, planetario, para que la humanidad en su conjunto, los gobiernos, los países y los banqueros en particular, nos perdonáramos todas las deudas contraídas. Pero si apostamos por otro modelo opuesto, post y anticapitalista, donde lo humano vuelva a prevalecer sobre lo económico, tal vez si seria posible. Personalmente soy partidario, y creo fervientemente, (y eso que yo de creer poco o nada) de que se avecina un Neo-Renacimiento de la humanidad, una época que nos permita pasar la negra página escrita en la historia por la dictadura neoliberal. Y, sinceramente, el impago o la condonación de todas las deudas de los hombres sería un bello final para esta Segunda Edad Oscura protagonizada por el dogmatismo capitalista.
¿Pretendemos pedir que nos perdonen las deudas sin perdonar las nuestras?
Pero volviendo al tema del pago de la deuda española, me llamó poderosamente la atención no haber visto o leído en ningún comentario o reflexión, por supuesto de izquierdas, donde al mismo tiempo que se pide no pagar nuestra deuda se haga referencia alguna a perdonar la deuda que otros países tienen con nosotros, generalmente países en vías de desarrollo  o directamente pertenecientes al llamado tercer mundo. Me parece bastante alarmante que ninguna sensibilidad de izquierdas se haya percatado de esta controversia. Es lógico pedir desde nuestras diversas ideologías anticapitalistas, antifascistas, antineoliberales, antiimperialistas, el rechazo al pago de la deuda, legitima o ilegitima que ya veremos, lo que no es tan lógico es olvidarnos de aquellos que a su vez tienen deudas contraídas con la sociedad española, o es que ¿pretendemos pedir que nos perdonen las deudas sin perdonar las nuestras? No, supongo que no.
Como estamos hablando de números, he intentado conocer cuanto debe España realmente y cuanto le deben, partiendo de que ni la economía ni los números son mi fuerte. Sorprendentemente las cifras bailan [14] (parece que la economía tiene el baile de San Vito) en función de las fuentes que se consulten y no he logrado encontrar unas cifras concretas sobre el tema, solamente aproximaciones más o menos reales que varían en función de los informes que se usan como referencia, que muchas veces corresponden a estimaciones o datos de ejercicios anteriores, o debido a la opacidad de las cuentas bancarias internacionales. En cualquier caso, las cifras son alarmantes [ref. 1 a 8] : podemos estipular que España debe en total a día de hoy entre 1,74 billones de euros, cifra de 2011 tirando por lo bajo y sin tener en cuenta la deuda privada bancaria,que podría suponer otro billón de euros, y 4,25 billones a día de hoy entre la deuda pública del estado, la de las familias, la de los bancos y la de las empresas privadas. Y, si las cifras son sorprendentes aun lo son más a nivel mundial: se estima que 44,2 billones de dólares deben los sectores públicos del mundo. Esta cantidad se ha duplicado en 10 años y no tiene en cuenta al sector privado. En relación con el PIB mundial la deuda pública acumulada por el conjunto del planeta supone un porcentaje del 59,3% [11]. Si alguien cree que este nivel de deuda se puede pagar mediante las recetas neoliberales de crecimiento infinito en un mundo con recursos finitos “o está loco o es un economista”, como bien decía Kenneth Boulding.
Si la intención final es superar el actual modelo económico neoliberal no se puede hacer, no se puede empezar nada nuevo, sin antes romper la cadena de la deuda
Quería poner unos gráficos que he encontrado porque siempre quedan bien, dan color  y hacen bonito en los informes económicos pero como esto no pretende ser otro informe más sobre la deuda, he decidido poner al final del artículo los links que he usado como referencia para su consulta por quien esté interesado. La cuestión que nos incumbe no es tanto cuanto se debe o se nos debe como si debemos o no debemos proceder al impago y, al mismo tiempo, condonar la deuda, es decir dejar de cobrar y pagar todas las deudas pendientes (ref. 1 a 8).
Y si difícil es saber cuanto debemos realmente, no lo es menos intentar saber cuánto nos deben; es decir cuál es la posición acreedora de España en relación al resto del mundo[9]. Según parece, la Subdirección General de Gestión de deuda externa y Evaluación de Proyectos del Ministerio de Economía no ofrece los datos pormenorizados sobre la deuda porque, y cito textualmente, “dicha información es extremadamente delicada y se compone de factores que dan lugar habitualmente a interpretaciones incorrectas, lo que puede afectar negativamente la situación crediticia de los países deudores”. (“¿Quien debe a quien? Deuda ecológica y deuda externa”, Pág. 23. Joan Martínez Alier y Arcadi Oliveras, ediciones Icaria, 2003)
La última cifra conocida del año 2000 es aproximadamente de dos billones de pesetas, o 12.000 millones de euros, si no me equivoco (ya avisé que los números no son mi fuerte), en préstamos a países en vías de desarrollo o como ayudas al desarrollo del tercer mundo. A los que habría que sumar entre 600.000 millones y 1 billón de euros (cifra no confirmada) de la posición acreedora de España con los países industrializados, ya sea por la compra de deuda soberana de esos países o por los desequilibrios de la balanza de pagos [10]. En definitiva, que si dejáramos de pagar todas nuestras deudas como país y perdonáramos todo lo que nos deben saldríamos ganando con mucha diferencia a nuestro favor. Esto que parecería injusto a primera vista tiene una lectura diferente que veremos más adelante, según sea la reflexión de partida.
La doctrina de “la deuda odiosa”
De un tiempo a esta parte venimos oyendo calificativos sobre la deuda para argumentar la conveniencia o no de un posible impago; expresiones como deuda soberana, deuda legítima o ilegitima, o deuda odiosa.
La doctrina teórica de la deuda odiosa [12]  la formalizó Alexander Nahum Sack, un jurista ruso profesor de derecho internacional especializado en finanzas públicas en su tratado “Les effets des transformations des Etats sur leurs dettes publiques et autres obligations financières”, publicado en París en 1927 cuando Sack era profesor de derecho en el Instituto de Estudios Políticos de esa ciudad. Basándose en los precedentes del siglo XIX -entre los que incluía el rechazo por parte del Estado mexicano de las deudas contraídas por el Emperador Maximiliano I de México, y el rechazo por Estados Unidos, una vez que se anexionó la isla, de las deudas contraídas por Cuba siendo colonia española- definió en estos términos la deuda odiosa o deuda execrable:
“Si un poder despótico incurre en una deuda no por las necesidades o los intereses del Estado sino para otorgar mayor fuerza a su régimen despótico, para reprimir a la población que se le enfrenta, etc., esta deuda es odiosa para la población de todo el Estado. Esta deuda no es una obligación para la nación; es una deuda del régimen, una deuda personal del poder que la ha tomado, por lo tanto ésta cae con la caída del poder que la tomó. La razón por la que no se puede considerar que estas deudas odiosas graven el territorio del Estado es que dichas deudas no cumplen con una de las condiciones que determinan la legalidad de las deudas del Estado, que dice: las deudas del Estado deben ser tomadas y los fondos deben ser empleados para satisfacer la necesidades y los intereses del Estado. Las deudas odiosas tomadas y usadas con fines que, con el conocimiento de los acreedores, son contrarios a los intereses de la nación, no comprometen a esta última -en el caso que la nación tenga éxito en liberarse del gobierno que incurrió en ellas- excepto por la cantidad con la que obtuvo beneficios de esas deudas. Los acreedores han cometido un acto hostil para con la población; ellos, por lo tanto, no pueden esperar que la nación liberada de un poder despótico asuma las deudas odiosas, que son deudas personales de ese poder.”
Romper la cadena de la deuda
Impresionante ¿no? Si trasladáramos esta definición a nuestra situación actual, donde el régimen imperante de la dictadura capitalista, en su más despótica representación neo-liberal,  maneja a su antojo cual títere al poder político, el cual a su vez recurre a los mecanismos del Todopoderoso Mercado para financiarse,  manteniendo de facto el statu quo dominante de la oligarquía financiera mundial, perpetuando así al propio régimen capitalista del que se nutre, mientras al mismo tiempo se reprime al 80% de la humanidad confinándola en la pobreza, la miseria, la injusticia y la esclavitud. ¿Acaso no sería licito entonces acabar con esa deuda odiosa nacida por y para perpetuar el capitalismo, la oligarquía, y el despotismo financiero? ¿Acaso no está más que justificado? Si la intención final es superar el actual modelo económico neoliberal no se puede hacer, no se puede empezar nada nuevo, sin antes romper la cadena de la deuda. Veámoslo desde otro punto de vista.
9_amazonasRío Urubu, en la Amazonía. Cuando hablamos de deuda ecológica estamos hablando de “justicia ecológica”. ©Andre Deak
Hasta la crisis de la deuda europea, o deuda del Norte, que sufrimos hoy en día, los males de la deuda externa solo afectaban a países del Sur en vías de desarrollo o del tercer mundo;  África desde su descolonización, America Latina desde los años 50, Sudeste Asiático desde los 70…El nivel de deuda fue tan asfixiante que en muchos casos todo el PNB de un país no era suficiente ni para pagar los intereses de la misma. Consecuencia, el aumento de la pobreza, la miseria y las injusticias que todos tenemos impresas como imágenes en nuestra memoria. Mientras tanto, los países ricos del Norte (y todos sus ciudadanos) con EEUU y Europa a la cabeza, se aprovechaban sin descaro de esta situación, pues de facto eran los dueños de esos países a través del FMI y el BM y mediante la imposición de gobiernos dictatoriales amigos,  lo que les permitía esquilmar a su antojo los recursos naturales, la biodiversidad, y hasta la mano de obra, utilizada muchas veces en un sistema, digámoslo suavemente pseudo-esclavista. Y, a su vez, utilizándolos con un descaro inaudito, como sumideros de nuestra propia contaminación y como vertederos de nuestros residuos materiales y ambientales, los desechos de nuestra decadencia ética y moral. [17]
Frente a esta situación nació en la década de los 90 y dentro del movimiento antiglobalización el CADTM (Comité para la anulación de la deuda en el Tercer Mundo) [16] que, bajo el concepto de deuda ecológica, pretende cuantificar las consecuencias del sobreconsumo de los países ricos del mundo  producido por “un intercambio ecológicamente desigual” con  los países pobres y denunciando el uso y abuso de los derechos de propiedad, que se ha arrogado unilateralmente el Norte, sobre los océanos, la vegetación y la atmosfera de todo el planeta, sin pagar un euro por ellos ni responsabilizarse de su destrucción. Cuando hablamos de deuda ecológica estamos hablando de “justicia ecológica” por un lado y también de “seguridad ecológica”, pues la destrucción medioambiental y el cambio climático nos afectan a todos, vivamos donde vivamos. Si los países ricos del Norte, capitalistas y acreedores, quieren cobrar la deuda de los países del Sur, éstos primero deberían estipular y exigir el pago de esa deuda ecológica, pues “no cabe pagar una deuda que crece a interés compuesto con sacrificios humanos y con sacrificios de la naturaleza que deben crecer continuamente a interés compuesto” – “¿Quién debe a quien? Deuda ecológica y deuda externa”, Ibíd. – . ¿No es acaso esta deuda que arrastran indefinidamente los países del Sur también odiosa, execrable e ilegal? Y, de nuevo, ¿no sería lícito que rompieran la cadena de la deuda que históricamente les mantiene explotados negándose a pagarla?
Sin entrar en la cuestión de quien se ha beneficiado más de esta situación de intercambio comercial de recursos contra deuda, que merecería un estudio aparte (aunque para mí está claro), la diferencia entre ambos escenarios es que ahora somos los perjudicados y antes éramos los explotadores o, al menos, los cómplices de ese proceso de asfixia económica del Norte hacia el Sur. Curiosamente, la similitud es que hoy son también los países del Norte de Europa los que están manteniendo la asfixia económica a los países mediterráneos del Sur más Irlanda, que, aunque situada geográficamente al norte, puede considerarse culturalmente al sur del mundo anglosajón [15].
¿Qué pasaría si España, dentro de un nuevo contexto político y económico, dijera que toda deuda contraída por el régimen anterior puede considerarse odiosa y se negara a pagarla, condonando a su vez toda la deuda debida por el mismo motivo?
En este escenario, ¿sería lícito argumentar también la existencia de una deuda ecológica producida, por ejemplo, y entre otras cosas, por la destrucción urbanística del litoral mediterráneo? la pregunta al menos tiene miga y abre nuevas controversias siendo como ha sido el propio sistema capitalista bancario internacional, con la complicidad necesaria de constructores insaciables y políticos corruptos, parte interesada en ofrecer todas las facilidades en conceder los créditos necesarios para tanta barbarie medioambiental. Pero hay más, si como todos los indicios apuntan, las grandes corporaciones financieras manipularon en su propio beneficio los índices de referencia interbancarios, (libor, euribor…)[18] según los cuales se estipula el interés que debemos pagar por un crédito, ¿no podremos cada ciudadano afectado por ese fraude considerar todas nuestras deudas odiosas, o en cierta medida ilegítimas?, de nuevo una pregunta que al menos necesita plantearse.
Pero volviendo al tema que nos ocupa ¿que pasaría si España, dentro de un nuevo contexto político y económico nacido del poder ciudadano y refrendado en las urnas democráticamente, dijera que toda deuda contraída por el régimen anterior puede considerarse odiosa y se negara a pagarla, condonando a su vez toda la deuda debida por el mismo motivo? ¿Cual sería la consecuencia en la económica europea y mundial? Aparte de salir del fariseo mercado europeo, de liberarnos de los compromisos del FMI y el BM y de volver a tener una moneda nacional ajena a las especulaciones financieras, tal vez una consecuencia inesperada pero esperanzadora sería que, uno tras otro, los países más endeudados seguirían su ejemplo como naciones soberanas, y tras ella, tal vez, solo tal vez, Irlanda, Grecia, Portugal e Italia seguirían su ejemplo, y después los países del Este de Europa. ¿Y si los ciudadanos de todos esos países engañados por la estafa de  los índices bancarios se negaran a pagar sus deudas como exigencia para la depuración de responsabilidades? Al mismo tiempo, los países del Sur, liberados por la condonación de la deuda de todos los países anteriores también pedirían y exigirían con más fuerza a otros países acreedores la condonación total de todas sus deudas, ya sea por considerarlas odiosas o como pago o compensación por la deuda ecológica contraída. Comenzaría un proceso parecido al juego de las fichas del domino: si dejas caer la primera caerán el resto una tras otra, empujada por la anterior, empujando  la siguiente. La consecuencia de todo ello sería que el sistema financiero especulativo mundial se desmoronaría y la oligarquía bancaria entraría en colapso, librando al mundo de las cadenas de la deuda. Un bello final, un esperanzador inicio.

Fernando Filón. Coordinador General de Republicans Catalunya. Construyendo la Izquierda.


Referencias
[6] Banco Internacional de pagos última revisión trimestral

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