Antonio María Rouco Varela, gallego nacido en Villalba en 1936, es especialista en derecho canónico y en los problemas con el Estado: En crearlos, mantenerlos y renovarlos periódica y maquiavélicamente, según convenga a las jerarquías de la Iglesia Española, siempre en connivencia con la carcunda española más reaccionaria y con ese tipo de tejemanejes tan propios de ellos desde los tiempos de su reverendísima, ilustrísima et liantísima Isidoro de Sevilla, quien puso las bases de lo que habrían de ser desde entonces las relaciones Iglesia-Estado.
Profesionalmente Rouco ha llegado a lo más alto que podía llegar, porque papa ya no va a ser, aunque tenga todo lo necesario para poder haberlo sido: ajuar, deseo y maneras, impostura inquebrantable, apoyos político-financieros, e incluso cara de papa, rostro físico, me refiero. Él dícese muy humildemente “feito para a ledicia, acostumado ao sufrimento, alleo a toda envexa, transparente nos seus pensamentos, sincero nas suas palabras, amigo da paz, inimigo da pereza, seguro de si mesmo”… ¡completamente distinto de min!, comentaba el amnuense de aquél manuscrito medieval (e eu tamén) en el que se desgranaban las virtudes que debían atesorar los sacerdotes. Antonio María trató de acopiar de todo aquello un poco en el seminario de Santa Catalina de Mondoñedo en donde empezó a estudiar de lo suyo a partir de los diez años de edad, probe. Allí enseñáronle, se supone, a ser de “espírito nobre coma se levara sangue real”, además de os Principos Fundamentaes do Movimento. Fueron aquellos años de renovación y ruidos enormes, porque Monseñor Quiroga Palacios comenzó la gran ampliación del seminario y la construcción de nuevos pabellones, obras que duraron exactamente diez años, los que permaneció allí atronado espiritualmente Rouco en Mondoñedo.
Ya latinizado y puesto en camino de la ética y moralidad católicas, en 1954 se marchó a la Universidad Pontificia de Salamanca donde obtuvo la licenciatura en Teología, en 1958, ordenándose sacerdote al año siguiente. En la Universidad de Munich estudió Derecho hasta 1964, año en el que se doctoró en Derecho Canónico con la tesis: “Iglesia y Estado en la España del siglo XVI”. Y, si bien voy a pasar de leer ese trabajo y enterarme de cómo vería Rouco la cosa de la Reforma y la Contrarreforma y si es que se detuvo siquiera un instante en observar el Renacimiento y la gran blasfemia que supuso que los artistas se ocuparan más de “lo creado” que “del Creador”, imagino a Rouco tratando de aprovechar lo que de bueno encontrara en los papas de la época, como los muy sinvergüenzas Alejandro V de Borgia y León X, y de la apropiación escandalosamente abusiva de tierras por los obispos por todo el orbe.
Y después del aprendizaje conveniente, este hombre ha llegado a ser de todo lo que debiera según su preparación. En Mondoñedo, Munich y Salamanca fue profesor de sus ciencias ideológicas instruidas en Verdades Absolutas y defensor abundador de las finanzas de ese apostolado y administrador de ellas desde que fue nombrado en 1999 Presidente de la Conferencia Episcopal Española. Con todo, ha conseguido preservar más bien que mal el vergonzoso acuerdo firmado por los gobernantes españoles al poco de la muerte de Franco, en 1979. Lo que, incapaces de llamar acuerdo, llamamos “Concordato con la Santa Sede”, por el que la Iglesia Española queda siempre fuera de toda medida de ajuste económico, mientras, por ejemplo, se recorta hasta el desangre los presupuestos de I+D para la ciencia no ideológica que además es productiva y no como la carísima de las Verdades Absolutas que resulta ser absolutamente improductiva. Así, este año, el Estado Español ha entregado a la Iglesia Católica 159.194.593,44 euros, es decir: 13 millones, 266 mil, 216,12 euros mensuales (número 315, página 42, del Boletín Oficial del Estado). Además, el patrimonio de la Iglesia Católica Española sigue estando libre de lo que estipula la Ley de las Haciendas Locales con respecto al IBI, es decir que no paga por locales como garajes, residencias, gimnasios, pisos, hospitales, albergues de caridad, cocinas económicas, orfanatos, colegios (tienen de todo y en propiedad). Y con ello, con la excusa de su ideológica labor social todos pagamos sus negocios nacional católicos. Para que todo ello se haga con el aprovechamiento debido está Rouco Varela. Para ello se preparó y fue seleccionado y elegido. Ad divinis et ad versus flumine.
Por un momento me lo imagino frente a una frívola capilla neocatecumenal, y no pintada por su maciel Kiko Argüello, sino por mí, a modo de eterno mortificio.
Octavio Colís. Crónica Popular
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