Con todas sus luces y con todas sus sombras. La reciente X Asamblea de Izquierda Unida ha significado un importante paso adelante en la configuración de una alternativa real de la izquierda española. Un avance positivo de la izquierda que pretende articular un nuevo bloque social y político para arrumbar el bipartidismo al desván de la historia, frenar la aplicación de políticas del más rancio sabor neoliberal aplicadas primero por el PSOE y después por el PP que, naturalmente, las ha acentuado en beneficio de los intereses de clase que defiende, derribar el capitalismo y luchar por la construcción del socialismo del siglo XXI. Así lo proclama la Declaración de Madrid, el documento político que se plantea como guía para el próximo futuro. Es decir, para trabajar “ya mismo”.
Luces las ha habido y desde CRÓNICA POPULAR, en cuyas páginas se publican, abierta y lealmente, cuantas críticas se tengan que formular, queremos destacarlas. La reelección con apoyo unánime de Cayo Lara como coordinador federal de la coalición supone, sin duda, el reconocimiento a su labor de calmar las aguas revueltas de gran parte de la coalición, de haber sabido hacer llegar a la sociedad las propuestas alternativas de IU y de haber iniciado un proceso de convergencia con otras formaciones políticas y sociales. Luces también lo son algunas clarificaciones necesarias, sintetizadas en la intervención final por el mismo Cayo Lara, tanto de posiciones de partida de la coalición como de objetivos. En este sentido, y aunque resultaría innecesario resaltar la obviedad, no está de más recordar, como el coordinador federal apuntó, las diferencias que desde una óptica tan ingenua como suicida a veces se han querido difuminar, que existen y no pueden dejar de existir entre IU y la socialdemocracia de un lado y el partido resueltamente de la derecha de otro. “No somos todos iguales. Unos recortan y otros están frente a ello; unos están desahuciando y otros están con los desahuciados; unos modifican la Constitución sin consultar a la sociedad y otros están con una Constitución garantista; unos están con el ladrillo y la especulación, y otros han estado con el alcalde de Seseña contra la corrupción urbanística”.
Otras luces se observan después cuando IU plantea, claramente y sin titubeos oportunistas, sus objetivos políticos, para que nadie se llame a engaño. Cayo Lara pidió a la organización “acumular fuerzas” y explicó nítidamente para qué: “acumular fuerzas” para “derrotar el bipartidismo”, “acabar con la alternancia” y “tomar el poder”, llevando así a cabo un “proceso constituyente” hasta conseguir que el máximo texto legal del Estado “garantice los derechos y libertades de la mayoría social de nuestro país”. En síntesis, fijó con claridad los objetivos por los que IU luchará pues, vino a decir, IU no trata de ser “una izquierda solamente resistente”. Ni tampoco, resaltó, “busca ser una izquierda subalterna”, vale decir, una muleta que ayude a caminar a la socialdemocracia. Una advertencia oportuna y un buen aviso a navegantes con tentaciones cortoplacistas que, quizás ansiando tocar con sus manos las esquinas del poder, embarcan a la organización en alianzas que se vuelven en contra de la propia IU. Frente a una posición y otra, por el contrario, subrayó su intención de que IU sea una “alternativa real de gobierno”, porque “vamos a construir el Socialismo del siglo XXI”. IU no ha perdido el Norte. Y, rechazando implícitamente la posición que expresa como ninguna otra la esencia del reformismo, tal como la definiera ya Eduard Bernstein, cuando decía que “el movimiento lo es todo, el objetivo no es nada”, IU reafirma su vocación transformadora y su radicalidad revolucionaria. Que nadie se llame a engaño. Porque, como apuntaba lúcidamente Manuel Sacristán, “lo revolucionario es moverse en todo momento, incluso en situaciones de mera defensa de lo más elemental, del simple pan, teniendo siempre consciencia de la meta”.
Nuevas incorporaciones a la dirección de IU
Al lado de todo ello, es oportuno resaltar un importante y positivo dato que destaca sobre otros resultados de la X Asamblea Federal de Izquierda Unida: la presencia en el máximo órgano de dirección de IU de dirigentes de distintas tendencias, como los de la recientemente creada Izquierda Abierta, nucleada en torno al ex coordinador general Gaspar Llamazares. Y junto a ellos, el de un rebelde tan denostado a veces desde algunas posiciones de la propia IU como el alcalde de Marinaleda, José Manuel Sánchez Gordillo, los miembros de la Ejecutiva Confederal del sindicato de CC.OO. Salce Elvira y, Ramón Górriz, y los líderes de las PAH Chema Ruiz y José Coy. Un espléndido conjunto de nuevos nombres que se une al de otros como el profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla y diputado nacional Alberto Garzón, cuyo vigor juvenil ha aportado una importante fuerza a la política de IU. Ellos representan a muchos otros españoles que han hecho de la lucha por una sociedad más justa y solidaria el centro de sus vidas y que han optado sin dudarlo por cambiar el mundo, tal como propugnaba Marx. Su participación en la dirección de la coalición tiene que servir para eliminar el sectarismo, en ocasiones puramente “ad hominen” y otras veces proyectado hacia formas de lucha alejadas de modelos pretendidamente “clásicos”, en el que, durante años, se encontraban anclados algunos afiliados y votantes de IU. Por ende, constituye, en cualquier caso, una buena lección práctica para quienes, hasta recientes fechas, nutrieron su discurso de la descalificación como norma. Cosa bien distinta será ver si su perfil y voz no quedan difuminados en un órgano máximo de dirección que cuenta con una composición excesiva de 250 miembros.
Al mismo tiempo, en líneas generales, tanto la Declaración de Madrid como el mismo discurso final de Cayo Lara recogen gran parte de las aspiraciones y los objetivos del amplio abanico de movimientos sociales que han emergido en los últimos tiempos en abierta rebeldía y rechazo contra las políticas del PSOE y PP. Y, sin duda, en ellas encuentran eco muchas – aunque, no todas – de las reivindicaciones exigidas en las calles por el movimiento asambleario del 15M, cuya irrupción en el corazón de Madrid y otras ciudades constituyó una auténtica bocanada de aire fresco en una sociedad que, como señaló recientemente el ex coordinador general de IU, Julio Anguita, había interiorizado la mentalidad del esclavo impuesta por el capitalismo financiero de nuestros días. Pero supuso también, y es preciso ponerlo ahora de relieve, un fuerte aldabonazo para la misma organización de Izquierda Unida, metida de lleno en el trabajo institucional y parlamentario pero, quizás, en parte alejada de los movimientos sociales, aunque es justo reconocer que desde las últimas elecciones generales la coalición viene desarrollando una decisiva labor de alternativa y contrapoder en el Parlamento, haciéndose portavoz en muchos casos de las propuestas surgidas desde el mismo movimiento asambleario que reflexiona, debate y alcanza acuerdos en las plazas y calles de distintas ciudades españolas.
Pero, con eso no se resuelve todo. Porque, tal como Manolo Monereo señaló en su intervención ante la X Asamblea, no se puede ocultar “el predominio absoluto del eje- electoral-institucional en el funcionamiento regular de IU”, lo que, en opinión que compartimos, origina una primera paradoja al institucionalizarse “cada vez más cuando los órganos representativos tienen cada vez menos poder” y cuando “la democracia decide cada vez menos”.
La X Asamblea situó como uno de los objetivos de IU acabar con el bipartidismo. Pero, sin embargo, no llegó a plantear el cómo de esta apuesta necesaria. Un debate que IU no puede eludir, ya que alcanzar este objetivo supondrá un punto de inflexión realmente decisivo para que los intereses de las clases más desfavorecidas se sitúen en el primer plano de la política española, y no continúen como ha sucedido desde la transición en el furgón de cola.
Sombras y cuestiones sin debate
Sin caer en un triunfalismo innecesario y poco realista, hemos apuntado, sin embargo, lo que entendemos pueden ser consideradas luces de esta X Asamblea Federal de IU. Pero, también queremos poner de relieve las sombras. Es cierto que Cayo Lara se comprometió a convocar antes de seis meses una conferencia monográfica para debatir sobre el modelo de Estado que defiende la organización. Pero, verdaderamente, la X Asamblea de IU no decidió y ni siquiera entró a debatir la cuestión nacional puesta sobre el tapete, tan demagógica como arteramente, tanto por el nacionalismo de CIU como por la otra cara del espejo nacionalista, el de la España una, grande y libre que le sale por los poros al PP. En efecto, IU no llegó a analizar el fondo de la cuestión de esta guerra de banderas blandidas por las derechas centralistas y catalana, si bien es cierto que su coordinador federal no ha dejado en ningún momento de reiterar el reconocimiento y defensa del principio de autodeterminación y de una solución federal para España en el marco de la III República, manifestando una posición clara al respecto: “el problema de Cataluña no es un problema de patria sino de clases sociales, de cómo se redistribuye la riqueza por la vía de los impuestos y no se resuelve con un pacto fiscal. Lo más importante para Cataluña “no es encajar un referéndum, en el que IU defiende que se pueda consultar el derecho a decidir. Lo más importante es toda la cuestión social que está padeciendo el pueblo catalán, como el conjunto de ciudadanos españoles, y eso debe ser la parte prioritaria de la agenda. La consulta es importante, pero esto otro es lo prioritario”.
Junto a éste, algunos otros temas centrales del debate político en el crucial momento presente han quedado orillados hasta una nueva ocasión. ¿Quizás porque tampoco llegaron a ser planteados debidamente? Tal vez.
Quedan pendientes por debatir y decidir otros asuntos de capital importancia. Entre ellos, algunos de naturaleza organizativa, íntimamente ligados, como no podía ser menos, a los objetivos fijados, y con un peso sustancial para el futuro de la izquierda, el establecimiento de fórmulas que permitan la participación real de los votantes de IU en las decisiones y no solo en la emisión del voto en cada jornada electoral. Porque, tal como reconocía en declaraciones a CRÓNICA POPULAR el dirigente de IU y secretario general del PCE, José Luis Centella, “hay que combinar el derecho del militante, que es quien mantiene la organización, con la participación de la base social”. Es decir, con la participación de los votantes. Y resolver esta cuestión no es baladí, máxime cuando se constata que, en IU, la relación entre el número de votos y el de militantes es de 1 a 70 (1 militante por cada 70 votos), cuando lo normal tendría que ser 1 militante por cada 15 votos. Resolver esta dicotomía es prioritaria cuando, además, desde la izquierda real se propugna avanzar hacia una democracia participativa…Y resultaría una contradicción evidente que se exigiera la democracia participativa en los ámbitos generales de la sociedad y se restringiera en el de la propia coalición.
Tampoco se planteó el necesario y urgente, aunque no tiene que ser de ninguna manera precipitado y corto de miras, estrechamiento del trabajo político con movimientos sociales como el 15M, en el que asambleas de trabajo como la de Economía están difundiendo el conocimiento y debate en torno a las principales cuestiones del mundo real cotidiano entre jóvenes y no tan jóvenes luchadores, que, por sí mismos, están alcanzando acuerdos de propuestas alternativas, muchas de ellas de una gran originalidad y atractivo frente al capitalismo.
No se entró a debatir la posición de IU en torno al rumbo que, siguiendo al pie de la letra el Tratado de Maastrich, está tomando la Unión Europea como coalición dirigida abiertamente por los intereses del capital y en contra de los trabajadores, ni la salida de España de la zona euro; un planteamiento que, contemplado como una herramienta y un medio para cambiar el fondo de la política económica española y de búsqueda de una salida de izquierdas a la crisis provocada por el capitalismo financiero, se hace cada vez más urgente dilucidar si no se quiere caer en un seguidismo fatal de la política económica que tanto el PSOE como el PP han venido aplicando hasta el momento.
Lamentablemente, la Declaración de Madrid no hace mención alguna a una cuestión crucial para abordar una lucha política e ideológica que permita alcanzar la hegemonía que plantea el documento: una política de comunicación, imprescindible tanto para acercar el proyecto de IU a la inmensa mayoría como para facilitar el conocimiento y la difusión de que hay alternativas al neoliberalismo y, en suma, al capitalismo y, por ende, para contribuir a la convergencia social, política y sindical. En este punto, destaca, además, el vacío de la Declaración en torno a una cuestión que la misma Constitución de 1978 reconoce en su artículo 20: “el acceso a los medios de comunicación social dependientes del Estado de los grupos sociales y políticos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España”. Es decir, el derecho de movimientos sociales y formaciones políticas, entre ellas Izquierda Unida, a acceder a las radios y televisiones públicas que, con arreglo a dicho precepto constitucional, “la ley garantizará” y que, desde el 78…nunca se ha llegado a ejercer. IU logró introducir esta importante cuestión en el programa de Gobierno que acordó con el PSOE para regir los destinos de Andalucía, pero hasta ahora no se ha materializado tal propuesta.
Ni, en fin, se analizó en profundidad la forma en que deberá articularse la formación de lo que la propia Declaración de Madrid denomina Bloque Social y Político, que permita avanzar para que en España surja una nueva Syriza que alcance el poder para transformar la sociedad. Nos parece importante que en la Declaración de Madrid se subraye que la construcción de tal Bloque ha de sustentarse en un “Nuevo Programa Político” y que se hable de “la construcción colectiva de la alternativa”. Reciente está la positiva experiencia de Galicia. Pero esto exige analizar el encaje y articulación de ese Bloque Social y Político en unos momentos en los que han surgido otras fórmulas que pretenden caminar en la misma dirección. El “Frente Cívico/Somos Mayoría”, con Julio Anguita como principal referente, continúa dando pasos sólidos. Y junto a unos y otros, nuevas experiencias como “Construyendo la Izquierda” o “Iniciativa Socialistas de Izquierda” también trabajan en la línea de aglutinar cada vez más mayores voluntades transformadoras. La convergencia de lU y todas ellas resulta necesaria. Los interrogantes de cómo se logran tal convergencia y articulación, y los debates y las decisiones y respuestas sobre unas y otras cuestiones están encima de la mesa de IU y de la izquierda real en su conjunto en esta nueva etapa que se está abriendo. Y deben conformar el orden del día en un período caracterizado por la excepcionalidad histórica y la agudización profunda de la lucha de clases, en unos términos que no se habían producido hasta el momento presente.
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