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LA NATURALEZA COMO SUJETO DE DERECHOS


Marcel Félix de San Andrés Sánchez || Puertollano.
Periodista y consultor ambiental.
Si la justicia social fue en el siglo XX el eje de las luchas sociales, en lo que va de siglo XXI la conflictividad ambiental es la de mayor atención y movilización a escala mundial, en demanda no sólo de un ambiente sano sino de un respeto a los derechos de la Naturaleza lo que nos lleva a la justicia ambiental.
democraciatierra00tractorExplotación de carbón a cielo abierto. ©Félix Paris.
Hasta ahora se ha intentado enfrentar los problemas, e incluso las demandas ambientales, con medidas legales que regulan el comportamiento humano. Sin embargo, es cada vez más fuerte la sospecha de que los actuales marcos normativos terminan justificando/tolerando los daños ambientales; al no cuestionar el actual modelo depredador, se concentran apenas en definir cuánta contaminación de la Naturaleza está permitida. Incluso la visión de remediar el daño ambiental se enfoca en restituir a la persona o comunidad aquello que usaba del ecosistema, y de ninguna manera en recuperar el sistema natural en sí mismo.
Adicionalmente, se puede añadir el fenómeno de la mercantilización de la contaminación: países enriquecidos comprando a países empobrecidos la diferencia entre lo que contaminan y lo que podrían contaminar, o depositando en los territorios de los empobrecidos los residuos tóxicos de sus empresas más contaminantes; todo dentro del marco de las correspondientes normas legales.
Como resultado de esta visión del derecho y de la ley relacionada con el ambiente no se previene ni impide la contaminación y la destrucción ambiental; apenas conduce a su codificación y, en el mejor de los casos, la penaliza. El meollo del problema consiste en que, en la sociedad occidental y la egolatría consumista, la Naturaleza y las especies vivas son consideradas como objeto de propiedad o simples «recursos» naturales. No consideramos a la Naturaleza como un todo, sino que reconocemos sus elementos en tanto tienen una utilidad inmediata para la ganancia y el consumismo sin límites, que hace de todo una mercancía; la madera, el agua o los minerales del subsuelo, son recursos para ser explotados, comprados y vendidos. Visión similar a la que primaba en el tráfico de esclavos.
La Naturaleza debe ser sujeto de derechos
A lo largo de la historia jurídica, cada ampliación de los derechos y las leyes conexas fue anteriormente impensable. La abolición de la esclavitud, supuso que se reconociera «el derecho de tener derechos»; eso fue posible desde un esfuerzo político para cambiar las leyes y costumbres que negaban esos derechos. Para liberar a la Naturaleza de su condición de sujeto/objeto sin derechos, o de simple objeto de propiedad, es necesario un esfuerzo político que reconozca que la Naturaleza es sujeto de derechos.
El modelo industrialista de progreso y bienestar del mundo occidental, basado en recursos inagotables, eternos, no es ni intergeneracional ni internacionalmente viable. Es más, desde una aproximación ecológica global, los países industrializados, con un alto desarrollo técnico y una gran acumulación de capital material, aparecen ahora como países mal desarrollados y, más aún, mal desarrollantes, ya que son justamente ellos los que más ponen el peligro la sostenibilidad del mundo, ya sea de forma directa o indirecta.
Como para complicar más el escenario del futuro, el desarrollo económico estructuralmente desigual se mantiene y acrecienta incluso en los países industrializados. Desde esta perspectiva, hay que repensar la lógica del desarrollo tradicional. Hay que denunciar el mito del desarrollo, detrás del cual corre la mayoría de habitantes del planeta.
Superada la percepción minimalista de la Naturaleza como «frontera salvaje» a ser dominada por el ser humano, se han ido paulatinamente aproximando otras visiones. Las visiones tradicionales que entienden a la Naturaleza como una cesta de recursos, como un sistema a ser aprovechado, como capital a ser invertido y explotado, no sólo son insuficientes para explicar el actual deterioro ambiental, sino que resultan en esencia depredadoras.
Desarrollo sustentable
democraciatierra01paExplotación de carbón a cielo abierto, zona restaurada. ©Félix Paris.
Eduardo Gudynas nos invita a entender a «la categoría Naturaleza como una creación social distinta en cada momento histórico, cambiante de acuerdo a cómo las personas se vinculan con su entorno». Esta aproximación sustancial para la construcción democrática de sociedades sustentables, que no deja de ser compleja, nos conduce a un trabajo de reconocimiento y replanteamiento de muchas de las categorías ontológicas dominantes. Si por un lado es evidente una pluralidad de ideas sobre la Naturaleza, por otro, esta aproximación exige entendimientos dialécticos que permitan reconstruir la idea misma del desarrollo.
La acumulación material permanente está en entredicho. Y no cualquier acumulación material, sino en especial aquella acumulación sustentada en la destrucción de la Naturaleza. Lo que implica un cuestionamiento consciente del desarrollo en tanto opción cuasi mágica para la solución de los problemas del Sur, a través del crecimiento económico ilimitado. En realidad lo que se ha hecho hasta ahora es insertar en los países del Sur la lógica muchas veces devastadora de la acumulación capitalista, que afecta al ambiente y las culturas al tiempo que promociona las desigualdades. Para lograrlo hay que dilucidar un punto crucial; la compresión de las interrelaciones existentes entre Naturaleza y estrategias de desarrollo, a partir de la negación del «progreso occidental», visto desde la época de Francis Bacon como un instrumento para dominar la Naturaleza.
La reconceptualización de la Naturaleza abre la puerta para el tratamiento de asuntos trascendentales, como la biogenética y los alimentos transgénicos, la explotación incontrolada de recursos naturales, la polución y los tratados internacionales en el ámbito del clima global, por citar algunos puntos claves. Es desde la experiencia acumulada desde donde hay que impulsar respuestas para el mundo actual. Las respuestas deben contener compromisos con la vida del futuro desde un profundo contenido ético.
En concreto, la perspectiva del desarrollo sustentable, respetuosa del patrimonio natural, exige coordinar los procesos productivos con los límites y demandas ambientales y confronta la base ideológica del desarrollo dominante, que asume como costes necesarios los destrozos ambientales y que pretende auto convencerse de que luego podrán «ser remediados con los resultados cuantitativos y tecnológicos obtenidos».
La democracia de la Tierra
El desarrollo sustentable, bajo una lógica renovadora asume y al mismo tiempo supera el ámbito nacional, pues exige respuestas locales pensadas e interrelacionadas globalmente. En este contexto, teniendo presente el patrón histórico de poder, cuando el deterioro ambiental y las desigualdades en el mundo se extienden aceleradamente urge plantear el desarrollo, o mejor aún sería decir la forma de organizar la vida humana en el planeta, como una asignatura universal que tiene que ser asumida nacional y globalmente. En esta línea de reflexión, algunas premisas fundamentales para avanzar hacia lo que se denomina «la democracia de la Tierra» son:
Los derechos humanos individuales y colectivos deben estar en armonía con los derechos de otras comunidades de seres vivos de la Tierra.
  • Los ecosistemas tienen derecho a existir y seguir sus propios procesos vitales.
  • La diversidad de la vida expresada en la Naturaleza es un valor en sí mismo.
  • Los ecosistemas tienen valores propios que son independientes de la utilidad para el ser humano.
El establecimiento de un sistema legal en el cual los ecosistemas y las comunidades naturales tengan un derecho inalienable de existir y prosperar situaría a la Naturaleza en el nivel más alto de valores y de importancia. Sin duda esto tendrá como efecto directo prevenir los daños, repensar muchas actividades humanas cuyo coste ambiental es demasiado grande y aumentar la conciencia y respeto a los otros.

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