“Ni
siquiera eso es cuestión de cromosomas: los oportunistas se hacen. Pero no se
hacen a sí mismos, como ellos creen, sino que el Estado burgués -quienes llevan
sus riendas- los hace porque los necesita. Ellos sólo se dejan hacer. Son los
sujetos pasivos”. Juan Manuel Olarrieta.
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representantes de IU, EQUO y Podemos en un foro del Frente Cívico |
Una
encuesta de Celeste Tel recogida por El
Diario.es sitúa a Podemos en tercera posición en intención de voto, con un
porcentaje cercano al 15% y por encima de los 30 diputados. Tales datos han
insuflado el correspondiente optimismo en ese proyecto de partido hasta el punto de que su borrador de “pre-ponencia política” recoge lo
siguiente:
“El
PSOE es quien cierra el espacio político por la izquierda y es su crisis la que
abre las oportunidades políticas para una nueva mayoría. Si se recompusiera
siquiera parcialmente de su desprestigio y sus problemas internos y postulase
un nuevo líder con pocos vínculos simbólicos con el pasado podría recuperar
parte del espacio perdido y estrechar las opciones para una fuerza de ruptura
democrática relativamente transversal dentro del discurso de unidad popular y
ciudadanía”.
No
voy a insistir en lo que me asusta el discurso de “unidad popular y ciudadana” como estrategia de superar lo viejo
para romper con el “régimen del 78”.
En ese mismo documento se dice textualmente que: “IU, vinculada generacional y culturalmente al orden del 78 ha tenido
reacciones tímidas y conservadoras que confiaban en estarse moviendo en los
mismos parámetros de antes de la crisis orgánica para crecer electoralmente”… ¿Es
con estos compañeros con quienes tenemos que converger? Con quienes nos
consideran parte de una crisis, que ellos llaman del régimen del 78 para corresponsabilizarnos,
y que en realidad es una crisis financiera impulsada por los mercados para
encontrar nuevas líneas de negocio a través de la privatización del Estado del
Bienestar. A estos compañeros hay que recordarles que los militantes y cuadros
de IU, a los que tienen la desfachatez de considerar régimen en sus documentos
precongresuales, tuvieron un protagonismo activo en las asambleas del 15M y
acudieron a las plazas de toda España para inundar de propuestas esas
asambleas. ¿Se puede decir lo mismo de todos ellos?
Además,
los militantes de IU que se permiten criticar han tenido siempre el mismo
comportamiento generoso, el que nos corresponde por tener principios de izquierdas: impulsando las mareas, las marchas de la dignidad, las plataformas
antidesahucios, las movilizaciones de barrio, las movilizaciones del carbón…
Ese es nuestro adn, formar parte activa de las reivindicaciones sociales y de
las movilizaciones dejando el protagonismo a lo colectivo y a lo social. Y lo
hacemos así porque somos enemigos frontales del oportunismo y del populismo.
¿Convergencia
porque y para qué?
IU
apuesta por converger para sumar fuerzas que hagan posible un proceso
constituyente. Siendo esto así, y que es precisa una mayoría social y de
progreso para iniciar esa etapa constituyente que nos permita superar la
transición del 78, convendría concluir que será difícil converger con quienes
tienen vocación de ocupar todo el espacio electoral de la izquierda y ser
hegemónicos, cuando no únicos, en ese espacio.
Parece
que solo confían en ellos mismos para tal objetivo, recurriendo a considerar instrumentos
del pasado a PSOE e IU para hacernos corresponsables de la crisis y presentarnos
públicamente como incapacitados para el cambio que España necesita. Un cambio
que, según su pre-ponencia precongresual, tendrá que
venir de la mano de una organización transversal, ni de izquierdas ni de derechas, sustentada en el discurso de
unidad popular y ciudadanía. En ese modelo de partido quedamos excluidos PSOE e
IU por nuestra definición ideológica socialdemócrata y/o socialista. Otro tanto
ocurre con la izquierda de corte nacionalista o ecologista. Conclusión: toda la
izquierda está deslegitimada porque no es transversal.
Frente
a esa posición excluyente, IU debe apostar por converger con las organizaciones
políticas, sindicales y sociales que compartan la necesidad del proceso
constituyente. Pero debe hacerlo reforzando su identidad y su discurso, como
escribía García Montero recientemente, y priorizar en su convocatoria a quienes
son o deben ser nuestros aliados naturales: sindicatos de clase, izquierda
nacionalista e izquierda verde. Solo tras la complicidad con estas fuerzas,
claramente autodefinidas de la izquierda, habría que avanzar hacia los colectivos
sociales y buscar una mayoría real que solo será posible con la participación también
del PSOE. Cambiar las prioridades en la convocatoria es poner en bandeja los
apoyos a quienes insisten en la horizontalidad del “ciudadano” para excluir a
los partidos y a los sindicatos de clase.
La
ruptura con el modelo de la transición y la constitución del 78 solo será
posible a través de las urnas y quien afirme lo contrario está engañando a la
ciudadanía. Reformar la constitución exige una mayoría de 3/5 en ambas cámaras,
esto es 210 diputados y 159 senadores y esto implica contar siempre con el
PSOE. Por supuesto que se puede pensar en dar el sorpasso y convertirse en hegemónico, pero eso muestra el
infantilismo y la inmadurez en que se mueven algunos, que de momento, según una encuesta, solo parecen representar al 16% del electorado. La realidad es que el PSOE, con nuevo secretario general, se moverá en una horquilla del 25 al 30%, lo que lo hará imprescindible para hacer políticas de izquierda.
Para
hablar de lo viejo y de lo nuevo, antes de referirnos a los riesgos del
oportunismo, es bueno reconocer que todos tenemos un pasado y que obligarnos a pedir
perdón a quienes luchamos contra la dictadura y por ello peinamos canas es
cuanto menos canalla. IU-PCE y otras organizaciones de la izquierda política y
sindical deben sentir orgullo de su historia de lucha contra el fascismo que
pregonaba no ser de izquierdas ni de derechas, también de haber hecho posible
que este país viviera el mayor periodo de paz y progreso de su historia,
truncado solo y exclusivamente por la avaricia desmedida del capitalismo.
Nosotros no somos cómplices de ningún régimen y mucho menos parte de él, por ende tampoco lo somos de ninguna crisis económica o institucional. No vamos
a pedir perdón por haber nacido antes.
Insisto
en que todos tenemos un pasado. Hace unos años, Pablo Iglesias participó en un acto público de llamada a la refundación de la
izquierda. En él llamaba a Izquierda Unida a
tener la iniciativa para aglutinar las fuerzas militantes. Lo hizo
creyendo que era la mejor opción. ¿Entonces no éramos régimen del 78? Por
su parte, Juan Carlos Monedero fue estrecho colaborador de Gaspar Llamazares en
su etapa de Coordinador Federal de IU, etapa en la que casi fuimos
extraparlamentarios con dos únicos diputados. ¿Entonces no éramos régimen del
78? ¿Tampoco lo era el PSOE de Zapatero, con el que colaboramos estrechamente
hasta el punto de que se bromeaba con Llamazares como “ministro”? Muy
interesante es el artículo del propio Monedero que recogemos hoy en Plumaroja con
el título: Siempre que el PSOE se hunde nace una Nueva Izquierda.
Lo que ha cambiado desde los primeros intentos de
“refundación de la izquierda” y desde la IU de Llamazares a la convergencia que
ahora impulsa IU es que somos la amenaza que verdaderamente preocupa al dinero
y que propone una alternativa de cambio real a la agotada etapa de la
transición. En cuanto IU ha superado el 10% en expectativa de voto, en mayo de
2013, en plena vigencia de SUMA, rozábamos el 15%, se puso en marcha la maquinaria para frenarnos. Las
piezas de esa maquinaria se irán conociendo día a dia.
Quienes autoproclaman su vocación de ser “hegemónicos” en la
izquierda saben que con su estrategia tendremos que sufrir otros cuatro años de
gobierno del PP porque ni IU ni PSOE tendrán votos para superar el pírrico 36%
con el que gobernará la derecha. Y ello, en gran parte, será mérito suyo al presentar
a la izquierda plural como parte del problema y no como parte de la solución.
Su “hegemonía” del 15% habrá evitado la posibilidad real de que se articule una
alternativa de izquierdas y para cuando los “ciudadanos
ni de izquierdas ni de derechas” se den cuenta de su error, el PP habrá
acabado con todo lo público y echo las reformas electorales que dificulten el
acceso de la izquierda plural a las instituciones. ¡Enhorabuena!
Lo oportuno de los oportunismos.
Cuando
él capitalismo no tiene una oposición se la crea, como un traje a la medida, porque
necesita un determinado tipo de oposición, una oposición domesticada, no una
oposición verdadera. Pero nadie se convierte en oposición de la noche a la
mañana. Los aspirantes a opositores tienen que pasar su Via Crucis; no se lo dan todo hecho sino que tienen que poner algo
de su parte. En fin, tienen que demostrar cierta valía, cumplir determinadas
funciones que son paradójicas: pronunciarse en contra del Estado que defienden.
Los oportunistas aparecen cuando al capitalismo, lo mismo que al mando a
distancia, se le acaban las pilas y se echa de menos un recambio. Su ascenso es
el termómetro que detecta el malestar social.
La
gente está harta, descontenta y reniega de todo, pero sobre todo del viejo
andamiaje oficial, de los “gastados
partidos” e instituciones. Hacen falta caras nuevas, modernas, que digan
cosas que no estamos acostumbrados a escuchar. La crisis es para los
oportunistas terreno abonado. Proliferan en esos ecosistemas. Por eso nunca hay
sólo un único oportunista sino varios al acecho de su oportunidad, a la espera
del momento de trepar por la derecha, por el centro y por la izquierda. No debe
sorprender que algunos de ellos logren un puñado de votos porque su gran
referente es Felipe González, que logró 10 millones
de votos en 1982.
En
la transición, Felipe González exhibía una cuidada
imagen descuidada: pelo largo, patillas y chaqueta de pana. Lo de menos es lo
que uno sea; lo que vale es una imagen que sea nueva, distinta. Por eso en
tiempos de la transición al PSOE se le llamaba “renovado”. Ya no era el de la guerra, sino un partido a la última
moda, lo mismo que la movida madrileña y su lema “Enamorado de la moda juvenil” que cantaba Radio Futura: “Y yo caí..., enamorado de la moda juvenil..., de
los precios y rebajas que yo vi..., enamorado de ti. Sí, yo caí..., enamorado de la
moda juvenil..., de los chicos, de las chicas, de los maniquís..., enamorado de ti”.
En
la transición, Felipe González, el PSOE y la UGT eran “extremistas y radicales”, la izquierda de la izquierda que dejó al PCE de Carrillo sin programa electoral. Cuando Felipe González se oponía a la
reforma del franquismo para exigir la ruptura, también le acusaban de incitar a la
violencia, o sea, al terrorismo. Pero en la política burguesa no importa lo que
digan de ti; el caso es que hablen. En eso los tiempos no han cambiado nada: si
los franquistas te atacan es para promocionarte.
Plumaroja
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