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¿Es legítimo que las rentas del trabajo tributen m´sa que las rentas de l capital? |
El
florecimiento cultural y científico acumulado durante siglos se fue al traste
con el avance de los reinos cristianos. Reyes fundamentados en dudosos derechos
hereditarios imponían su santa voluntad con el apoyo de la iglesia, a la que contentaban
aportando cuantiosas sumas para sus cruzadas. Aquellas aportaciones nunca
salieron de las arcas de reyezuelos y nobles, salieron siempre del sangrado a
que se sometía al pueblo llano.
Pero
el sangrado, amén del expolio, tenía y tiene otras aplicaciones. La medicina
fundamentada en el estudio del cuerpo, la aplicación de precisas técnicas
quirúrgicas y remedios herbales dio paso a la fundamentada en la voluntad
divina, los clericales rezos y la expulsión del mal a través del sangrado. Eran
tiempos oscuros llenos de suciedad y podredumbre, de abusos nobiliarios y
derechos de pernada, de levas e impuestos para abastecer las ambiciones
totalitarias de la casta dominante. El único consuelo del pueblo era que el
tirano enfermara, generalmente la vida se le escapaba del cuerpo al ritmo con
que el matasanos aplicaba el sangrado. La enfermedad de aquellos tiempos
también diferenciaba entre ricos y pobres, los primeros morían débiles y faltos
de alimentos y los segundos morían orondos y enfermos de gota.
Objetivamente
nada o poco ha cambiado con el paso de los siglos. Hoy, sin ir más lejos, se
nos han vuelto a pegar kilos y kilos de mugre. La roña se ha llevado por
delante la inteligencia y el hambre se ha llevado los derechos. En apenas un
segundo hemos vuelto al blanco y negro, a informarnos con el nodo, a las
recetas de los sangradores. El enfermo, o sea España, tiene cada día menos
pulso y los matasanos oficiales siguen recetando sangrías en lugar de
antibióticos y vitaminas. Legiones de eruditos formados en colegios religiosos
se golpean el pecho al tiempo que nos sacan otro litro de sangre en forma de
recortes y/o privatizaciones. Afirman que sienten dolor al vernos sufrir, repitiendo
una y otra vez la letanía: sabemos que es
doloroso pero no queda otro remedio. Pero, si otros médicos cuestionan el
diagnóstico y recetan un tratamiento alternativo son condenados a muerte por
herejes.
Hace
apenas dos años se nos echó encima la noche de los tiempos, nos pilló a todos
desprevenidos. No la vieron llegar ni quienes tanto la anhelaban. Hasta ellos
muestran hoy claros síntomas de arrepentimiento. Desde entonces la salud se nos
escapa a chorros y la juventud se marcha con cada nueva sangría. El enfermo
envejece con cada ERE, con cada derecho amputado, con cada servicio público
privatizado… y la dolencia nos acerca hacia lo irreversible. Pronto no habrá
vuelta atrás y seremos lo que ellos quieren: un Estado fallido en el que domina
la ley del más fuerte, la ley de los poderosos.
La
receta que aplican con tanto entusiasmo los sangradores no busca sanar al
enfermo, sino debilitarlo. Pretenden minimizar su resistencia y que la sanación
dependa de la voluntad divina, como en la Edad Media. Realmente, lo único que
quieren de nosotros es sangre y vísceras con las que mantener vivos sus ajados
cuerpos y, con otro año de sangrado constante, seremos incapaces de oponer
resistencia.
Plumaroja
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