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Cospedal en el Palacio de Fuensalida |
Los
duques de Villahermosa andaban cansados de las ambiciones de Aldonza. Como
buenos primos no tardaron en entenderse y buscarle destino a la inquieta
urdidora que con tanto empeño habían educado. Aldonza empezaba a ser un
problema y la Duquesa no soportaba que nadie brillara en la corte capitalina sin
su permiso y el Duque también empezaba a cansarse de los protagonismos de su
ahijada.
Era
pues oportuno buscarle alguna ocupación lejos de la corte que la tuviera
entretenida a media jornada. ¡Dicho y hecho! Apenas unos minutos bastaron para
mirar el mapa y buscarle destino. En las tierras del Guadiana había una Ínsula
que, haciendo honor al río que le daba nombre, aparecía y desaparecía según convenía
a los duques. Barataria se llamaba la ínsula y su gobernador vivía malos
tiempos por lo generoso que había sido con algunos amigos. Las coplillas de
ciego le acusaban de administrar mal las cuentas, de gastar por encima de los recursos
de la ínsula y de invertir ingentes cantidades en obras poco provechosas para el
pueblo.
Aldonza
tuvo que superar algunas pruebas antes de ser nombrada gobernadora de
Barataria. Había que competir en nobleza con el antiguo gobernador y para ello
no dudo en modificar su apellido colocando un “de” que reforzara su clase. Que
tendrá de mágico el Guadiana para hacer desaparecer ínsulas y “des” cuando la
ocasión lo requiere. ¡Todo! Empezando por el propio río, que desaparece pocos
kilómetros después de su nacimiento para resurgir de las profundidades en las
proximidades de las misteriosas Tablas de Daimiel. Todo en este río es
imaginario, hasta la Ínsula de la que Aldonza fue nombrada gobernadora es pura fantasía.
Solo existe en la mente de los insulares, y no de todos, pues ha habido incluso
exgobernadores que negaron y niegan su existencia en pro de un reino aún más
imaginario, el reino de España.
Pero,
volvamos a las pruebas que Aldonza tuvo que superar y dejemos para otro momento
los extraños matrimonios pro-constitucionalista que forja la política española
en su casta dominante. Los rigores del verano no asustaron a la aspirante y
paseo su figura envuelta en negra mantilla siempre que tuvo ocasión; así se lo
reconocen los vecinos de la capital. Le hacía falta una dosis de pragmatismo
liberal y se apuntó a un cursillo intensivo en el Club Bilderberg, del que vino
como alumna aventajada y ahora los duques miran con asombro el atrevimiento con
que ofrece su Ínsula para experimentar hasta donde es capaz de soportar el
dolor el pueblo llano.
Aquí
en la Ínsula somos amantes de la tradición y tenemos nuestros héroes. Miramos
de reojo a quien, viniendo de fuera, se proclama más insular que nosotros y
huimos escaldados de quien pregona haz lo
que yo diga y no lo que yo haga. Pero para lo importante somos muy
facilones, será la falta de vitaminas, y se nos contenta con poquito. Bastó una
pareja que nos recordara a Alonso y Sancho para caer rendidos a los pies de la
Gobernadora. Leandro y Vicente se llaman realmente los susodichos, y el papel
encomendado por Aldonza les viene al pelo.
Leandro
es capaz de batallar con naves de libros que llevan la firma de su colega
Marcial Marín para culpar al anterior gobierno de arruinar la Ínsula y tragar
carros y carretas si ello agrada a su dama. Si hay que mentir se miente y si
hay que vender se vende, aunque sea en subastas públicas. Sus batallas, como las
del ilustre caballero loco, rayan el ridículo. Ni un solo vehículo vendido, los
interinos pidiendo que le corten la lengua por mentiroso y Marcial Marín
implorando que no enseñe más libros con su firma.
Vicente
es más fácil de contentar. El pobre, como Sancho, nunca soñó ser la tercera
autoridad de la Ínsula y ahí le tienen, presidente de las Cortes y con tanto
ego que no le cabe en el cuerpo y le está a punto de explotar la barriga. Este
es más Panza que Sancho. Su cargo, por inútil que parezca, cuesta a la Ínsula 82.000€
al año, lo que choca con los recortes con que Aldonza quiere cuadrar las
cuentas. Merecerlos los merece tras compararnos con Grecia, acusar a todo
quisqui de ladrón y ser el único que cree ciegamente en los milagros de su
jefa.
Aldonza
ha obrado el milagro en Barataria. En apenas un año ha incrementado la deuda en
3.000 millones y nadie se explica cómo ha podido ser. Recortó los presupuestos
en todas las consejerías, prescindió de miles de interinos, suprimió servicios
sociales básicos, paralizó obras e inversiones y adeuda cientos de millones a
los ayuntamientos. El resultado de su gestión muestra datos espectaculares en
el ámbito del desempleo con 37.000 nuevos parados en el último año, 63.000
afiliados menos a la Seguridad Social y la mayor mortandad de empresas que se
recuerda.
Para
el año que ahora comienza nos ha regalado un PICE que curará nuestros males. Lo
ha presupuestado en 1784 millones de euros que tendrán que pagar los demás
porque Barataria ha visto reducidos sus presupuestos de 2013 en un 10’25%. Lo
ha estructurado en cuatro grandes ejes (Fomento, Agricultura, Turismo y
Comercio) cuyos recursos descienden en cuantías que van del 38% en carreteras
hasta el 75% en obras públicas. Sorprende que fije el empleo como principal
objetivo y sin embargo recorte el presupuesto de políticas activas de empleo en
un 37%. Del turismo no esperamos mucho dado su silencio ante el posible cierre
de los paradores y del comercio esperamos menos aún tras su gris paso por la “Teletienda”.
Porque
será que nuestra Aldonza me recuerda a la Reina Roja de Alicia en el país de
las maravillas. Esta, como aquella es exigente con los demás y laxa con ella
misma y ansia la permanencia en el trono por encima de todas las cosas.
También, como a ella, le viene pequeño el gobierno de Barataria y aspira a
metas más grandes. ¿Será por eso que la mandaron a provincias los duques de
Villahermosa?
Plumaroja
La defensora de los trabajadores, mientras la oposición desaparecida incapaz de proyectar un programa unitario de progreso que ponga fin a esta situación.
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