sábado, 3 de septiembre de 2011

SER FASCISTA NO ES DELITO EN ESPAÑA



Son pequeños detalles, gestos que individualmente hasta nos hacen gracia porque consideramos patético que en pleno siglo XXI sobrevivan especímenes humanos propios del pasado. No somos conscientes de que convivimos con regímenes totalitarios con absoluta normalidad, que apenas a unos kilómetros de nuestras fronteras los sátrapas masacran a sus propios pueblos. Gadafi, Asad son la muestra que nos permitimos criticar, siempre que los intereses comerciales no estén en riesgo, pero junto a ellos hay decenas de tiranos a quienes les ponemos carita de complicidad y les tendemos alfombras cuando nos visitan.
Nadie osa criticar a los jeques y emires que compran o patrocinan nuestros equipos de futbol, ¿a quien importan los derechos humanos o los derechos de la mujer en el mundo árabe?, es más, ciudades enteras y aficiones de toda España sueñan con el milagro de los petrodólares para que su equipo le moje la oreja a los dos grandes. Yo que soy pielroja he caído también en la tentación y he deseado para mi atleti los millones manchados de sangre que le bajen la testuz al vikingo.
China, India y Rusia se han convertido en la novia a cortejar para empresas y estados de occidente, no importa que el dumping y la ausencia de derechos suponga una competencia imposible de soportar que nos invita a jugar con sus mismas reglas y a poner a los trabajadores occidentales a la altura de chinos, indios o rusos: sin derechos laborales.
Nos hemos acostumbrado a convivir con actitudes totalitarias con la esperanza de que a nosotros no nos toquen de cerca, pensando que las graves son cosas de otros países y las veniales son cosillas de nuestros fachas, muchachitos de mucha testosterona y poca masa gris.
Yo mismo ironicé sobre las actitudes fascistas de un alcalde considerándolo el alcalde más tonto de España, que lo es, pero me preocupa que sus tontunas no son un hecho aislado, sino que se extienden como reguero de pólvora. Parece que se ha instalado en el PP una cierta prisa por sacar el animal que llevan dentro y no dejan de producirse hechos lamentables que vulneran la Ley de Memoria Histórica. Lo grave es que las instituciones asisten impasibles al espectáculo de renombrar calles con criminales golpistas, premios a reconocidos fascistas y llamamientos a honrar a los caídos por dios y por España. Me duele, francamente, que la llegada de Cospedal haya resucitado a las momias castellanomanchegas que están prestas a lucir los apolillados uniformes azules.
No es extraño que en España salga barato ser fascista. En cualquier país civilizado se considera delito el negacionismo mientras que en el nuestro abundan las plumillas de extrema derecha publicando libelos que reivindican heroicidades franquistas y exageran atrocidades republicanas. Los países iberoamericanos nos dan lecciones a diario de cómo juzgar y condenar los crímenes contra el propio pueblo y, mientras tanto, nosotros presumimos de transición modélica olvidando que dejamos en libertad a los culpables y que personajes como Tejero o Armada viven tranquilos una vejez que pudieron quebrar a millones de españoles.
El riesgo fascista no es una excepción de nuestro país, aquí de momento son ridículos pero si les dejamos crecer pasaran a ser asesinos y a provocar las masacres que ya provocaron en nuestra modélica transición y a competir con el fascista noruego en quien asesina más gente de izquierda. Una ola fascista recorre Europa mientras izquierda y derecha moderada estudian cómo reaccionar y de cuando en cuando se plegan a sus postulados xenófobos.
Hecha la advertencia recupero la ironía para felicitarme porque nuestros fascistas son de momento de un patetismo que provoca hilaridad y se contentan con retirar estatuas y calles a premios nobel o luchadores por la libertad, al tiempo que las sustituyen por épicas estatuas a Franco, José Antonio o Millán Astray, así, al menos, las palomas las llenaran de mierda y dejarán a los progresistas en paz.

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