Ya que nos hemos
metido en harina continuaremos premiando los modelos que nos regala el PP por
la extensa geografía española. Comencé esta serie de entradas en el blog como
una broma y empiezo a tomármelo muy en serio. Cierto es que me divierte mucho
meterles el dedito en el ojo y cabrearlos un poco. Además, si esto sirve para
que algún desinformado que les votó se lo empiece a pensar habrá merecido la
pena.
Tengo magníficos
recuerdos de mi relación con los uniformes, fueran estos azules, grises,
marrones o verdes provocaban en mí una sonrisa irónica que casi siempre me
ocasiono algún problema. En el ejército del aire, se supone que el cuerpo más
ilustrado, me permitieron ser ateo y no jurar bandera pero me encerraron por
ser irónico y porque no compartían la sutil crítica de los artículos y dibujos
de Plumaroja, entonces el camaleón,
en La Voz de los Cuarteles, órgano de expresión de la Unión de Soldados
Demócratas (USD) que el Partido del Trabajo (PTE) me encomendó organizar en la
región de Murcia. Aún se acuerdan de mí en la Academia General del Aire. Lo
curioso es que no recuerdan mi nombre pero si recuerdan al “rojillo”, apodo que
me puso un soldado catalán que era “rojo” y me sacaba dos cabezas.
Ya antes había
tenido relaciones intensas con las gentes de uniforme. La más estrecha fue con
dos “policías armadas” del año 77 a quienes les pinte en sus narices las siglas
JGRE (Joven Guardia Roja de España) en la madrugada previa a que el gobernador
civil inaugurara la nueva comisaría de Puertollano. He de reconocer que se
molestaron mucho por aquello, llegaron a amartillar el arma y a gritarme
algunas lindezas, hijoputa y rojo de
mierda me decían mientras corrían persiguiéndome. Los despiste en un
segundo porque había estudiado en la academia Cervantes, próxima a la
comisaría, y me conocía todos los atajos. Se les debió caer el pelo, supongo, y
sus compañeros preguntaron por mí y por el autor de dos de las letras de la
pintada durante una semana.
Con aquella vocación
por la escritura y la pintura no es raro que haya terminado firmando Plumaroja
y escribiendo ranking como este de quién será el consejero más facha de España.
En recuerdo a mis años de uniforme y por solidaridad con el azul “guindilla”
traigo a vuestra consideración los méritos de la Consejería de Seguridad
Ciudadana de Melilla, que ha tenido a gala conceder la Medalla de Oro de Policía
Local al ex consejero de Seguridad Ciudadana Ramón Antón Mota, personaje de
envidiable pasado franquista, casi tanto como el de la ciudad autónoma.
Entre los méritos
que la Consejería de Seguridad Ciudadana destaca del exconsejero para otorgarle
la condecoración está el de haber asistido "en comisión de servicios"
con el Delegado Gubernativo a la última ejecución que hubo en España por garrote vil y penúltima pena
de muerte dictada por un consejo de guerra en 1974: la del joven catalán Salvador Puig Antich. Otro de los méritos
que se subrayan en el currículum de Antón Mota, quien promovió el distintivo
que ahora se le concede, es el de haber estado destinado en Irún en 1970,
"donde se declara por primera vez el estado de excepción tras los
continuos incidentes de orden público", según consta en la propuesta de
concesión de la Medalla, firmada por el actual consejero de Seguridad,
Francisco Calderón Carrillo.
La atribución del
distintivo, que será entregado el próximo 29 de septiembre, salió
adelante con el voto en contra de
todos los grupos de la oposición: PSOE, Coalición por Melilla (CPM) y
Populares en Libertad (PPL). La motivación que ha llevado a estos grupos a
rechazar la propuesta también tiene que ver con la cuestión
"ética" que supone premiar a la misma persona que ha promovido la
concesión anual de esta condecoración.
Plumaroja piensa
que el trabajo de este individuo está más que reconocido en el salario, no sé
si merecido, que recibe. Todo lo que huela al régimen franquista debe
desaparecer y más en este caso en el que se presume, a través de un currículum, de haber
asistido a una de las últimas ejecuciones de la dictadura. Alguien que incluye
un episodio como ese en su trayectoria profesional no debería recibir dinero de
las arcas públicas", añado.
La duda que me asalta es si extender el premio a todo el
gobierno de la ciudad autónoma. Méritos no le faltan ya que aún mantiene una
estatua de Francisco Franco y es reacio a aplicar la Ley 52/2007 de memoria
histórica. La efigie del dictador sigue a los pies de la muralla de la ciudad,
en plena vía pública. No lejos de allí, otro monumento al régimen continúa
presidiendo una de las principales avenidas de la ciudad, ocupando el lugar del antiguo Café La
Peña. En aquel establecimiento se reunían intelectuales republicanos
y, tras el alzamiento militar, fue destruido y sus propietarios fusilados. El
destino del conjunto arquitectónico —en el que se lee "Una grande libre"— se vuelve
incierto después de que el ministerio de Defensa se ofreciera a retirarlo a
cambio de que la Ciudad Autónoma le cediera la titularidad del mismo. El
Gobierno de Melilla, en cambio, se niega a hacer este traspaso, dejando en
suspenso la aplicación de la ley de memoria histórica.
Revisados
los méritos creo que es de justicia conceder el galardón del Gobierno Autónomo
más facha de España al de Melilla, aunque nos reservamos el derecho a
rectificar si algún otro de los 17 supera en hazañas al premiado.
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