domingo, 25 de septiembre de 2011

LOS FUSILARON AL ALBA


Mercedes Arancibia
Hoy velaré toda la noche
solo y en silencio
Hoy velaré toda la noche
Mañana matarán a Daniel
Mi camarada.
(Manuel Blanco Chivite. Víspera del fusilamiento, escrito en la noche del 26 al 27 de septiembre de 1975).
El 27 de septiembre de 1975 la dictadura gastó sus últimas balas en fusilar a cinco militantes antifranquistas, dos de ETA y tres del FRAP. En cuatro Consejos de Guerra celebrados ese mismo mes de septiembre en Barcelona, Burgos y dos en Madrid, y en juicios sumarísimos, se dictaron once penas de muerte de las que cinco se ejecutaron aquel sábado 27 (las otras seis las conmutaron por penas de reclusión): a Angel Otaegi le fusilaron en Burgos, al Txiki (Juan Paredes Manot) en Burgos, y a José Humberto Baena Alonso (el Daniel del poema ), Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo, al lado de Madrid, en Hoyo de Manzanares. El único paisano autorizado a presenciar la ejecución de estos tres, el párroco de la localidad, hizo después un escalofriante relato de lo que presenció: «Además de los oficias y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente del pelotón y le dio el tiro de gracia, sin dar tiempo a que me separara del cuerpo. La sangre me salpicó».
El dictador, al que apenas quedaban dos meses de vida, ignoró como había hecho siempre todas las peticiones de clemencia (lo mismo que todos los ministros de su gobierno que aprobaron por unanimidad el fusilamiento) que le transmitieron desde el papa Pablo VI (que siempre fue tan cómplice de la dictadura) hasta su hermano Nicolás Franco, pasando por el primer ministro sueco Olof Palme. Los países de la entonces todavía Comunidad Económica Europea pidieron oficialmente el indulto de lo once condenados, lo mismo que Naciones Unidas. Hubo protestas populares en casi todas las capitales europeas, se llegó a asaltar, o intentar asaltar, embajadas y consulados españoles (la de Lisboa ardió) y en Francia se boicotearon los intereses españoles. Los gobiernos de Noruega, Reino Unido y Holanda, llamaron a su embajador en Madrid; en Copenhague, la Alianza Atlántica hizo una moción de protesta y exhortó a los países a impedir la entrada de España en el organismo. Luis Echeverría, presidente de México, pidió la exclusión de España de la ONU, expulsó al embajador español y suspendió todo contacto con el régimen.
En el País Vasco, hubo una huelga general, seguida mayoritariamente, en pleno Estado de Excepción; en diferentes ciudades españolas se multiplicaron paros y protestas. El clamor mundial contra las ejecuciones no cesaba. El abogado suizo Chistian Grobet que asistió como observador al consejo de guerra de Txiki, en nombre de la Federación Internacional de Derechos del Hombre y de la Liga Suiza de Derechos del Hombre, dijo en su informe del 12 de septiembre: «Jamás el abajo firmante… ha tenido un impresión tan clara de asistir a un tal simulacro de proceso, en definitiva a una siniestra farsa…».
La respuesta del régimen fue convocar una manifestación de adhesión en la madrileña Plaza de Oriente que el dictador, en muy mal estado físico, presidió acompañado del entonces príncipe Juan Carlos. Fue la última aparición pública del sátrapa.
Les fusilaron al alba, rodeados de una soledad incomprensible, sin nadie cerca que pudiera regalarles una última palabra de aliento, el último beso. Más tarde le puso música Aute; había escrito la letra en aquellos días tan desolados y con ambas cosas compuso una canción de amor:
Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas
no te destroza amor mío
esta silenciosa danza.
maldito baile de muertos
pólvora de la mañana.
Luis Eduardo Aute. Al Alba. Madrid 1975.

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