“Jamás desesperes, aun estando en las más
sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante”-
Miguel de Unamuno.

Las
siete plagas de Egipto son una insignificancia si las comparamos con lo que
nuestro pueblo viene padeciendo estos últimos años. Desempleo, corrupción,
exclusión, abandono, quebranto de las libertades democráticas, saqueo
sistemático de los recursos públicos y, para que no falte de nada, una peste
moderna gestionada por unas elites pijicasposas con la cualificación de un
macaco homicida. Al final, por mucho que insistiera el Borbón emérito, se
demuestra que la justicia no es igual para todos. ¡Ni de coña!
La
vara de medir (o delictómetro) se inclina a favorecer a los villanos de guante
blanco y corazón negro de avaricia. Los de las tarjetas negras, que bien
podrían protagonizar Torrente 6, aprovecharon el cargo para darse la
gran vida a costa de estafar a los honrados ciudadanos. Los mismos que argumentan
que un “preferentista” jubilado sabía perfectamente que estaba firmando un
contrato con el diablo, dicen ahora ignorar que lo de la tarjeta negra olía a
cuerno quemado. Una práctica común, mantienen muchos, un sobresueldo para
gastar en opíparas comidas en sus propios restaurantes, en clubes de alterne o
en lencería fina para sus “señoras”. Mucha, mucha lencería.
Es
verdad que ha habido ceses y unas cuantas dimisiones, aunque ninguna de los “consentidores”
o de quienes tuvieron tan buen tino al proponerlos como consejer@s. Alguna en
diferido. Como la de Arturo Fernández que piensa esperar, con un par de
bemoles, a dejar confeccionado el código ético de la CEOE antes de darse el
piro. Nadie mejor que el para proponer un código ético. Pero más ruido que pólvora
si lo comparamos con la dureza con la que la justicia pretende castigar a los
14 imputados del 15-M o a integrantes de piquetes informativos.
A
estos cachorros revolucionarios se les acusa por pequeños actos de vandalismo
que no ocasionaron graves daños. No digo que no debieran sancionarse si son
demostrados. Pero resulta chocante que un chaval de dieciséis años, sin
antecedentes, acabe con sus huesos en la cárcel por quemar un contenedor, o un
cajero, mientras los ladrones trajeados, bien comidos (presumo que también bien
follados), a golpe de tarjeta negra puedan reventar un banco desde dentro sin
llegar a pisar una comisaría.
Es
verdad que hay muchas nubes negras, como las tarjetas, empañando la alegría de
estas tierras. Pero no es menos cierto que un agua limpia y fecunda mana de los
oscuros cúmulos de mierda. Agua del 15-M, las mareas, Stop-Desahucios,
movimientos sociales y solidarios… Agua clara que reclama transparencia y
limpieza. Agua brava que no podrán contener celdas ni diques en forma de leyes
mordaza. Pese al enladrillado cielo de basura, cada vez hay más gente que fluye
y confluye como el agua. Tanta porquería, bien merece un tsunami por respuesta.
¡Que las urnas sean la manguera de la regeneración está en nuestras manos!
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