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Defensores de la sanidad pública han criticado las donaciones de Amancio Ortega |
Desde las
asociaciones de defensa de la sanidad pública, se ha criticado, hasta incluso
proponer su rechazo, la donación de más de 300 millones de euros de Amancio
Ortega para financiar inversiones en equipamientos en el área de oncología de
las distintas Comunidades Autónomas.
Pero desde esa
misma posición, se puede aceptar la decisión del dueño de Zara sin caer en la
incoherencia respecto a la defensa del sistema público de salud. Esto es lo que
me propongo en este breve artículo.
El área de
salud es quizá el único de la política pública que está sometido a una presión
imparable de gasto exponencial. Y esto se debe al inexorable avance de la
investigación médica y farmacéutica, a la necesidad imperiosa de incorporar los
nuevos hallazgos científicos y tecnológicos, y al creciente aumento de la
esperanza de vida de una población que requiere más y mejores atenciones en las
etapas finales de su existencia.
Mientras que
una reducción del gasto público en infraestructuras o en educación conlleva
efectos que se perciben a medio o largo plazo, los recortes en sanidad tienen
efectos inmediatos, que son percibidos de manera clara por la población, y que
provocan reacciones críticas contra los responsables políticos. Es por ello que
el de la salud es un área de la política pública de las consideradas
“calientes”, siendo proclive a convertirse en un terreno de confrontación
política.
Sin embargo,
los recursos públicos son limitados, y ningún país, por muy boyante que sea su
economía, puede atender de manera adecuada las demandas crecientes del sistema
público de salud, debido precisamente al incremento exponencial del gasto en
este área. Por eso, los poderes públicos buscan fórmulas diversas para hacer
frente a esa realidad, y evitar el deterioro de la calidad de los servicios
sanitarios.
Desde la
privatización pura y dura de determinados servicios, hasta la firma de
convenios con entidades privadas para sacar del ámbito de los hospitales
públicos determinadas prestaciones, pasando por la redefinición de la cartera
de servicios básicos o por el copago sanitario y/o farmacéutico, los gobiernos
buscan salidas al colapso que puede producirse cuando las cuentas del sistema
público de salud no puede cubrirse con los ingresos fiscales.
El mayor o
menor énfasis en una u otra de esas fórmulas depende, sin duda, de la ideología
del partido que gobierna. Sin embargo, cada vez más se observan convergencias
en las políticas sanitarias de los distintos partidos, y apenas pueden
observarse grandes diferencias entre ellos cuando asumen responsabilidades de
gobierno. Por ejemplo, conciertos con entidades privadas existen en Comunidades
Autónomas donde gobierna el PP, pero también donde gobierna el PSOE. Lo mismo
cabe decir del copago o de la redefinición de la cartera de servicios básicos.
A diferencia de
otros países, en España no se ha desarrollado suficientemente la cultura del mecenazgo,
por lo que aún tiene que estar mejor regulada. Sólo algunas fundaciones de
entidades financieras (como Caixabank, el BBVA o el Banco de Santander) o
aseguradoras (como la Fundación MAPFRE), tienen programas de mecenazgo en el
ámbito de la cultura o de la política social, o en la financiación de algunas
becas o proyectos de investigación científica.
No es frecuente
en nuestro país que particulares intervengan en el área del mecenazgo, lo que
explica el impacto mediático que ha tenido la decisión de Amancio Ortega de
donar una cantidad considerable a la adquisición de material y equipo en los
servicios públicos de oncología. Lo que en otros países es habitual (pensemos
en la labor de mecenazgo de la Fundación Bill y Melinda Gates), en España resulta
tan extraño, que se duda de las buenas intenciones de unas donaciones a las que
se les califica de “filantropía barata” o de las que se sospecha oscuros fines
de lavado de imagen o de evasión fiscal.
Eso está
ocurriendo con la donación del dueño de ZARA, que, junto a los que la elogian y
agradecen, se encuentran los que la rechazan. El rechazo se basa en dos
argumentos: uno, que lo que deben hacer los empresarios y propietarios de
grandes fortunas como Amancio Ortega es pagar más impuestos y ofrecer a sus trabajadores
unas condiciones laborales dignas; y otro, que el sistema público de salud no
debe abrir la puerta a esas donaciones, sino recibir una adecuada financiación
por parte de los poderes públicos. La controversia ha llegado incluso al ámbito
de la política, hasta el punto de que algunos partidos (como Unidos Podemos de
Navarra) se han manifestado en contra de aceptar la donación de Ortega.
Creo que el
debate está errado. Como he afirmado al principio, el sistema público de salud
necesita fuentes diversas de financiación si queremos que mantenga el alto
nivel que ha alcanzado en nuestro país. Todos los españoles nos sentimos
orgullosos de nuestro sistema público de salud, especialmente cuando se pasa
por la experiencia de ser usuarios directos del mismo o de haber acompañado a
algún familiar en situación de enfermedad grave. Sin embargo, somos conscientes
de que es una joya frágil, que puede deteriorarse si no se le presta la debida
atención y se le dedica los recursos necesarios.
Y para eso hay
que explorar todas las fuentes posibles de financiación para que funcione
prestando unos servicios de calidad. Para un enfermo de cáncer poco le importa
si el servicio que recibe es público o privado, o si los recursos que financian
los costosos equipos médicos proceden de la donación de un particular. Lo que
le interesa es que el derecho a la sanidad sea un derecho de ciudadanía
protegido por los poderes públicos, y que el servicio que reciba sea de
calidad.
Bienvenida sea
la donación de Amancio Ortega, y ojalá eso anime a otras personas a practicar
el mecenazgo, y no sólo en el ámbito sanitario, sino en otras áreas.
No mezclemos
churras con merinas. Es evidente que, como cualquier ciudadano, los empresarios
deben pagar los impuestos que les corresponden y deben tratar a sus
trabajadores de acuerdo con la normativa laboral vigente, y si no lo hacen, que
caiga el peso de la ley sobre ellos.
Los gobiernos
deben dedicar los recursos que sean necesarios para financiar unas políticas
públicas a tono con el nivel de nuestra economía y con la riqueza que se genera
en nuestro país, debiendo aplicar la política fiscal más conveniente (aún
estamos varios puntos por debajo en presión fiscal respecto de la media de la
UE-15).
Pero eso no
impide reconocer que los recursos públicos son limitados, y que se deben
diversificar las fuentes de financiación si queremos mantener un sistema de
bienestar como el alcanzado en estos cuarenta años de democracia que acabamos
de cumplir.
Eduardo Moyano Estrada
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