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Luis Royo (arriba a la izquierda), Ángel Salamanca (abajo a la derecha) |
Martes, 12 de octubre de 2004, Madrid.
Dos ancianos caminan abriendo el desfile de las Fuerzas Armadas. Encabezan un
pequeño grupo vestido de civil que desfila ante la Familia Real por decisión
del entonces ministro de Defensa, José Bono, y del presidente José Luis
Rodríguez Zapatero. El grupo avanza en columna de a dos desprovisto de la
energía castrense que le rodea, y sorprende la distancia que los dos ancianos
mantienen entre ellos, mayor que la del resto de parejas. Una voz va narrando
al gentío que ha acudido a la plaza de Colón lo que sucede. La inmensa mayoría
masculina y marcial que espera a desfilar con sus armas en ristre no alcanzará
a oír a esa voz pronunciar las palabras “La
paz y la concordia han quedado para siempre establecidas”.
Viendo a los dos ancianos, uno no puede
adivinar sus pensamientos, pero ambos son conscientes de protagonizar dicha
frase. Quizás su único modo de expresión, ya que no se les dará voz, reside en
la elección de su indumentaria.
El que camina a la derecha se llama
Luis Royo. Viste cazadora oscura sobre polo pardo. Ha prescindido de la corbata
y lleva un libro en la mano cuyo título no se alcanza a distinguir, aunque
también podría ser una publicación. El de la izquierda se llama Ángel
Salamanca. Viste traje oscuro y corbata, gafas de sol y una medalla otorgada
por el Ejército español a raíz de su lucha junto al Ejército nazi.
Royo, republicano, participó junto a la
División Leclerc en la liberación de París, ocupada hasta entonces por los
nazis. Salamanca se unió a las tropas fascistas de Adolf Hitler junto a la
División Azul.
El ministro de Defensa, José Bono, con
el beneplácito de Rodríguez Zapatero, ha decidido que desfilen juntos, formando
pareja, públicamente. Con ese gesto han decidido que “la paz y la concordia han quedado para siempre establecidas”. Con
ese gesto, equiparan a los combatientes fascistas y a aquellos otros que
lucharon por la democracia y la libertad.
Royo, Legión de Honor de la
República Francesa.
El primer grupo de soldados que entró
en París para liberarlo de la ocupación nazi se llamaba La Nueve y estaba
enteramente formado por soldados españoles. Entre ellos, el anarquista Luis
Royo, que ya había luchado en la Guerra Civil contra el ejército franquista.
Royo falleció hace menos de un año. En su obituario
(El
País, 31/8/2016), la escritora Evelyn Mesquida, autora del libro La Nueve,
los republicanos españoles que liberaron París, recordaba las
palabras de Royo: “La verdad es que nunca
pensé que luchaba para liberar a Francia sino que estaba luchando por la
libertad. Para nosotros aquella lucha significaba la continuación de la Guerra
Civil”.
Setenta años después de su entrada en
París, Francia, representada por la alcaldesa Anne Hidalgo, rindió homenaje a aquellos republicanos.
Salamanca, medalla del Ejército
Español.
El 18 de julio de 1998, siendo Eduardo
Serra ministro de Defensa del Gobierno de Aznar, se le impuso a Ángel
Salamanca, miembro de la División Azul, la Medalla Militar Individual. Defensa
decidió que Salamanca merecía recibir tal distinción por su participación en
una batalla librada en 1943 junto al Ejército nazi.
En el
acto militar de distinción a Salamanca, José Faura, jefe
del Estado Mayor del Ejército, declaró: “El
tiempo ha pasado, pero los sentimientos perduran. Esos ideales [los de la
División Azul] no caducan, son permanentes y deben inspirar en todo tiempo, en
paz o en guerra, la conducta de las Fuerzas Armadas”.
Tanto la revista El Abanderado Falangista
como la Fundación Nacional
Francisco Franco aplaudieron dicho premio y loaron la figura del
condecorado y su lucha junto a las tropas de Hitler.
Sin embargo, el hombre elegido por Bono
para desfilar no solo formaba parte de la Falange y los herederos del dictador.
La comunidad internacional neonazi Stormfront, cuyo lema reza We are the voice of the new, embattled White
minority! (¡Somos la voz de la nueva y combativa
minoría Blanca!), también reclama a Ángel Salamanca como uno de los suyos.
Bono y su “concordia”
El 12 de octubre de 2004, cuando el
ministro de Defensa José Bono puso a desfilar a Salamanca junto a un
republicano antinazi, hacía solo seis años que el falangista había recibido la
medalla, celebrada en círculos fascistas y de extrema derecha españoles e
internacionales, premio que algunos sectores del Ejército habían cuestionado.
Más allá de lo que supone identificar a
un combatiente fascista con otro republicano, la elección de quiénes iban a
hacerlo resultó por fuerza delicadísima. O sea, que Ángel Salamanca no fue
elegido al azar, lo que hace suponer que Defensa conocía sus inclinaciones, no
ya cuando de joven luchó junto a los nazis, sino las que sostenía en ese mismo
octubre de 2004.
También se supone que, si no lo habían
leído, sabían de la existencia de su libro Esclavos de Stalin, publicado solo
dos años antes, en 2002, por la Editorial Fuerza Nueva.
Dos días antes del desfile, numerosas
asociaciones españolas firmaron un minucioso comunicado
de repulsa del que se hicieron eco diversas asociaciones pro Derechos Humanos
europeas. Entre las firmantes estaban la AFARIIREP (Asociación de Familiares y
Amigos de Represaliados de la II República por el Franquismo), los Amigos de
los caídos por la libertad (1939–1945), Asociación para la creación del Archivo
de la Guerra Civil, las Brigadas Internacionales, los Niños de la Guerra, la
Resistencia y el Exilio Español, la Asociación de Descendientes del Exilio
Español, la Asociación Manuel Azaña, los Desaparecidos de la guerra civil y el
exilio republicano, el Foro por la Memoria, o el Instituto Republicano de
Derechos Humanos.
Bono les acusó de mantener “planteamientos antiespañoles”, y
declaró: “Es mucho más solidario, moderno
e inteligente buscar la concordia entre todos, entre los de uno y otro bando,
que leer la cartilla a unos o a otros”.
L’Humanité y la indignación
El jueves 13 de octubre de 2004, un día
después del desfile, la periodista Meriem Djebari publicaba en L’Humanité
una crónica titulada La mémoire républicaine
insultée.
En ella afirmaba, sobre la apelación a
la concordia de Bono: “Una declaración
indignante para las víctimas del franquismo cuya rehabilitación es todavía
incompleta y para los españoles que combatieron la dictadura. Es aún más
despectivo ya que tiende a negar el necesario trabajo de memoria. El consenso
político de la era post-Franco para establecer la democracia se ha hecho sobre
la base de una amnistía que equivale a una amnesia sobre ese periodo. La ‘reconciliación’
en España, que tanto aprecia José Bono, no puede mezclar a los combatientes que
permanecieron fieles la República, e incluso a aquellos asesinados, con el
apoyo entusiasta de las fuerzas del Eje”.
Cristina
Fallarás. Publicado en Ctxt
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