Algunos hechos, algunas situaciones, nos
golpean el conocimiento hasta dejarnos sin aire. Actos de crueldad gratuita,
inexplicable, odios gestados en mentes frenopáticas que embisten en la
dirección que les marca un trapo rojo imaginario.
Un padre abrazado a
su bebé salta por una ventana. La ira contra su pareja le conduce a
destruir la inocente vida de su propia criatura. Te voy a
dar en dónde más te duele– le espetó a la madre antes de
emprender el vuelo hacia el más abyecto absurdo.
Hay tantos crímenes
por odio como por indiferencia. Unos son machistas, otros racistas y también
los hay institucionales. Si deleznable resulta el apaleamiento de un
inmigrante o un mendigo, no me parece nimio que destacados miembros
del gobierno no vean inconveniente en que España sea la Meca donde se junten
grupos de extrema derecha y filo-nazis para organizar encuentros y exaltar sus
ideas de mierda.
Se puede pecar por
acción o por omisión tengo entendido. Pero permitir sus actividades,
generalmente violentas, debería ser pecado de los gordos. Además de la
ideología anti-constitucional y violenta que defienden, algo que no queremos
sea reseña de nuestra noble tierra, está el peligro real que supone
para la ciudadanía que estas bandas de monos tarados campen a sus anchas por
nuestras calles.
Pero la obviedad no
es un problema en el país que inventó el esperpento. Tampoco lo es a
nivel internacional. No tenemos la exclusiva de payasos homicidas que
contribuyen a que nuestro planeta sea un lugar más sórdido e inhóspito. La estupidez
humana es, quizás, la auténtica esencia democrática. Se reparte equitativamente
sin que le frenen muros ni fronteras. Ahí está el bueno de Trump, que no
salió de una chistera. Tampoco Rajoy, aunque cueste creerlo.
Dirán que se me va la
cabeza. Dirán bien. Supongo que he cortocircuitado mis neuronas por una
sobredosis de ese polvo de espejos conversos y cóncavos que flota por la
atmósfera. Por tanta crueldad gratuita contra nuestra
propia especie y todo bicho viviente, por tanto horror inexplicable, no es de
extrañar que alguno pierda el juicio y emprenda su particular vendetta.
Es el caso de un pensionista italiano de 70 años
que decidió expresar su indignación utilizando métodos escatológicos. El
buen hombre se ha estado dedicando a mandar sobres que contenían papel
higiénico impregnado de su propia mierda. Pero no piensen que elegía sus
víctimas al azar. Los diez mil sobres que remitió durante tres años iban
dirigidos a todo tipo de fauna antropófaga: políticos, banqueros, pedófilos…
Uno de sus objetivos
epistolares ha sido Bengt Holst, el director del zoológico de Copenhague que
ordenó hace tres años ejecutar en público y dar de comer a los leones a Marius,
una cría de jirafa. Sus razones: “no daba la talla genética para la
reproducción”. Pese a las ofertas de adopción de otros zoológicos y
organizaciones animalistas, Holst decidió montar un holocausto caníbal
delante de decenas de estupefactos niños daneses. Por cierto, los leones que se
comieron a Marius fueron ejecutados poco después para, según la versión del
mismo Holst, hacer sitio a otros leones. Todo muy gore. Tanto, que la venganza
del pensionista italiano no deja de ser una jaimitada inofensiva.
Que el mundo es y será una porquería
ya lo se- nos
dice un viejo tango. Las misivas del jubilado indignado eran, de alguna poética
forma, una invitación a que los abusadores se vieran retratados. Un
acto íntimo de justicia remota. Directamente salido de sus entrañas. Esos
restos de mojones mensajeros no llevaban ningún mensaje subliminal o una
amenaza oculta. Eran la interpretación más genuina de esta humanidad
enloquecida.
Si es verdad aquello de que hay que combatir
el fuego con el fuego, a lo mejor se podría combatir la mierda con la mierda.
Por probar. Total, ¡Si lo que nos sobra es mierda!
"Los diez mil sobres que remitió durante tres años iban dirigidos a todo tipo de fauna antropófaga: políticos, banqueros, pedófilos…"
ResponderEliminarPolíticos,banqueros y pedófilos... me trocho.
Este blog es un tesoro que estaba escondido para mí. No recuerdo un sectarismo progre de tal pureza. Los topicazos continuos son tan simplones que producen risa.