Hace ya bastante más de un siglo cuando Karl Marx afirmó que la religión era el opio del pueblo. Hoy en día, para una buena parte de la población mundial, y en concreto para la española, el opio del pueblo es el fútbol. Un deporte que ya hace mucho que dejó de ser un juego basado en el fútbol, quizás para siempre, para convertirse en un circo mediático en el peor sentido de la afirmación. Buena parte de la población española vive ensimismada en la burbuja del fútbol soñando con que “su” equipo de fútbol gane la Champions League o la Liga, sin importarle otros aspectos en la sociedad, que evidentemente son más trascendentales para el devenir de su propia vida. Hace pocos días, vivíamos un ejemplo evidente de lo que estoy expresando, la estrella del Barcelona, Lionel Messi, acudía a los juzgados para declarar sobre un fraude fiscal a Hacienda, que en parte nos afecta a todos, cuando en la entrada había un grupo de personas que le aclamaban. Éste por desgracia para la humanidad, es solo el último caso reseñable, pero cualquier persona podría sacar cientos de ejemplos si se sumergiese en la hemeroteca reciente.
El problema no es solo actual, el arma del fútbol ya se ha usado previamente para contrarrestar noticias o acciones que podrían ir en contra del prestigio del gobierno, ya fuese durante la dictadura autoritaria de Franco o durante la democracia. Por ejemplo, con la dictadura franquista en sus momentos finales, para tratar de evitar que los trabajadores saliesen a la calle en el Primero de mayo, el día del trabajador, el régimen programó en esos instantes un recopilatorio que incluía los mejores goles del Real Madrid, o un ejemplo más reciente, cuando de forma casi paralela a la victoria de la selección española de fútbol en la Eurocopa, el actual presidente del gobierno, Mariano Rajoy Brey, emitía una preocupante noticia sobre la situación económica de España, que pareció preocupar a un reducido número de la población.
De todas formas, por si acaso no estábamos inundados de fútbol en el telediario, en los periódicos y en la televisión, desde el año pasado se han repartido a lo largo de más días las jornadas de la Liga nacional, que hasta el año pasado tan solo se disputaba en sábado y domingo. Ahora venimos de pasar 23 días seguidos en los que se han jugado partidos de Liga. Días en los que se nos está repitiendo hasta la saciedad el buen juego del Barça y del Atlético de Madrid y el mal juego del Real Madrid, buscando polémicas inexistentes para conseguir, y se consigue (que es lo preocupante), que las conversaciones de los días siguientes en la RENFE, en el metro, en el trabajo, en la universidad y en los bares versen sobre esas polémicas, que son creadas en gran parte por el periodismo deportivo de este país, que está en clara decadencia, porque ya no es ni periodismo ni es deportivo. Si no, que alguien me explique donde está la noticia en el nuevo corte de pelo de Neymar o en que Morata diga que Benzemá es uno de los mejores delanteros del mundo. Éste no es el concepto de periodismo que tengo en la cabeza. Lo de que ya no es deportivo es obvio, para acuñar ese término debería poder hablar y entender de todos los deportes cualquier periodista. Sin ir más lejos, en la tarde del 7 de octubre de 2013 se podía leer en el teletexto de Antena 3 que Marco Pantani era el último italiano en ganar el Giro, lo que demuestra el escaso conocimiento de los denominados como “periodistas deportivos” (siempre hablando por norma general) de otros deportes.
Eso si, quiero remarcar que no estoy criticando al fútbol como deporte, tan solo al triste espectáculo mediático de su alrededor, al igual que no estoy diciendo que todos los aficionados al fútbol tengan que ser unos seres absortos de todo lo que pasa en estos momentos en España y a su alrededor, despreocupados de los problemas sociales. Evidentemente uno puede ser un gran aficionado al fútbol y estar concienciado de lo que ocurre a su alrededor, fíjense en Eduardo Galeano si tienen dudas de ello. Lo ideal sería que fuese un deporte que viese la población para divertirse, pero que después, cuando el árbitro pita el final, recuerden que la vida va más allá. Como diría el escritor David Becerra hace dos años en una de sus clases: cuando la pelota está en juego, que por cierto, casi siempre está en los pies de Xavi, estoy totalmente pendiente del partido, pero cuando concluye, vuelvo a la realidad, con los problemas que esta conlleva.
Creo que es conveniente recordar a la sociedad, sobre todo a los jóvenes, que su vida no depende de lo que hagan en el terreno de juego once personas ajenas a él, ellos no deberían decidir su propia felicidad, entre otras cosas, porque no forman parte de eso que consideran “su” equipo y probablemente, eso no lo podrán cambiar.
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