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Estación de Almadenejos. Línea Puertollano-Badajoz |
Como cada día veía pasar
la tarde sentado en un desvencijado banco de la vieja estación. El pueblo no
daba para muchas distracciones y el sueño de ocupar el “asiento” de cualquiera
de los viajeros del tren que por allí pasaba mantenía su ilusión por vivir. Pensaba
en lo curioso que resulta compartir sueños con los habitantes de los pueblos
costeros o insulares. Él quería cambiarse por los viajeros del tren y ellos querían
cambiarse por los viajeros de los barcos. La estela plateada de los aviones, por
el contrario, no despertaban ese sentimiento romántico del viaje hacia cualquier
parte.
Mientras esperaba el
paso del tren reflexionaba sobre la decisión de cerrar líneas ferroviarias en
función de su rentabilidad y como, de llevarse a cabo, sería un paso más en el
desmantelamiento del transporte público en España. Los mandamases empleaban la
rentabilidad como argumento para suprimir líneas accesibles a la mayoría de la
población y, paradójicamente, no aludían a los miles de millones invertidos en
líneas de alta velocidad que, en muchos
casos, había resultado un “gran fiasco”. Lejos de aprender la lección, los muy estúpidos,
continuaban erre que erre trazando nuevas líneas inviables en lugar de cuidar
lo que siempre funcionó y desde mediados de los noventa se fue abandonando a su
suerte.
Desde la expo del 92
se extendía el panorama de trenes ultrarrápidos y caros que viajaban semivacíos,
de estaciones fantasma en ciudades y de pueblos incomunicados y sin estación o
a punto de perderla. Y ahora, la intención del Ministerio de Fomento de cerrar
y reducir la oferta de líneas era la sentencia de muerte al ferrocarril
convencional. Pensaba para sus adentros que “el
muy cuestionable honor de ser el segundo país del mundo en kilómetros de vías
ferroviarias de alta velocidad se había logrado a golpe de deuda pública y
despilfarro... y de dar la puntilla al medio rural, dejando a sus habitantes
incomunicados y a su suerte… Hacía unos
años que se cerraron las líneas de autobuses y ahora veía pasar el que podía
ser el último tren...” “En el ministerio olvidaban que las líneas ferroviarias
de media distancia proporcionan un servicio básico para muchas poblaciones
rurales que quedarán aún más aisladas con los cierres anunciados. Sin tren, la
única forma de desplazamiento será por carretera, lo que dificultará la vida de
aquellas personas residentes en el medio rural que no dispongan de automóvil o
no puedan conducirlo, por edad o cuestión física…”
En su cabeza se
agolpaban argumentos para rebatir los empleados por Fomento… “Se emplea el argumento de cerrar los
servicios de tren convencional que no son eficientes desde el punto de vista
medioambiental, económico y social, cuando es la política de transporte la que
ha provocado esa ineficiencia…” “En
las últimas décadas se han invertido cantidades millonarias en construcción y
mejoras de nuevas infraestructuras de alta velocidad, mientras el ferrocarril
convencional ha quedado, por el contrario, desatendido. Por ello, las líneas de
tren de media distancia están cada vez más obsoletas y funcionan peor. Una
política de transporte que no solo es injusta en términos sociales (priorizando
la vertebración entre grandes ciudades y marginando las pequeñas poblaciones
rurales) y económicos (el AVE es inaccesible económicamente para una gran parte
de la sociedad), sino que también ha incidido en los problemas ambientales que
causa el transporte: construcción de infraestructuras, consumo energético y
emisiones de CO2...” “Si la apuesta hubiera sido por el tren convencional, la
deuda pública sería hoy varias veces inferior, la factura en consumo energético
sería mucho más pequeña (el transporte es el mayor consumidor de energía
primaria en España), las emisiones de gases de efecto invernadero serían
menores, nuestro territorio estaría menos fragmentado y nuestros hábitats
naturales menos deteriorados...” “Resulta alarmante que los numerosos ejemplos
de ineficiencia y despilfarro no lleven a rectificar y apostar por una nueva
política de infraestructuras que abandone la construcción de nuevas líneas de
AVE, obligue a que el transporte por carretera asuma los costes reales por el
uso y mantenimiento de la carretera y apueste por el tren convencional como el
modo de canalizar los desplazamientos interurbanos…”
Por el “parte” sabía que
el Ministerio de Fomento, a través de su consultora INECO, había elaborado un
informe que anunciaba la supresión de varias líneas ferroviarias de media
distancia que afectaban a Castilla La Mancha. En la lista estaba la que pasaba
por su pueblo y se resistía a perder el último tren. Pensó que habría miles de
castellanomanchegos en su misma situación y que juntos podrían parar tal despropósito.
Entre las líneas afectadas estaban las de Madrid-Cuenca, Cuenca-Valencia,
Alcázar de San Juan-Madrid, Ciudad Real-Alcázar de San Juan, Puertollano-Mérida
y Sigüenza-Guadalajara. Este recorte afectaría negativamente a unos 230.000 castellanomanchegos,
que se verían condenados a utilizar unos servicios de transporte alternativos que
resultan más costosos y de los que carecen.
Se dispuso a
articular la última soflama, pensando que sus pensamientos serian oídos por otros
afectados y organizar con ellos la resistencia… “El ferrocarril convencional es un servicio de transporte básico e
indispensable para nuestra tierra, imprescindible para lograr la cohesión
territorial, es seguro y ecológicamente sostenible. Es una lástima que los
culpables de estas medidas sean insensibles a los problemas básicos de los
ciudadanos, ya que ellos nadan en la opulencia de los coches oficiales y los
vuelos privados…” “Por ello, los
miles de afectados rechazamos la merma en la calidad y frecuencias de los
servicios que actualmente se prestan, como cualquier recorte que suponga la
desaparición del tren convencional en favor de un transporte caro como el AVE,
o alternativo por carretera, ya sea en coches particulares o en autobuses,
teniendo en cuenta que éstos son menos accesibles para discapacitados y
ancianos e incomodos y menos espaciosos…”
Desde hace décadas
acudía cada tarde a la cita con sus sueños. A las cinco de la tarde, casi
siempre puntual, paraba el tren del que apenas se bajaban un par de viajeros. Y
tenía que ser así porque los jóvenes emigraron del pueblo en busca de fortuna. Allí
solo quedaban viejos y los viejos no viajan por placer, lo hacen por necesidad
y con ellos hay poco negocio. La “viajera” también había echado el cierre y ahora
estaban casi aislados, sin otro medio de transporte que el tren. El último
tren…, en el que viajaría el último de sus sueños, cambiándose por cualquiera
de sus viajeros elegido al azar.
M. Félix de San Andrés
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