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Presentacion de los acuerdos de 2005 sobre presupuestos participativos |
El
movimiento ciudadano (las asociaciones de vecinos) se configuró como
alternativa ciudadana de participación activa a finales de los 70. Tal fue su
empuje que ciertos partidos políticos hicieron ímprobos esfuerzos por
controlarlo y domesticarlo para que nada perjudicara a la “modélica
transición”. A pesar de la intromisión partidaria, las asociaciones de vecinos
resistieron y canalizaron activamente durante un tiempo las reivindicaciones
vecinales sobre los problemas del barrio y/o el municipio.
Pero
el poder local no había jugado su última baza: el control económico de las
AAVV. Las sucesivas corporaciones locales, independientemente del alcalde de
turno, invirtieron jugosas cantidades económicas en forma de subvenciones a
cambio de una foto o del apoyo a su gestión. Cuando el dinero no era suficiente
se recurría a las prebendas cortijeras
en forma de trato de favor o a las inversiones en infraestructuras. Tal fue la
apuesta que determinados presidentes parecían tener más poder que algún@s
ediles del equipo de gobierno y desde su entronización vienen ofreciendo fuerte
resistencia a los intentos de abrir puertas y ventanas para que entre aire
fresco en el movimiento vecinal. Buena parte de las juntas directivas de las
AAVV pasaron a ser funcionalmente unipersonales puesto que, bien por dejación
de funciones o bien por interés expreso del presidente en cuestión, las
reuniones se convirtieron en un mero formalismo y la Asociación de Vecinos pasó
a ser el cortijo del presidente y sus acólitos.
El
presidente de la Asociación de Vecinos pasó a ser infalible e incuestionable so
pena de ser expulsado de la junta directiva y de negarte el acceso a los
locales. El decidía, según fidelidades, como repartía las pequeñas prebendas
del cargo: asistencia a viajes, comidas institucionales, figuración en actos
públicos, plazas en cursos y talleres… pequeñas miserias que a algunos les
parecían suficientes como para rendir pleitesía al pequeño cacique. En cierto
barrio, el presidente aun decide a su albedrio cuando y para que usos se abren
los locales de la Asociación de Vecinos. Las llaves de estos locales parecen
ser de su propiedad desde hace años y guarda en su propia casa todas las copias.
De aquellos polvos nos vienen estos lodos.
Hemos
de valorar el intento por cambiar las cosas en el gobierno de coalición PSOE-IU
de la primera legislatura de Hermoso Murillo. Con López Montero al frente de la
concejalía de participación ciudadana se pusieron en marcha los presupuestos
participativos y las asociaciones volvieron a cobrar cierta vida porque los
vecinos volvieron a participar y tomar decisiones activas sobre inversiones y
equipamientos en su barrio. Pero aquello duró poco porque los caciquillos de
ciertos barrios se negaron a justificar en que habían gastado el dinero de las
subvenciones recibidas y Hermoso Murillo les dio su apoyo frente a las
exigencias planteadas por su concejal de participación ciudadana y socio de
gobierno, López Montero.
La
concejalía de participación ciudadana, como es de rigor para los fondos
públicos, exigía justificar la última subvención recibida para acceder a las nuevas
convocatorias. Buena parte de los presidentes se rebeló contra la medida y la
pelea acabó con la renuncia de Izquierda Unida a la concejalía de participación
ciudadana y la muerte prematura del modelo de presupuestos participativos. Por
las cloacas de los intereses partidarios de nuestro ayuntamiento se fue también
el resurgir del movimiento ciudadano.
Año
tras año se fue descafeinando la experiencia de los presupuestos participativos
hasta reducirlo a lo que pudo haber sido y no fue. De la participación vecinal
se pasó a la participación de los presidentes y de esta a la no participación.
Y ello es mérito de quienes han presidido las asociaciones y dirigido la FLAVE
durante años. También tiene mucho mérito el actual alcalde, todo un defensor de
la participación ciudadana.
Recientemente
se ha seguido el modelo lampedussiano
(cambiar para que nada cambie) en la renovación de la FLAVE. Es verdad que se
ha cambiado la presidencia, pero lo cierto es que algunos presidentes de AAVV,
imperecederos en el cargo, bloquean cualquier intento de cambio real. Pasan los
años y ellos siguen aferrados al sillón de forma incomprensible. Lo que antaño
fue un hervidero de ideas es hoy un erial, ya ni siquiera tienen subvención
municipal y deben vivir de las cuotas. Ahora están pagando fidelidades de
antaño, carecen de recursos y de apoyos pero, para algunos es suficiente con
cortar la cinta en las fiestas del barrio y aparentar que son algo y tienen
algún poder. Con lágrimas de cocodrilo repiten la cantinela de que nadie les da
el relevo y lo cierto es son ell@s quienes bloquean interesadamente cualquier
posibilidad de renovación.
Desde
el cargo que ostentan deciden, sin contar con nadie, lo que interesa y no
interesa al barrio y desatienden las llamadas a la movilización que les hacen de
otros colectivos ciudadanos. Viven ajenos a la realidad y desconocen que los
puertollaner@s reclamamos protagonismo ante la grave crisis institucional y
socioeconómica que nos afecta. Desde la FLAVE están bloqueando que otras
experiencias del movimiento ciudadano, también otras asociaciones de vecinos,
puedan tener contacto directo con los vecinos de sus barrios para impulsar una
movilización colectiva que cambie el rumbo a nuestro negro destino. Deben saber
que el cambio llegará a todos los ámbitos institucionales y públicos, incluida
la Asociación de Vecinos en la que están refugiad@s. ¡Cuando sus propios
vecinos llamen a la puerta no les podrán negar la entrada! Entonces, cuando
esto ocurra, habremos recuperado el espíritu de las pioneras asociaciones de
vecinos y volveremos a tener participación ciudadana.
Plumaroja.
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