“Si
los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se
debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar”. Madame de
Sévigné.
A menudo las personas que más hablan
son también las que más meten la pata. Y es que mejor quedarse corto que (a
veces por querer agradar) decir verdaderas estupideces. Por eso, si crees que
vas a estar cerca de alguien LGTBI y no estás versado, echa un ojo a estos
consejos y, por favor, no cometas ninguna de estas cuatro torpezas:
1. Comentarios hambrientos de aprobación
del tipo: “¡Yo tengo muchos amigos gays! ¡Sois divertidísimos!”
¡Enhorabuena! ¿Dónde está el mérito?
No todos los gays somos iguales. De hecho somos muy diferentes. La
homosexualidad es una condición que nos define en un único sentido (el sexual).
La personalidad es mucho más rica y variada y se compone de múltiples
peculiaridades. El entorno social y la herencia biológica moldean nuestra identidad,
única, irrepetible y repleta de matices. Una identidad que, además, oscila y se
desarrolla a lo largo del tiempo y nunca es la misma.
Hagamos el ejercicio a la inversa y
probad a escuchar en una conversación a alguien que, con una expresión que pide
vuestra aceptación, os dice: “¡Uy! si yo tengo muchísimos amigos heteros. Sois
majísimos.” ¿Cómo os quedaríais? Probablemente pensaríais lo mismo. ¿O es que
acaso sois todos los heterosexuales iguales?
Probemos ahora con otros ejemplos y
sustituyamos amigos gays/heteros por amigos gordos o amigos calvos. ¿No os
parecería un comentario absurdo? A nosotros también.
Y es que el hecho de reducir
cualquier grupo social a uno de sus rasgos supone una suerte de torpeza que
tiende a ser demasiado habitual.
2. Preguntas irreflexivas del tipo: “Oye y
en la cama ¿quién es el hombre y quién la mujer?”
Sí, estos comentarios son reales y,
por desgracia, nada atípicos.
Nuestras sociedades son básicamente
heterocentristas y adolecen de una necesaria y profunda educación sexual que
trabaje para la erradicación de este tipo de mitos. Las relaciones sexuales son
complejas y heterogéneas. En una sexualidad saludable los roles binarios
sexuales y de género deben quebrantarse, superponerse y moldearse. Muchos
heterosexuales vivís anclados en esa absurda y castrante dicotomía
hombre/mujer, masculino/femenino.
En este sentido, la comunidad LGTBI
ha sido capaz de romper con estos patrones y ha trazado otras formas de
relacionarse liberadas de prejuicios maniqueos.
Y es que es, precisamente, la
facultad de razonar la que nos lleva a desarrollar nuestra libertad más allá de
normas preconcebidas. ¡Así que venga! Razonemos más y asumamos la riqueza y
complejidad de nuestra vida sexual.
3. Comentarios condescendientes del tipo:
“¡Pobre, has tenido que sufrir tanto!” o “¿Y qué tal lo lleva tu familia?”
Por un lado, hay una tendencia a la
presunción que hace que muchas veces metamos la pata estrepitosamente. Y es que
no todo el mundo ha sufrido por el hecho de ser diferente. Aunque queda mucho
por hacer, en muchos países llevamos ya tiempo con leyes que nos amparan y,
afortunadamente, en muchas familias y ámbitos sociales el maltrato a la persona
LGTBI es algo del pasado.
Por otra parte, se agradecen las
personas que se acercan a nosotros de una manera sosegada y tranquila, que
esperan a que les cuentes (si quieres) y que no te avasallan inmediatamente con
sus suposiciones. Yo, personalmente, me quedo con aquellos que no te compadecen
gratuitamente y que no persiguen expiar sus culpas contigo de forma hipócrita.
Y es que somos mucho más que
personas homosexuales. De hecho somos primero personas. Así sin más. Así que,
por favor, acercaos sin tener en cuenta (de entrada) nuestra “diferencia” ni el
mayor o menor sufrimiento que esta nos haya podido provocar. Gracias.
4. Preguntas heteronormativas y
reduccionistas del tipo: “Y tu hijo ¿cómo suplirá la figura materna/paterna
ausente?”
Esta reflexión es reiterada cuando
muchos de vosotros os preguntáis cómo funcionamos las familias LGTBI. Pues
bien, está comprobado que el rol que desempeña cada uno como padre/madre puede
conformarse de forma independiente a su género. De hecho, este rol suele tener
más que ver con la personalidad de cada individuo así como con su estado
emocional. Así, conceptos tales como autoridad, firmeza o castigo no tienen por
qué ir asociados al hecho de ser hombre. Ni tampoco el afecto, la comprensión o
la empatía estar vinculados única y necesariamente al papel de la madre. Un
mismo progenitor puede, de facto, disponer de todos estos rasgos en su
personalidad y sacar a la luz uno u otro en diferentes momentos de su
paternidad/maternidad.
No, no es condición sine qua non tener un padre y una madre
para criarse de una forma favorable. Por el contrario, sí es más que
recomendable educar a tu hijo entorno al cariño, al respeto y a la tolerancia.
También, ofrecerle una familia y un hogar seguro y confortable en el que pueda
desarrollarse de una manera plena y confiada. Éstas sí pueden ser algunas de
las garantías de éxito como padres/madres. Todo lo demás supone simplificar de
una manera absurda el ejercicio de la paternidad/maternidad.
Y es que en definitiva, las palabras
son valiosas herramientas para construir lazos y relaciones. Y al mismo tiempo
nunca son inofensivas. Así que intenta siempre pensar antes de hablar y no dar
nunca nada por sentado. Te lo agradeceremos.
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