martes, 16 de junio de 2015

"AVANZA LA ALEGRÍA DERRUMBANDO MONTAÑAS"

En la constitución de los nuevos ayuntamientos, allá donde los movimientos sociales y ciudadanos han conseguido llegar al gobierno, ha predominado una emoción: la alegría.

Ada Colau y Manuela Carmena
En Cádiz, Madrid, Barcelona, Zaragoza… una explosión de felicidad acompañó la toma de cargos de alcaldes y concejales. La gente no celebraba una victoria política. El sentimiento nacía de la oportunidad de ser sus propios jefes. La ciudadanía autogobernándose y abandonando un modelo de política “privatizada” que tantos derechos sociales, laborales y humanos ha arrasado. En realidad, la democracia en su esencia más pura. Con sus defectos y virtudes, como la propia sociedad.
Los discursos de Manuela Carmena, Ada Colau  o Pedro Santiesteve abordaban cuestiones como la paralización de los desahucios y la remunicipalización de servicios públicos. Un mensaje inquietante para los que han hecho de la especulación y las mordidas su estilo de vida. ¿Y si estos hippies revenidos nos revientan el negocio? La alarma ha saltado en algunos sectores. Pero, si ya les acusaron de pro-etarras y discípulos de ISIS durante la contienda electoral, ¿qué argucias emplearan ahora?
Lo cierto es que no todos llevan bien la manifestación popular de alegría por la composición de los nuevos consistorios. Será porque tampoco llevan bien la comprensión de los fundamentos de un estado democrático. Ni de lo que significa ser un servidor público. Ni tampoco les interesa la ética, ni la pulcra gestión del bien común que requieren estos cargos.
Nuestra alegría los tiene encabronados. De manera instintiva entienden la relación entre nuestro júbilo y el cambio de modelo. Un cambio que pone la mirada en democracias participativas como las escandinavas en las que las consultas populares están a la orden del día. ¿Les parecen bolivarianos el modelo danés o el finlandés?
Avanza la alegría derrumbando montañas– escribió Miguel Hernández. Y montañas se levantan frente a nuestra alegría. Toda una cordillera de oscuros intereses, de tristezas corrompidas.
Festejamos haber salido del llanto. De la resignación bovina causada por la herencia franquista que se había grabado en nuestro adn. “Hagan como yo- dijo Paquito- no se metan en política”. Pero nos hemos metido. Por mera supervivencia. Y sabemos que no será sencillo. Sin embargo, pese a las amenazadoras cumbres borrascosas, la risa nos eleva. Nos hace libres.
La libertad, como la democracia, implican una gran responsabilidad. Pero es inevitable mostrar alegría por poder sentirte dueño de decidir tu destino. Nuestra alegría no pretende ser un arma arrojadiza. Al que le hiera, tendrá sus razones. Poco claras, poco transparentes. La cosa es muy seria, de eso no tengo duda. Algunos ven peligrar el entramado que engorda su buchaca.
Y yo… Me alegro seriamente lo mismo que el olivo.


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