Un
naturalista afirmaría con rotundidad que primero fue el huevo. Basaría su
respuesta en que somos una evolución de los réptiles y estos se reproducen por
huevos. Un “salafista”, los hay cada
vez más entre los marxistas, con su libre interpretación de lo que don Carlos teorizó para un contexto tan
concreto como el del siglo XIX, podría afirmar una cosa y su contraria, según
convenga a sus intereses.
Traigo
la pregunta a colación ante la irrupción del proyecto “podemos” en la arena política. No han faltado salafistas que han cambiado su discurso en cuestión de minutos para
deslumbrase con el brillo laramediático
de este proyecto y poner en riesgo el trabajo unitario de meses. Curiosamente,
la irrupción de podemos coincide con los mejores datos electorales de IU y el
principio del fin del bipartidismo. Yo, que no me atrevo a interpretar a don
Carlos, aunque utilice parte de su doctrina para analizar la realidad que me
toca vivir, me doy un baño de pragmatismo y como Arturo González en sus
puntadas sin hilo concluyo que “IU es nuestra única esperanza”, y mejor sería
reforzar esa “esperanza” en lugar de seguir alimentando brillos personalistas
que pueden salir a 200.000 votos la “bombilla”.
No
hay nada personal en mis dudas, si acaso sorpresa al observar que quienes han
sido asesores de IU y de la SYRIZA gallega no hayan aprovechado esas excelentes
relaciones y su predicamento para formular conjuntamente un “programa electoral
rupturista” y convencer a las fuerzas políticas participantes en el sobre las
ventajas de un “frente de izquierdas” y de las primarias abiertas para
conformar las listas electorales. Vaya por delante que entre Pablo Iglesias y
Willy Meyer yo votaría por el primero. También dejo claro que entre Pablo Iglesias,
Alberto Garzón, Tania Sánchez o Marina Albiol mi voto dejaría a Iglesias en
cuarto lugar y en ello no influye su “podemos”
sino su discurso ramplón y simplista y su afición a los focos mediáticos,
aunque los preste el enemigo de clase.
Pelillos
a la mar. Prefiero dejar mis reservas para mejor ocasión (el debate interno) y
centrarme en lo útil: intentar resolver el dilema entre primarias o programa.
Recurriendo a la historia no encuentro ejemplos en la izquierda que avalen la
candidatura sobre el programa. Otra cosa es lo que nos enseñan personajes como
Lerroux o Rosa Diez, especialistas en elaborar programas hechos a medida según
el gusto mediático-electoral del momento. Claro que su ideología se fundamenta en “los votos
primero”.
Entrando
en materia. Lo que la izquierda necesita es un “programa” para llevar a cabo la
ansiada “revolución social” y ello pasa por implicar a las capas populares en
los siguientes “retos-objetivos”: un plan de choque para la creación de empleo;
el cambio radical de modelo productivo basado en la planificación democrática
de la económica, según recoge la Constitución Española en su Título VII
“Economía y Hacienda”; una posición rupturista y clara sobre la deuda soberana
que parta del cambio y/o supresión del artículo 135 de la Constitución y anteponga
los derechos sociales, sindicales y laborales de la ciudadanía al pago de la
deuda (sin olvidar una auditoria que determine la parte ilegal de la deuda
soberana); y la regeneración democrática que desemboque en un proceso
constituyente sustentado en la participación ciudadana.
Clarificar
lo concerniente a la deuda soberana es imprescindible para abordar el resto de
objetivos porque lo aprobado entre PP y PSOE hace inviable recuperar lo público,
crear empleo y concretizar el cambio de modelo productivo. Lo oportuno es por
tanto fijar constitucionalmente la prioridad absoluta del gasto público en
pensiones, desempleo y servicios; instaurar la figura de la “renta básica” para
quienes carezcan de ingresos, y defender las políticas de igualdad como garantía
de una sociedad justa y solidaria. También para poner en marcha una profunda
reforma fiscal, recuperar la banca pública, garantizar el derecho
constitucional a la vivienda y el control ciudadano sobre el gasto y la gestión
de lo público.
Estos objetivos solo serán realidad si impulsamos
previamente la “revolución política” que haga posible la “regeneración
democrática” a través de la máxima participación ciudadana y radicales reformas
institucionales. Hay que convencer a la ciudadanía de que la política y la vida
pública no son el problema sino la solución y ello pasa por iniciar la
“rebelión democrática” que desemboque en un “proceso constituyente” que haga
factible una “democracia republicana” con nuevas reglas y nuevas instituciones basadas
en la transparencia y la participación. La transparencia y la democracia participativa se concretarían en el valor de los referendos y las
Iniciativas Legislativas Populares como símbolo de la participación de la
ciudadanía en la toma de decisiones, en la transparencia como base de la
democracia, o en la separación de los poderes ejecutivos y legislativos. Un paso importante en ese objetivo es el
“estatuto del cargo público” que permita su revocación sino mantiene la
confianza de la ciudadanía, le obligue a rendir cuentas periódicamente, regule
su sueldo y establezca duras condenas en caso de corrupción.
También hay que caminar hacia una reforma electoral profunda y la
democratización de los medios de comunicación. La revolución democrática que necesitamos precisa de una reforma electoral
que apueste por un sistema proporcional en el que el voto de cualquier
ciudadano español tenga el mismo valor con independencia de la ubicación
geográfica en la que esté adscrito. También precisa del carácter vinculante del
programa de los partidos mediante la creación de leyes que aseguren que las propuestas electorales sean vinculantes y
en caso de incumplimiento supongan directamente la convocatoria de nuevas elecciones.
Otras medidas irían en la línea de ejercer un mayor control sobre las campañas
electorales y del patrimonio de los políticos.
No menos importante es concretar nuestro derecho a la democracia informativa
y el derecho a la no desinformación, con propuestas para la democratización de
los medios de comunicación y el cumplimiento del servicio público que se les
presupone. La apuesta esencial pasaría por apoyar la existencia de medios
públicos regidos y controlados por un “consejo ciudadano” que garantice su
pluralidad e independencia frente al gobierno de turno.
Es
aquí, en la elaboración del programa donde es preciso encontrarnos. Estoy
convencido que en la izquierda las diferencias son mínimas (en Suma las
diferencias solo surgen cuando se habla de candidaturas) y es posible limarlas
con la generosidad y altura de miras que la ocasión requiere. Cualidades que no
niego a Equo, Compromis, Cha, Anova, Podemos… Por ello confío en que los
próximos meses despejen el camino hacia la unidad programática y esta lo haga a
su vez con las candidaturas. IU ha dado un paso decisivo en la dirección de las
primarias abiertas autorizando a sus federaciones territoriales a aplicarlas en
su ámbito. Previamente se habían posicionado por ellas “Izquierda Abierta” y
“En común”.
Marcel Félix de San Andrés
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