Dolores Cospedal Al principio los comentarios se reducían a pequeñas tertulias donde participaban antiguos militantes y simpatizantes que se habían dejado la piel y algo más para luego ser dados de lado por Cospedal cuando arribó a Castilla-La Mancha con el más que dudoso carnet de albaceteña en el bolso de Diana cazadora.
Luego Cospedal, a golpes de "we will rock you" organizó en Castilla-La Mancha su guardia pretoriana que la defendiera ante el premeditado plan de acabar de uno o de varios plumazos con todo un sistema de protección social a los ciudadanos que, entre todos, habíamos levantado con medidas políticas pero, no lo olvidemos, con el dinero de los impuestos de varias generaciones.
La sanidad pública y la educación pública, los servicios sociales, la formación académica, la ayuda a los más necesitados, a los niños y los ancianos, a los discapacitados, un retiro digno y feliz para la tercera edad, la intención, en definitiva de hacer más fácil y provechosa la vida de los ciudadanos con una protección desde la cuna a la tumba como decía el desaparecido y vilipendiado Barreda, todo aquel trabajo que durante tantos años pagamos los contribuyentes se ponía ahora al servicio del negocio privado: habíamos levantado un gran edificio para malvenderlo a unos cuantos amigos que harían el negocio de varias de sus generaciones particulares.
Se trata pues de una apropiación indebida, la enajenación de un bien comprado con el trabajo de padres y abuelos, con nuestro trabajo para entregarlo al negocio de ¿quién?
Eso tardamos un poco más en saberlo o en demostrarlo.
Aparecieron los papeles de Bárcenas, la trama Gürtel, los que "donaban" su dinero al Partido Popular para llevarle al gobierno, entre otras armas con una campaña brutal de medios contra el PSOE, y luego pedirle cuentas: "ahora dame lo mío", eso que antes era "lo de todos".
Y no parecen tener límites en esta enajenación de lo público. Y por ello, Cospedal es cada día más señalada y criticada en la región y fuera de la región, en la calle que ya apenas pisa.
Muchos simpatizantes del Partido Popular, muchos empresarios que otean el horizonte, empiezan a sentirse mal porque no quieren ser cómplices ni verse señalados por los que visten ya camisetas de protestas de todos los colores y que, por cierto, son expulsados de las Cortes que también debería ser la Cámara de todos los ciudadanos.
A no ser que estén en la guardia pretoriana o en el negocio, muchos en el PP ya no quieren ser cómplices, ni exponerse a la vergüenza de la calle que genera la política y la propia imagen de Cospedal.
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