Barataria es un país tan plástico que se ha
convertido en una pantalla de plasma. En diciembre de 2015, los “baratarienses” convocamos elecciones
para elegir Gobernador y tuvimos la grandeza de convertirlas en las más
dilatadas de la Historia.

En nuestra ínsula, convertida de nuevo en
protectorado germánico-visigodo, no es que fuera imprescindible elegir
Gobernador. Llevábamos meses con un gobernador en funciones y todo funcionaba
con normalidad. Pero no faltaban voces llamándonos al orden y exigiendo
celeridad en poner el parche de costumbre: nombrar
nuevo gobierno que siguiera aplicando las viejas políticas de siempre. En
cualquier caso, desde el Imperio podían seguir gobernándonos o mandarnos a
cónsules o procónsules (los célebres lobos con piel de cordero de la Troika),
que garantizaran los beneficios de la lana y mandaran los diezmos a la
Metrópolis.
Pero cuenta la historia que una vez cansados
los corderos de tanta imagen cuadrada, estridente y en blanco y negro, apagaron
el infernal invento y, abandonando el redil, volvieron a pisar las calles
nuevamente hasta recuperar las grandes alamedas, ahora privatizadas. Mientras
las abrían, corrían a “topáh” (del cuentacuentos tradicional topáh:
envestir, chocar, golpear. Nombrarle a alguien a sus ancestros monárquicos…)
a los pastores, esquiladores, gurús, a los dueños del cortijo, a los cabruos
cónsules y procónsules, a los candidatos a Gobernador, y mandaban al
estercolero al Imperio Germánico-Visigodo y al de allende los mares también.
Y cuenta el farero en sus coplillas de ciego
declinadas por las ciudades, pueblos y parroquias de la Ínsula, que en todo
aquel proceso de Liberación y de Ruptura, los corderos y corderas aprendieron
que ellos eran autosuficientes; que su destino estaba en sus propias pezuñas y
que fuera del redil también había vida: la de la dignidad, la de la libertad,
la Democracia real y la de la solidaridad entre los rebaños.
El farero, otro de tantos Titiriteros, asegura
que en el inicio de la revolución de los corderos nacieron nuevos poetas,
pasteleros, pintores, músicos, albañiles…, que fueron perseguidos, encarcelados
y escarnecidos en las pantallas de cuarenta pulgadas. Pero también fueron
amados, respetados, recordados y reconocidos por sus actos.
Y como toda revolución, tuvo su canción:
Había una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés.
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés.
Despertó el farero del sueño con la sensación
de haber tomado prestados unos versos de José Agustín Goytisolo. El plasma de
cuarenta pulgadas seguía con su cantinela de siempre: “el gobierno te quiere y se preocupa por tu bienestar. A el debes
agradecerle que administre Barataria con mano firme porque vosotros, los
corderos, sois unos manirrotos que vivís y gastáis por encima de vuestras
posibilidades”.
Plumaroja.
Comentarios
Publicar un comentario
DEJA AQUÍ TU OPINIÓN