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Pablo Iglesias y Pedro Sánchez firman el pacto de PGE2019 |
La incertidumbre es un componente esencial de la democracia.
A tres días de las elecciones, no puede descartarse ningún resultado, y es
cierto el riesgo de que la extrema derecha y la versión más retrógrada de las
otras dos derechas, PP y C's, ahora ya sin complejos, sumen una mayoría en el
Congreso. Si esto sucediera, España entraría en una involución política severa:
recortes de derechos; agravamiento de las tensiones territoriales, y
protagonismo absoluto de los reaccionarios que han convertido las falacias, la
demagogia, la desmemoria, la confrontación, la chulería y el machismo en armas
políticas. Es fundamental, por tanto, una movilización masiva del electorado
progresista si no queremos vernos en un escenario similar al que están viviendo
Italia, Brasil o Estados Unidos (y Andalucía).
Si las derechas de la foto de Colón no
obtienen mayoría absoluta, se abren varias posibilidades. Las más relevantes
son estas: un gobierno en minoría del PSOE con apoyos variables de Unidas
Podemos, Ciudadanos y los grupos nacionalistas; un acuerdo o gobierno de
coalición entre PSOE y Ciudadanos; y un acuerdo o coalición entre PSOE, Podemos
y algún partido nacionalista (con más probabilidad, Compromís y el PNV que los
catalanes).
Estoy convencido desde 2015 de que la
mejor opción para el país es la tercera; y una vez más, abogo por una coalición
de gobierno de las izquierdas, con ministros del PSOE y de Unidas Podemos. Para
esto es necesario que tanto PSOE como Podemos obtengan unos resultados que
acerquen la suma de ambos a la mayoría absoluta, o al menos que sean lo
suficientemente amplios como para no depender de un apoyo continuado –y siempre
incierto– de los partidos procesistas catalanes.
Un gobierno en minoría del PSOE con
apoyos variables sería un mal menor: el PSOE sin duda se sentiría más libre en
esas condiciones, pero, como ha sucedido en otras ocasiones, conformaría un
gobierno frágil e inestable, en busca permanente de apoyos y con poca capacidad
para resistir los ataques filibusteros de una derecha envalentonada y las
presiones de los grandes grupos de poder económicos y mediáticos.
Un gobierno del PSOE con Ciudadanos
podría abrir el camino a reformas dirigidas a mejorar la eficiencia, pero las
políticas sociales y de igualdad que tanto se necesitan para paliar los efectos
más lacerantes de la recesión y la austeridad quedarían aguadas o incluso
bloqueadas. Además, el apoyo de Ciudadanos impediría cualquier avance en la
resolución de la crisis constitucional catalana. La alianza con un Ciudadanos
cada vez más derechizado e híper-nacionalista llevaría al Partido Socialista a
asumir políticas neoliberales, las mismas que en el pasado provocaron su
debacle electoral (entre 2008 y 2015, el PSOE perdió la mitad de sus votantes),
y profundizaría el clima de confrontación en Cataluña.
Las tres derechas sumarían para gobernar si los votantes de izquierda se abstienen |
Un gobierno del PSOE y Unidas Podemos,
sin embargo, podría culminar algunos de los proyectos que quedaron inconclusos
en esta legislatura, empezando por los Presupuestos Generales del Estado
pactados por ambas fuerzas, con un fuerte componente redistributivo con
respecto a ejercicios fiscales anteriores. Garantizaría una agenda nítidamente
social y a favor de las políticas de igualdad, las pensiones públicas y la
transición ecológica. Y proporcionaría la estabilidad suficiente para abordar
problemas largos y complejos como el territorial. La presencia de Unidas
Podemos en el gobierno serviría, además, para frenar la deriva liberal que
suele sufrir el PSOE cuando llega al poder; para desterrar prácticas tan
deleznables como las de Villarejo y compañía, para reforzar las políticas de
memoria, justicia y reparación y para derogar leyes tan inicuas como la ley
Mordaza.
Sabemos bien que las élites mediáticas y económicas
españolas y europeas harán lo posible por torpedear un posible gobierno
PSOE-Unidas Podemos. Ya hemos vivido eso antes. La tarea exigirá además cintura
y valentía por parte de Pedro Sánchez y los socialdemócratas, y una buena dosis
de pragmatismo y calma por parte del partido liderado por Pablo Iglesias. Pero,
antes que nada, hace falta que el 28 de abril haya una movilización amplia e
incontestable de las votantes y los votantes de izquierda y centro izquierda.
Animamos por tanto a nuestras lectoras
y lectores a acudir en masa a las urnas, y a votar sin miedo y con esperanza,
siendo conscientes de la gravedad del momento político que vivimos, y del
peligro para los consensos básicos, la convivencia y las libertades que
supondría un gobierno de las derechas con la extrema derecha. Abstenerse es una
opción tan legítima como cualquier otra. Pero quedarse en casa esta vez acarreará
consecuencias terribles.
Y después, será tarde para lamentarse.
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