Humoristas rusos gastan broma telefónica a Dolores de Cospedal |
El
contubernio judemasónico, el mismo que desvelaba a Franco y que explica lo de
la lucecita del Pardo encendida por las noches, no descansa y, según nos
alertan medios de comunicación reputadísimos, ha aprovechado que últimamente el
Pisuerga pasa por Barcelona para lanzarnos miles de tuit y ponernos la cabeza
como un bombo a cuenta del independentismo catalán. Se trataría de ataques de
“desinformación” lanzados desde Rusia, que no olvida el gol de Marcelino en la
Eurocopa, y cuyo objetivo sería socavar con engaños los cimientos de nuestra
democracia, una tarea para la que no nos hacía falta ayuda porque nuestros
gobernantes ya se ocupan de ello de manera titánica.
De la supuesta
interferencia rusa en la crisis catalana no habíamos tenido noticia alguna
hasta que varias informaciones revelaron que hackers, trolls, bots y más cosas
de Internet controlados desde las estepas y retuiteados por Maduro se habían
confabulado para modernizar nuestra leyenda negra y amplificar la repercusión
internacional de la causa independentista. En la operación participarían
también Edward Snowden, el extécnico de la CIA que reveló el espionaje masivo
de EEUU y que al estar asilado en Rusia estaría echando unas horas para pagar
el apartamento, y, por supuesto, Julian Assange, que en la embajada de Ecuador
en Londres parece que no pasa el tiempo.
Puede que Assange esté en
la conjura aunque, a efectos prácticos, lo que ha conseguido es que nos echemos
unas rusas, digo unas risas, con su despliegue de conocimientos sobre España en
general y sobre el Quijote en particular. Su defensa de la autodeterminación de
Catalunya, ilustrada con tanques chinos en la plaza de Tiananmen, y
especialmente aquel tuit en el que rebautizó a Sancho Panza como Pancho Sánchez
para afirmar que Catalunya no consentiría mucho tiempo más los abusos por parte
de España provocaron el delirio. Si en una segunda línea de investigación se
demostrara que la Generalitat contrató al de Wikileaks para difundir su causa
habría motivos suficientes para reclamarle daños y perjuicios en los
tribunales.
La conspiración de la
ensaladilla rusa ha calado tanto en las altas esferas de nuestro Gobierno que
la propia ministra de Defensa fue víctima recientemente de una broma telefónica
en la que un humorista ruso, haciéndose pasar por su homólogo letón, terminaba
por revelar el gran secreto de la causa secesionista: Puidemont es, en
realidad, Chipolino, un agente de Moscú, al igual que la mitad de los turistas
rusos que iban a la Costa Brava. Lo más hilarante del episodio no fue que
Cospedal agradeciera el ofrecimiento de su interlocutor de poner a su servicio
el Ejército de Letonia para detener la amenaza sino su reacción al escuchar
cómo los chicos de Putin podían haberse infiltrado incluso en su Ministerio.
“Verifique a su asistente; me pareció que tiene acento ruso”, le llega a decir.
“No, no, no, mi asistente no tiene, no”, respondió Cospedal poniendo la mano en
el fuego por su colaborador, que hay costumbres muy arraigadas en el PP.
Por si el cachondeo no
había sido suficientemente mayúsculo, el Gobierno ha interpretado el episodio
como una venganza de Moscú contra Cospedal por dar crédito a la injerencia rusa
en la crisis catalana. De ser cierto, se confirmaría la escasa información que
manejan sus servicios de inteligencia, ya que para ridiculizar a la ministra se
basta y se sobra ella misma.
La cobertura intelectual de
los que previenen contra la conspiración rusa y son capaces de detectar sus
tentáculos en Twitter, en Facebook y hasta en Telegram, que no es casualidad
que sus desarrolladores se apelliden Durov, ha llegado de la mano del Real
Instituto Elcano, nuestro centro de pensamiento por antonomasia. Sus últimos
informes sobre el particular no dejan lugar a dudas. Algo llamado kombinaciya
(combinación), un cóctel de ciberguerra, ciberinteligencia, desinformación,
propaganda y colaboración con actores hostiles a la democracia occidental, está
funcionando en Catalunya para desacreditar a España, a las instituciones
europeas, al orden liberal creado por EEUU y para distraer a los rusos de sus
propios problemas internos. El objetivo no es la independencia de Catalunya,
que lo del secesionismo está tan mal visto aquí como allí, sino conseguir el
fin de las sanciones económicas impuestas a Rusia, escenificar el fracaso de la
democracia occidental y mantener el resentimiento hacia Occidente.
Catalunya sería, de esta
forma, un nuevo terreno de juego para las interferencias rusas, que nadie las
discute y cuya larga mano se habría dejado notar ya en el referéndum sobre el
Brexit, el celebrado en los Países Bajos sobre el acuerdo de asociación de la
UE con Ucrania, las elecciones presidenciales de EEUU y las elecciones
francesas y alemanas. Ocurre en este caso que sus efectos han sido
inapreciables para la ciudadanía y que, por el momento, el único beneficiado de
estas revelaciones es el propio Gobierno español, que puede presentarse ante el
mundo como víctima del ataque de una potencia exterior y soslayar su propia
responsabilidad en el conflicto.
A no faltar mucho, la
teoría de la conspiración buscara nuevos argumentos en los que sustentarse. De
hecho, es extraño que no haya habido ya voces que sugieran causas ajenas a las
estrictamente naturales en el fallecimiento del fiscal general del Estado, José
Manuel Maza, azote de los independentistas. El propio Jiménez Losantos pedía
una pequeña tregua: “Cuando alguien se convierte en símbolo de algo tan
esencial como la Ley y la defensa de la Nación, es inevitable que el dolor se
transforme en rumor de conspiraciones. Aunque parezca imposible, por respeto a
Maza, deberíamos dejarle en paz, siquiera un par de días. Lo ha merecido”. El
plazo se cumple esta semana.
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