Albano Dante-Fachín conversando con Joan Tardá |
Hablemos de muertos. De los que amamos y de los que no
tanto.
No se
asusten, no vengo a volcar mis dramas como en otras ocasiones, pero déjenme que
les hable de muertos. Esta semana, recién pasado el ‘dia de los finaos’, toca.
Hay seres
que necesitan morirse para que los amemos y los admiremos (como si hubiera
diferencias) aún más. Me pasó con George Michael en su momento. Y me permito,
sin que esto sea vinculante, recomendarles Freedom,
el fabuloso documental que dirigió el cantante y que acabó convirtiéndose en
obra póstuma. La muerte de una voz privilegiada, de un tipo que dijo que le
gustaría que le recordaran como un gran compositor (lo fue, vaya si lo fue) y
un tipo íntegro.
Podemos
recordar, insisto, la maravillosa y modulable voz de Georgios Kyriacos
Panayiotou. Debemos recordar la explosión de belleza de algunos de sus vídeos
(ese Freedom 90 dirigido
por David Fincher y Too
funky) y su juego de caderas, pero hubo mucho más. El disco Listen without prejudice,
dedicado a Anselmo, su pareja durante seis meses que falleció de esa tremenda
enfermedad llamada SIDA y que para algunos era entonces el castigo divino ante
la perversión y la falta de moral. Su juicio contra la multinacional Sony, a la
que pidió libertad para no hacer promoción de uno de sus discos al considerarlo
una cuasi explotación y le erigió, en cierta medida, en defensor de los
derechos laborales. Por supuesto, perdió.
Fue un
muerto que vivió rápido y al que encontraron sin latido cardíaco el día de
Navidad de 2016. Una voz a la que recuerdan con lágrimas desde Elton John hasta
Mary J. Blidge y el grandísimo Stevie Wonder. Uno que cantó con todos y que
gustó a casi todos, aunque a veces no se gustara a sí mismo. Un tipo que se
bebió el éxito de golpe pero que al llegar a casa se preguntaba: ¿y ahora qué?
Demasiado joven para morir, demasiadas canciones por cantar.
Hay muertos
que aún no lo están literalmente hablando, pero sí de manera metafórica. Mi
favorito atiende con nombre y apellido original donde los haya: Albano-Dante
Fachín. Tú no puedes vivir con ese nombre y no ocupar un lugar en la Historia.
No puedes ser comercial de seguros, camarero o tornero fresador con ese nombre.
No puedes ocupar un cargo político y pasar desapercibido. Tampoco puedes
llamarte Albano-Dante Fachín y ponerte una camiseta para ir a trabajar al
Parlament (esta frase podría firmarla mi madre también, disculpen los
agraviados). Con ese nombre solo puedes ser especialista en infiernos.
Así, con la
bicefalia Albano-Dante, Fachín se ha hecho un lío y no ha tenido mejor ocurrencia
que reivindicar la república catalana, y todo por su extraña manía de llevarle
la contraria al jefe. ¿Valiente y coherente o tremendamente torpe? ustedes
deciden. Yo, que no soy politólogo, reivindico la no muerte profesional de este
hombre. Básicamente por su nombre. Albano, tienes nombre de ensayista, poeta
maldito y hasta de premio Nobel de Literatura, de esos que le llevan años
quitando el galardón a Murakami. ¿O era de cantante italiano de baladas? No te
me desanimes. Busca tu camino y haz 40 días de ayuno en el desierto para
encontrar la luz. Que ya te esperan en ERC con los bracitos abiertos.
Y
también hay cadáveres que teníamos medio guardados en armarios que han vuelto a
salir. José María Aznar y Ana Botella han celebrado sus 40 años de casados y
han organizado una fiesta por todo lo alto en el Museo del Traje. Hasta allí
han ido a parar versos sueltos peperos como Cayetana Álvarez de Toledo y
retirados de la política como María San Gil.
Ni rastro
de Mariano, que andaba ocupado componiendo lo que queda de España, y de Alonso
Aznar, benjamín de los homenajeados y otro de mis personajes favoritos desde
que se fue con el padre a reivindicar Melilla y montó una app para ligar. “Alonso
Aznar pierde dinero en el negocio del amor”, resumió un medio, en otro de esos
titulares favoritos de quien escribe. Seguro que Alonso es de los que dicen,
como hijo de famoso al uso, que sus apellidos le han perjudicado. Para fichaje
de Vox desde luego, que es donde yo le veo. Santiago Abascal, lo que te estás
perdiendo. Eso sí, no te olvides de Albano-Dante-Fachín.
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